BUENAVISTA DEL NORTE, DONDE TENERIFE COMIENZA / 3
La cultura de la muerte

Las dos cajas comunitarias de Teno Alto en las que se trasladaban a los finados al cementerio de Buenavista por el camino del Risco

Luis Socorro

2

“Solo bajaban los hombres. Cuando regresaban por la tarde con la caja vacía, con sus ternos negros, me daba mucho miedo”. Son recuerdos de niña de Emilia González. Aquellas imágenes se han fosilizado en su memoria. El punto de no retorno del ciclo vital no es una cultura en sí mismo. Sin embargo, la muerte es un elemento cultural para algunas civilizaciones del pasado y del presente. El pueblo de Buenavista del Norte, origen geológico de Tenerife junto con Anaga y cuna de los restos guanches más antiguos de la Isla, atesora un conjunto de hitos funerarios que ha impulsado a su Ayuntamiento a diseñar una ruta sobre la cultura de la muerte. Uno de los episodios más singulares, propio de la Canarias profunda y rural, son los ataúdes comunitarios, guardados en una cueva del altiplano de Teno Alto.

Para conocer esta reliquia etnográfica del pasado, emprendemos el camino en Los Bailaderos. Es el punto de partida que elige la mayor parte de los caminantes para recorrer los diferentes senderos del altiplano. Pero también, hasta hace tan solo medio siglo, era el inicio de unos cortejos fúnebres peculiares y peligrosos, porque el traslado del muerto era un riesgo para la vida de los porteadores. Teno Alto tiene una población de 65 personas, la mayoría de ellas habita en este caserío. Antaño, cuando no había carretera que uniera la aldea con Buenavista, eran aproximadamente 400 sus habitantes. Esa vía de trece kilómetros que hoy une el casco buenavistero con el caserío se inauguró en 1972. Hasta ese año, cuando fallecía algún paisano, el difunto era trasladado en una caja por un desfiladero de vértigo hasta el cementerio municipal, en la Isla Baja.

Las cajas, porque son dos, ambas color azul como el cielo, se guardaban en una cueva. Todavía permanecen en esa gruta. La mayor de las cajas era para transportar a finados de mayor tamaño, mientras que la otra era para difuntos más pequeños. Es uno de los bienes etnográficos y culturales más relevantes de este municipio localizado en el extremo noroeste de la mayor de las Islas Canarias. La cueva estaba tapada por una muralla de piedras que ha sido sustituida por una puerta de barrotes de metal para protegerlas y evitar que algún desalmado las hurte. A pesar de la verja, hay inconscientes que intentan abrir las cajas con la ayuda de algún bastón de senderista, para ver qué hay en su interior. El domingo 12 de marzo, cuando visitamos Teno Alto, la caja más cercana estaba parcialmente abierta, como se observa en la foto de portada de este reportaje.

Esta circunstancia preocupa mucho a la historiadora Ithaisa Abreu, directora del proyecto Vida y muerte en un mismo camino, buenavistera de cuna y socia de PRORED, Arqueología, Patrimonio y Sociedad, la empresa que colabora con el Ayuntamiento de Buenavista del Norte para ejecutar la ruta de la cultura de la muerte. Del audiovisual de ese proyecto –ver en YouTube-, hemos recogido varios de los testimonios que enriquecen este reportaje.

El objetivo de esta iniciativa que financia el Gobierno de Canarias, relata a este periódico el concejal de Patrimonio Cultural y Medio Ambiente, Esteban Lorenzo, “es el estudio de la cultura de la muerte desde los aborígenes a la actualidad. Lo primero que hicimos fue un estudio etnográfico en el Valle de El Palmar, en Teno Alto y en el casco de Buenavista. Luego investigamos el pueblo de Masca y el caserío Los Carrizales”.

Estos dos último lugares también contaban con sus cajas comunales. La de Masca se conserva en la iglesia. Desde ahí, se trasladaban a los difuntos hasta el camposanto de Santiago del Teide al estar bastante más cerca de la cabecera del municipio. Desde Los Carrizales, el traslado era al Valle de El Palmar y desde allí se pasaba el cuerpo al ataúd en el que sería enterrado en Buenavista. Pero las cajas de Teno Alto son las que más perduran en la memoria por dos razones. La primera es que la población era bastante superior a la de esos pagos y la segunda por la dificultad del camino, con un desnivel de 700 metros por un inquietante desfiladero.

Antonio Hernández Álvarez conoce muy bien la peligrosidad de los tres kilómetros desde el inicio del risco a Buenavista. Lo subía y bajaba a diario para trabajar. “Había que tener mucho cuidado cuando se bajaba con la caja, después de calzar bien al finado para que no se moviera. El hombre más fuerte es el que iba delante”. A lo largo del angosto y tortuoso sendero, había dos lugares para descansar. La última parada era en El Cargadero, donde se trasvasaba el cadáver al ataúd en el que sería enterrado.

Patrocinia González recuerda perfectamente aquellos episodios. “Cuando fallecía una persona, otra se trasladaba a Buenavista para avisar a Saturnino para que hiciera la caja del entierro. Uno o dos días después del velatorio, los hombres bajaban” por el camino del Risco con el difunto en el interior de la caja comunal. “En  aquella época”, continúa Patrocinia, “no había coronas de flores. Las mujeres bajábamos unos días después al funeral, en la iglesia de Buenavista”.

“No nos explicaban nada de los muertos y los vivíamos con miedo”, rememora Emilia aquellos pasajes de su infancia. Lo que más temor le daba era el regreso “de los hombres con la caja vacía, vestidos con sus ternos negros”. Al pastor Victoriano González también le daba miedo pasar por la cueva de las cajas. “Cuando pastaba con las cabras nunca iba por allí”. El miedo a los espíritus de los muertos estaba presente en aquella sociedad en blanco y negro. “Por las noches, colocábamos tijeras en cruz en la puerta de la casa para ahuyentar a las brujas”, cuenta la anciana Domitila González.

El antropólogo Manuel Lorenzo Perera –La Orotava 1947- es hijo adoptivo de Buenavista del Norte. Autor de numerosos trabajos de investigación, es director del Instituto Etnográfico de Tenerife. De Teno Alto, Perera afirma lo siguiente: “Teno es la isla del más allá. Tradicionalmente ha sido considerada como zona de rechazo, salvo para sus habitantes, aferrados como roques a un paisaje escarpado, duro y agreste”. 

Las cajas mortuorias de carácter comunal no son exclusivas del municipio de Buenavista del Norte.  En San Bartolomé de Tirajana, en el sur de Gran Canaria, todavía se conserva en una cueva el ataúd de Ayagaures. Los finados de ese caserío de montaña eran trasladados al cementerio de Tirajana. En La Palma se usaron en aldeas remotas de Garafía, mientras que en El Hierro, en Los Llanillos, municipio de La Frontera, había una caja común para las personas que no tenían recursos para pagar el féretro. “El que no tenía suficientes medios, lo metían en esa caja y lo llevaban al cementerio. Envuelto en una manta, lo colocaban en la tumba. Posteriormente, el ataúd lo volvían a llevar al lugar en el que siempre ha estado y que aún continúa”, explicó en julio de 2018 Marcos Barrera a este mismo periódico.

Los difuntos de la isla de La Graciosa protagonizaron hace décadas largas rutas hasta ser inhumados. Por tierra y por mar. Los finados eran trasladados en barca hasta el litoral del Risco de Famara. Desde allí, con una especie de camilla de tela y dos palos, cuatro personas subían el sendero con el finado y lo conducían hasta el camposanto de Haría. Esta práctica se realizó hasta 1943, año en el que se construyó el cementerio de La Graciosa.

 La tumba de Juan Méndez

Una vez superado el sendero del Risco, la ruta de la cultura de la muerte discurrirá en la Isla Baja. La ermita de la Hacienda del Conde de Siete Fuentes es un lugar emblemático porque en 1546 fue enterrado el fundador del pueblo, Juan Méndez el Viejo. Buenavista del Norte es de los pocos municipios tinerfeños con acta fundacional. Data de 1513, tan solo diecisiete años después del final de la conquista de la Isla, dato que ilustra la relevancia del menceyato guanche de Daute.

La siguiente parada es en la Casa del Chorro, ya en el casco histórico, catalogado como BIC. Aquí es donde dejaban a los difuntos tras el periplo por el camino del Risco hasta el día del entierro en el actual cementerio o, antes, en el Cementerio Viejo. Este antiguo camposanto es un inmueble con cinco siglos de historia. Los franciscanos construyeron un convento poco tiempo después de la fundación del pueblo. Con la desamortización, se transformó en cementerio pero desde hace 77 años está abandonado. Pronto resucitará.

Después de muchas gestiones y esfuerzos, hace tan solo dos semanas la Dirección General de Patrimonio Cultural ha notificado una subvención de 150.000 euros para su restauración. “Además de recuperar el bien histórico”, explica el concejal Esteban Lorenzo, “lo adaptaremos como espacio polivalente y será un elemento importante de la ruta de la cultura de la muerte”.

Un lugar relevante en la proyectada ruta de la muerte está en el barranco de El Palmar. Se trata de un yacimiento aborigen en la parte baja del pueblo de cuevas de habitación y funerarias. Algunas se han excavado pero requiere más investigación, declara la arqueóloga Ithaisa Abreu. “Este año, esperamos intervenir en una cueva funeraria”.

Aunque no es el mismo proyecto de “mundo de los muertos, pero sí coincide en el territorio”, es la propuesta de crear “un parque arqueoetnográfico que muestre la evolución de esta zona en El Palmar”, explica el concejal de Patrimonio Cultural, ya que “la mayor parte de las cuevas guanches fueron reutilizadas tras la Conquista”. Esteban Lorenzo lamenta que “nos está costando mucho impulsar la idea porque no hay el interés necesario por parte del Cabildo ni en otras esferas, al menos por ahora”.

A la espera de la posible habilitación del enclave arqueológico, el empeño por materializar el camino de la muerte llegará pronto a ser una realidad, según los planes municipales. No es el único. Una vez logrado el Camino de la Costa (ver capítulo 2 de esta trilogía), a final de este año se inaugurará el Museo de las Libreas, que rescata “una danza propia del Valle de El Palmar, única en Canarias”, señala Lorenzo. Para este propósito sí ha contado con apoyo financiero del Cabildo y de la Dirección General de Patrimonio Cultura, organismo que apoya los diferentes planes patrimoniales que diseña el consistorio de Buenavista del Norte, el pueblo, como reza su eslogan turístico, donde Tenerife comienza.

stats