Los lagartos 'devoran' el yacimiento de Belmaco

Los lagartos tizones (Gallotia Galloti , cuyos ejemplares machos son conocidos en La Palma como papos azules, están dañando de forma irreversible la estratigrafía del yacimiento arqueológico de Belmaco, en el municipio de Mazo, el más antiguo de Canarias. Los agujeros que realizan en el descrito entorno para hacer sus madrigueras, están socavando, como si fuera un queso gruyere, el repetido filón de valiosos vestigios de los primeros habitantes de La Palma. “Al remover la tierra” de la veta, expone con preocupación Jorge Pais, doctor en Arqueología y jefe de la Unidad de Patrimonio Histórico-Artístico del Cabildo de La Palma, están “descontextualizando la información” que permite, tras el análisis de los restos depositados en las distintas capas del terreno, sacar conclusiones científicas válidas sobre cómo eran y vivían los antiguos pobladores de la Isla.

Jorge Pais considera que “hay que hacer algo de forma urgente” para “erradicar” los lagartos del yacimiento. Dijo que el problema “no es nuevo” y apuntó que, en el año 2000, una empresa especializada “limpió los grabados rupestres y perfiló y consolidó la estratigrafía de dos metros de espesor” excavada en 1974 por el catedrático de Prehistoria de la Universidad de Alicante, Mauro Hernández Pérez.

Sin embargo, comentó, estos animales “son bastante prolíficos” y, en el citado enclave, “tienen abundante vegetación para alimentarse”. Recordó que son de “sangre fría” y, a partir de la primavera, añadió, “cuando comienza el calor, se propagan más y están más activos” a la hora de “escarbar”.

Insistió en que “los lagartos se meten debajo de las piedras y hacen agujeros” que afectan a las excavaciones arqueológicas pues, revolver el terreno “sacan los restos de su contexto y los desvirtúan”. Por tarto, tales vestigios “no sirven para elaborar estudios” ya que, al no ser posible determinar el orden cronológico del material extraído, “el más antiguo, puede ser el más reciente y viceversa”.

Pais cree que el problema originado por los lagartos será más complicado de solventar que el que provocaba una colonia formada por unas 200 palomas en “la integridad y conservación de los petroglifos prehispánicos” de Belmaco. Este último se solucionó con aves rapaces entrenadas para tal cometido por un experto en cetrería, si bien las palomas, dijo, “empiezan a volver”.

El lagarto tizón (Gallotia Galloti) es una especie endémica de Tenerife y La Palma, según se indica en la Enciclopedia Virtual de los Verbrados Españoles de Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas). Ha sido introducido en las Islas de El Hierro y Fuerteventura. Su rango de distribución altitudinal es muy amplio, extendiéndose, en La Palma, desde el nivel del mar hasta las cumbres .

El periodo de reproducción comienza en abril y dura cuatro meses. El tamaño de puesta varía entre tres y seis huevos. Se estima que alcanzan la madurez en el segundo y tercer año de vida y su longevidad es de 8 o 9 años.

La cueva de Belmaco, según se explica en un documento del Ayuntamiento de Mazo, se encuentra situada en un caboco del barranco de las Cuevas, junto a la carretera comarcal de Santa Cruz de la Palma a Fuencaliente. Está orientada hacia el sur-sureste y mide unos 35 metros de largo y su altura en el punto máximo es de 10 metros.

Los primeros petroglifos de Canarias

En el siglo XVIII se hallaron en Belmaco los primeros petroglifos descubiertos en las Islas Canarias. La importancia de estas inscripciones en piedra, convirtió el lugar en un punto de referencia y visita para los investigadores interesados en el pasado de La Palma y de las Islas Canarias.

El conjunto arqueológico de Belmaco lo forman diez cuevas naturales de habitación y una magnífica estación de grabados rupestres. En estas cuevas vivían los benahoaritas, antiguos pobladores de Benahoare (nombre con el que se designaba a La Palma).

En la cueva de Belmaco se encuentran cuatro piedras que tienen grabadas una de sus caras, dos fueron descubiertas por casualidad en 1752 por Domingo Van de Walle y las otras dos a finales del siglo XX, en las excavaciones realizadas por Luis Diego Cuscoy. Los grabados de estas piedras se hicieron con la técnica del picado, formando un surco de diversa profundidad y anchura. Los motivos de estos grabados son similares a los encontrados en otros rincones de la Isla de La Palma, donde la línea curva es la dominante, formando trazos serpenteantes, con espirales y círculos encajados uno dentro de otro. Estas inscripciones han sido interpretadas de muy distinta manera y hoy no se puede afirmar nada acerca del verdadero significado de dichos petroglifos.

En el año 1984, la Dirección General de Cultura del Gobierno de Canarias incoaba expediente para declarar a la Cueva de Belmaco como monumento histórico-artístico. En el año 1991 se presentaba oficialmente el Plan de Conservación de la Zona de Belmaco, que pretendía la consecución estudio y revalorización del yacimiento arqueológico, creando un museo y un espacio lúdico-cultural, dado el potencial cultural y turístico de la zona. Realizadas las correspondientes obras de restauración y mejora del lugar, se inaugura el Parque Arqueológico en el año 1999.

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