Vecinos de Las Canteras, en contra de la instalación de antenas de móvil
Los habitantes de la calle Doctor Miguel Rosas, en la playa de Las Canteras, están en pié de guerra contra la instalación de más antenas de telefonía móvil en la zona. Aseguran que “si instalan la antena de móvil será como una espada de Damocles sobre nuestras cabezas. Caeremos enfermos de cáncer y perderemos calidad de vida”. Sin embargo, los ingenieros de telecomunicaciones descartan que exista peligro.
En el edificio número 37b quieren poner una antena de móvil. Los vecinos se comunican rápidamente para buscar información y evitar su instalación. “No quiero que pongan la antena porque sus radiaciones producen cáncer. Dicen que no hay estudios que lo demuestren, pero es algo que comenta todo el mundo y cuando el río suena, agua lleva”.
“Además, justo en ese edificio no viven los propietarios, se alquilan los apartamentos a inquilinos que están de paso, extranjeros que viven hacinados con bajos recursos y no se enteran lo que van a montar encima de sus cabezas. Mientras, los dueños se benefician con el contrato de su instalación”, contesta Josefa Sánchez, vecina del inmueble.
“No hay derecho”, insiste Oreali Avero, “la calle mide nueve metros aproximadamente y justo enfrente se encuentra el colegio de Nuestra Señora del Carmen, con más de 500 niños que pasan todo el día en la zona, tenemos miedo”. El lugar está que arde y los vecinos sopesan soluciones para paralizar su instalación, aunque Sánchez reconoce que “es difícil organizarse. Necesitamos un motor que nos ponga en marcha”.
Para Francis Cabrera, profesor colaborador del departamento de señales, en la facultad de Ingeniería de Telecomunicaciones, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, esta situación “no es nueva”. Cabrera explica que “todos critican las antenas de móviles, pero primero es necesario acercarse a los conocimientos sobre su seguridad. Es curioso como los microondas también funcionan con energía electromagnética variable y nadie se preocupa por ellos. Pasa lo mismo con las antenas emisoras de radiodifusión y televisión, que justamente tienen más potencia”.
“El único estudio serio y homologado sobre la acción de las antenas en la población, lo realiza la Organización Mundial de la Salud (OMS)” añade el profesor. Desde 1998 la organización investiga los posibles efectos en personas que viven cerca de antenas de móvil en poblaciones de países europeos y Estados Unidos. “Los resultados son públicos y claros, no hay resultados que confirmen que exista una correspondencia entre las enfermedades cancerigenas y las antenas móviles”.
Las explicaciones científicas no convencen
Sin embargo, las explicaciones científicas no contentan a los vecinos. Sánchez piensa que “si los estudios fueran firmes no existirán tantas dudas”. “En el ayuntamiento nos dijeron que no podían hacer nada, porque no esta demostrado que produce cáncer, pero la realidad es que tampoco está comprobado que no lo produzca” agrega.
“La antena no produce ninguna enfermedad” insiste Cabrera. “Las frecuencias y las potencias de las antenas están reguladas por la Ley, que especifica claramente que deben tener una potencia muy por debajo a los límites dañinos”. El profesor agrega como “a priori uno puede pensar que con más antenas es peor, porque habrá un aglutinamiento de la energía electromagnética que desprenden; pero resulta que es todo lo contrario, con más antenas, cada una de ellas tendrá menos potencia y menos cobertura y por lo tanto, menos perjudicial si cabe”.
“Es como un sistema de riego” explica el profesor con un ejemplo. “Se puede regar un cultivo por aspersión o por goteo. Por aspersión es necesario propulsar con fuerza el agua para que desde un solo punto alcance el más lejano. Sin embargo, así el punto de salida se inunda y las zonas lejanas reciben muy poca agua”. “Con el sistema por goteo”- continúa Cabrera- “con menos fuerza del agua conseguimos una distribución uniforme. Con las antenas pasa lo mismo. Una sola antena debe tener mucha potencia y en sus límites la cobertura es escasa, se utiliza para poblaciones alejadas y se ubican en las montañas. En la ciudad es diferente, se colocan más antenas con menos potencia pero repartidas”.
Pese a los argumentos científicos, los vecinos consideran que una antena en la zona les provocará “dolor de cabeza y será el comienzo de una larga enfermedad. La espada de Damocles nos espera encima del número 37b”. Sánchez rebate las explicaciones del ingeniero con la duda “de si se rebajan la potencia de todas las antenas de la zona o sólo las de una misma compañía. Si una empresa de móviles sólo tiene una antena en un determinado lugar tendrá mucha potencia, aunque cerca de ella se sitúe otra de una compañía diferente”.
Las opiniones y la aversión a las antenas es un asunto serio para el profesor universitario, que reconoce que en el pasado “las antenas de radar de barcos y aviones generaron un mayor número de enfermos de cáncer durante la Guerra Fría (1947-1991), en la frontera de Alemania”. Aunque Cabrera añade “que se trata de una historia pasada. Ahora la tecnología ya sabe cual es el límite para caer enfermo y siempre maneja cantidades inferiores”.
Los vecinos no confían y consideran que “si la instalación de una antena de móvil se puede evitar se hará, porque no vamos a permitir su colocación. Antes, tiramos el móvil. Que vivíamos igual de bien sin él”. “La antena es como un veneno que quieren poner al lado de nuestra casa. Somos una playa de bandera azul que esconde detrás del paseo el Bronx canario” concluyó Sánchez.