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Barbie reabre el debate sobre el cuerpo femenino

Barbie es fabricada por la empresa estadounidense de juguetes Mattel, Inc., lanzada en marzo de 1959.

Nidia García Hernández

Las Palmas de Gran Canaria —

Barbie lleva años creando una oleada de sentimientos contrapuestos, enfrentando a coleccionistas y detractores, parece no dejar indiferente a nadie. Icono de moda, es ansiada por niñas de todo el mundo que heredan el gusto de sus madres, pues Barbie ya es intergeneracional. Con 57 años de edad, es la muñeca más longeva y exitosa, manteniéndose en el mercado gracias a sus constantes reinvenciones. Su empresa creadora, Mattel, presume de que cada semana se venden millón y medio de Barbies, o lo que es lo mismo, unas 2,5 por segundo. A tales escalas no es de extrañar que sea, a la par, tanto objeto de veneración como de linchamiento. Acusada de frívola y de crear un estereotipo negativo para las niñas, es especialmente criticada por su cuerpo de proporciones imposibles.

Esta rubia simboliza para muchos la presión a la que se ven sometidas las mujeres por alcanzar unas medidas perfectas. De ahí que la última estrategia de la marca no se haya quedado en lo superficial, lanzando este mes de marzo una colección con la que rompen su molde original. Barbie deja de ser una rubia clónica de talla única para adquirir distintos cuerpos y rasgos. Todo un muestrario de siluetas con los que reflejar algo que el público llevaba años pidiendo: una Barbie más real. Con este movimiento, la icónica muñeca ha alcanzado la portada del mismísimo Time, donde estrena medidas, acompañada de la frase:¿Ahora podemos dejar de hablar de mi cuerpo?. Lo cual no ha hecho más que reabrir el debate en medios y redes sociales sobre las presiones físicas a las que son sometidas las mujeres –y cada vez más los hombres− en la sociedad actual. La prueba de que el poder de Barbie no se limita a la habitación de los niños.

Un cuerpo polémico desde el inicio

Su creadora, Ruth Handlers, se inspiró en una muñeca alemana conocida como Lilli, que estaba basada en una tira cómica publicada a principios de los cincuenta. En ella Lilli interpretaba a una chica descarada que no tenía problemas en usar a los hombres para conseguir lo que quería. Destinada a un público masculino por su más que evidente connotación sexual, era un regalo popular en despedidas de soltero. En cambio, Ruth vio en la exuberante muñeca un producto que le encantaría tener a su hija y terminó exportando la idea a Estados Unidos, esta vez rebautizada como Barbie.

Presentó la muñeca en 1959, durante la feria del juguete de Nueva York, causando rechazo y malos augurios: ninguna niña iba a querer jugar con una muñeca con pechos. Fallaron totalmente pues, fue precisamente su cuerpo adulto, lo que llamó la atención en un entorno dominado por juguetes con aspecto de bebé o de niño. Barbie, en contraposición, era una mujer adulta, una especie de alter ego para el futuro con el que ir practicando.

A medida que la muñeca se asentaba como icono mundial, empezaron a surgir críticas respecto a sus excepcionales medidas: 91-46-84. Las cuales supondrían, según los médicos, que Barbie carece de suficiente grasa subcutánea por lo que habría perdido su menstruación, un síntoma característico de la anorexia. Al parecer, si una mujer de carne y hueso tuviera las proporciones de Barbie, sus piernas serían dos veces más extensas que sus brazos, el cuello dos veces más largo y la mitad de ancho que lo normal, mientras que su cintura tendría retoques producto de la cirugía estética.

Se fue cimentando así, la idea de que el modelo propuesto por la muñeca entraba en conflicto con la percepción que las niñas tienen de su cuerpo. Esto se manifestó en iniciativas como la de Galia Slayen, estudiante de veinte años que extrapoló las medidas de Barbie para construir una muñeca a tamaño real y mostrar así el ejemplo negativo que, a su juicio, promueve. La Barbie real medía 1.82 metros y pesaba 49 kilos.

Sus opositores consideran que estas proporciones transmiten a las pequeñas el mensaje de que la mujer es valorada por un físico al gusto de los hombres. Pese a los intentos de Mattel de dotarla de autonomía e independencia, ejerciendo empleos de todo tipo, incluso en los tiempos en que las mujeres se limitaban a ser amas de casa. Lo cual no ha servido para neutralizar el enfoque sexista de mujer-objeto del que se la acusa. Pese a sus múltiples carreras, Barbie parece únicamente un cuerpo con trajes intercambiables.

Nacen las primeras alternativas

En 2013, el artista Nickolay Lamm lleva a cabo la creación de una Barbie distinta como parte de su Body Measurement Project. Para ello, usó las medidas de una chica promedio de 19 años para crear un modelo en 3D con el que comparar a Barbie. La idea era retratarlas juntas como un medio para tomar conciencia de que, sus proporciones imposibles, pueden acarrear comparaciones que conduzcan a la bulimia o la anorexia.

La acogida fue tal que Lamm terminó lanzando una campaña de crowdfunding con el fin de recaudar fondos para convertirla en un juguete al alcance de todos. A las 24 horas de iniciar la recaudación obtuvo los 95.000 dólares que necesitaba para financiar el proyecto. Terminó alcanzando una suma de 501.384$, lo que multiplicaba por cinco su presupuesto inicial.

Por medio de este reclamo popular nació Lammily, la cual lucía un maquillaje natural y contaba con proporciones más humanas. Fue vendida como “la primera muñeca hecha con las proporciones típicas del cuerpo humano, para promover estándares de belleza realistas”. Tanto, que incluía un pack de pegatinas con el que simular acné, celulitis o estrías y rasguños o picaduras de mosquito.

Lammily reflejaba el hecho de que las mujeres tienen figuras diferentes lo que, unido a otros estudio de mercado, llevo a Mattel a preguntarse: ¿y por qué Barbie no? En un tiempo donde se reivindica cada vez más un físico real por parte de actrices como Kate Winslet, que se opone a que sus fotos sean retocadas, o creadoras como Lena Dunham quien, en su serie Girls, expone su cuerpo desnudo sin tapujos con la intención de normalizar una figura desterrada de los medios. Así, en medio de esta corriente que se niega a rechazar lo humano, la marca anunció que la muñeca empezaría a estar disponible en tres alturas y tallas diferentes: petite, tall y curvy. Entre las que habrá distintas combinaciones de tonos de piel, color de ojos y tipo de pelo, hasta un total de treinta y tres.

Los psicólogos defienden esta propuesta como un medio para paliar el bombardeo constante de imágenes que exaltan una belleza irreal, lo que termina desembocando en peligrosas dietas y cirugías estéticas. Las nuevas Barbies lanzan un mensaje positivo de heterogeneidad donde ya no hay un único estándar de belleza, lo que puede jugar un papel importante al ser las niñas su público objetivo.

El sexismo en los juguetes

Las feroces críticas a Barbie no se han centrado exclusivamente en sus medidas idealizadas sino que han ido más allá, analizando el modelo de conducta que ésta representa. Para M.G. Lord, autora de una biografía no autorizada de la muñeca, ésta fue diseñada para “enseñar a las mujeres lo que se espera de ellas en la sociedad”. Un papel sumiso y decorativo, que se ha potenciado con los distintos experimentos hechos por Mattel, como la Barbie que habla. Lo que parecía una apuesta novedosa, no lo fue tanto en la selección de frases, adjudicándole perlas como: “¿Alguna vez tendremos suficiente ropa?” o “La clase de matemáticas es difícil”. Cargadas de controversia por la imagen tonta y superficial que atribuye a la muñeca y, en consecuencia, a las niñas dispuestas a repetir el patrón.

Recientemente un libro publicado en 2013 que lleva por título Barbie: puedo ser una ingeniera informática, desató un aluvión de críticas en la red a raíz de una mención hecha por la bloguera Pamela Ribbon. Ésta se dio cuenta de que la intentona de la marca por luchar contra los estereotipos de la industria de la tecnología, se quedaba en las meras apariencias. Así, la Barbie informática asume que necesitará la ayuda de dos personajes masculinos, Steve y Brian, para poner en marcha su proyecto ya que, pese a su ingeniería, solamente es capaz de encargarse delas ideas de diseño creativo. La historia termina con Barbie contagiando de virus su ordenador e incapaz de solucionarlo. Con cero iniciativa, espera el rescate de sus amigos programadores, repitiendo el cuento clásico de la princesa que debe ser rescatada.

Se entiende entonces que muchos vean en la muñeca un estereotipo desfasado que infunde unos valores sexistas a las niñas. Lo que se suma a los movimientos en favor de la igualdad en materia de juguetes que lleva suscitándose en los últimos años. Empezando por la publicidad que, habitualmente, explota estereotipos de género: focalizando muñecas, cocinitas y el color rosa en las niñas y dejando los kits de construcción, los coches de carreras y el azul para los niños. En Reino Unido existen grupos de presión que persiguen el fin de las jugueterías organizadas por géneros, en lugar de por categorías. Visto como un medio de limitar los intereses de los pequeños y de direccionarlos, indicando qué es válido para cada sexo y qué no. Estos padres han conseguido que grandes almacenes como Marks and Spencer o jugueterías como Hamleys, en Londres, descarten las etiquetas de niños y niñas. En Canarias, se ha hecho eco de estas mismas inquietudes el Instituto Canario de Igualdad, poniendo en marcha la campaña de navidad: “Elegir los juguetes no es un juego. Esta Navidad Regala Igualdad”. Cuya idea es promover el uso de juguetes no sexistas que fomenten la igualdad desde la infancia.

¿Genética o aprendizaje cultural?

La artista surcoreana JeongMee Yoon, tomó la idea para su The Pink and Blue Project, al observar que su hija de 5 años no quería jugar ni llevar otra ropa que no fuera rosa. La pequeña estaba completamente absorbida por las campañas de marketing que catalogan los colores por género. De esta forma, Yoon comenzó a fotografiar a niños estadounidenses y surcoreanos en sus habitaciones repletas de objetos, perfectamente codificados en azul y rosa. Esto, además de una crítica al consumismo voraz al que se exponen los menores, pone de manifiesto la división clara a la que los somete el mercado.

Las estrategias publicitarias están claras pero los científicos se preguntan si nuestro gusto es algo aprendido o si existe algún componente genético en nuestras elecciones. ¿Somos más propensos a elegir un determinado juguete en función de nuestro sexo?

Un estudio de la Universidad A&M de Tejas, en Estados Unidos, se inclina a pensar que sí. Defienden que son los genes los que determinan las preferencias a la hora de elegir un juguete predominantemente masculino como un coche o más femenino, como en el caso de las muñecas. Para ello realizaron un experimento con treinta bebés de entre 3 y 9 meses, aprovechando que aún no son conscientes de las presiones sociales de género. A los niños se les mostraba dentro de un teatro de títeres una muñeca o un coche, observando la atención que prestaban a ambos objetos. La preferencia fue la esperada para su sexo, lo que parecía responder a algún tipo de programación genética.

Los investigadores explicaron este condicionamiento apelando a tiempos ancestrales donde el hombre se mostraba más activo por la necesidad de buscar alimento mientras que la mujer quedaba relegada al cuidado de los hijos. Se estipula que ése sea el origen de las elecciones; de manera que existe una mayor identificación de los varones con la acción y el movimiento que proporciona el coche de juguete, frente a la tranquilidad e identificación de rostros que obtienen ellas de la muñeca.

Esta tendencia aparece también en un experimento con monos rhesus realizado en el Centro de Investigación de Primates de Atlanta. Treinta ejemplares de ambos sexos tuvieron que escoger entre coches y muñecas. Sorprendentemente, los machos rechazaron a las muñecas y las hembras hicieron lo propio con los coches. Los científicos especulan con la idea de que no son los juguetes lo que eligen, sino la actividad física que éstos posibilitan. Es decir, los machos prefieren juegos más activos y esto les hace inclinarse por juguetes que permitan un mayor movimiento y al contrario con las hembras, más predispuestas al cuidado.

¿Afecta Barbie a las niñas?

El impacto de Barbie no deja de ser objeto de estudio ya que, en los tiempos que corren, todas las niñas crecen con ella en mayor o menor medida. Las investigaciones se centran en su posible influencia, tratando de averiguar en qué proporción su imagen se internaliza y sirve como referente a edades tan tempranas.

Precisamente es en la revista Developmental Psychology, donde Helga Dittmar, Emma Halliwell y Suzanne Ive determinaron, en 2006, que el resultado inmediato de mostrar una serie de imágenes de Barbie a niñas de entre cinco a siete años de edad, provocaba una disminución significativa en el nivel de satisfacción que tenían sobre su cuerpo. Es lo que denominaron el síndrome de Barbie, encargado de disminuir de manera significativa la estima corporal y de aumentar la discrepancia entre el tamaño real y el ideal del cuerpo. Se observó que a estas edades, la muñeca se convierte en una aspiración, nace el deseo de ser como ella. De hecho, se ha demostrado que la aspiración de delgadez surge en las niñas significativamente pronto, alrededor de los 6 años, razón por la cual el modelo de Barbie se pone en duda. Este deseo de imitar puede terminar desencadenando en baja autoestima, depresión o malos hábitos alimenticios entre aquellas niñas que sientan que no dan la talla.

Postura contrapuesta es la del Dr. Worobey de la Universidad de Rutgers quien, en 2009, realizó una investigación sobre la relación de Barbie y sus propietarias. Tras hacer un estudio con 254 mujeres criadas con la muñeca, encontró que ni el número de ellas, ni la edad a la que tuvieron su primera Barbie, tenía un impacto significativo en su propia imagen o su conducta alimentaria. En cambio se observó, que el factor más importante a la hora de predecir el comportamiento alimentario y la obsesión con las dietas de una mujer, eran sus recuerdos de cuánto valoraba la apariencia física su familia y entorno.

Cabe preguntarse entonces, ¿hasta qué punto se puede pedir responsabilidades a una muñeca? Se ha demostrado que el juego con las mismas permite a las niñas identificarse de una manera sencilla con el mundo real, reproduciendo situaciones con las que aprenden a resolver problemas. Como un simulacro de la vida real, útil para el desarrollo emocional y cognitivo así como para mejorar la capacidad comunicativa, la imaginación y la creatividad.

Generaciones han jugado con la famosa muñeca sin, aparentemente, consecuencias negativas. Por lo que cabe preguntarse: ¿está sirviendo Barbie de chivo expiatorio? Es indudable que existen influencias externas mucho más poderosas, como la publicidad, la moda o el cine donde, constantemente, se muestra una belleza irreal –y en ocasiones insalubre− que cosifica a las mujeres. La prevalencia de estas imágenes poco realistas y su refuerzo crónico, provoca una constante discrepancia. Esta exposición influye en la percepción que tienen las mujeres de sí mismas, originando unas expectativas que se verán permanentemente frustradas.

Resulta evidente que estamos inmersos en una vorágine de culto al cuerpo, un canon ilusorio de juventud y extrema delgadez, que debemos alcanzar para obtener el éxito. La belleza es una promesa de felicidad, proponía Stendhal, lo que parece concordar con el panorama actual del país. España lidera el ranking de operaciones estéticas −tras el trío imbatible formado por Brasil, Venezuela y EE UU− y dispara los medidores de audiencia con programas que veneran la apariencia. Es el caso de Mujeres, hombres y viceversa, una pasarela de abdominales y silicona donde se exhiben sujetos incapaces de hilvanar una frase coherente; todo un homenaje a las carcasas vacías.

Los hombres están empezando a padecer las tiranías de la belleza pero es en el caso de las mujeres donde esto se manifiesta más activamente. Científicas, escritoras, políticas y, en definitiva, mujeres que ocupan puestos intelectuales, parecen seguir necesitando la validación social de su físico. O peor, si éste es adecuado al canon de belleza, se pone en duda sus habilidades. Hace apenas unos meses, twitter se llenó de mensajes para combatir este estereotipo bajo el hashtag #ILookLikeAnEngineer (“Parezco una ingeniera”). El origen fue la controversia que causó una campaña publicitaria protagonizada por una ingeniera llamada Isis Wenger. Cuando la publicidad se distribuyó por la ciudad de San Francisco, muchos empezaron a criticar en las redes sociales a la chica, incrédulos ante la posibilidad de que pudiese ser realmente una ingeniera, como citaba el anuncio, por el simple hecho de ser guapa. A raíz de esto, cientos de mujeres usaron el hashtag para colgar fotografías de ellas mismas en sus espacios de trabajo, tratando de invalidar con ello, la idea de que su físico las incapacita para tener una carrera técnica. Porque los méritos no tienen por qué ir acompañados de una carcasa bonita y viceversa.

Trabajar todos estos condicionantes es una labor extensa con previsión de alargarse en el tiempo. Es por ello que el gesto de Barbie de ofrecer alternativas físicas, es una pieza más para terminar con estereotipos que frenan la evolución hacia una sociedad mejor. El hecho de que las grandes marcas estén siendo partícipes de este movimiento, es síntoma de cambio y, quién sabe, tal vez esta nueva generación de niñas crezca en un mundo donde, los prejuicios, sean menos.

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