Entrenar el cerebro: reducir el deterioro cognitivo de la edad es posible con los ejercicios adecuados

Estimular nuestro cerebro depende de nosotros y los hábitos que tengamos.

Nidia García Hernández

Santa Cruz de Tenerife —

Los avances médicos junto a las mejoras sociales y económicas han contribuido a incrementar la esperanza de vida, aumentando las expectativas en más de 40 años desde el último siglo. Haciendo una comparativa con 1910, los españoles vivimos, de media, el doble de tiempo: 86 años, en el caso de las mujeres, y 80, en el de los hombres. Sin embargo, uno de los reversos negativos que trae esta prolongación, es la aparición del deterioro cognitivo. Vivimos más pero a costa de una memoria, velocidad de procesamiento y capacidad de atención deficientes.

La monotonía en los trabajos y la repetición de tareas activan el piloto automático del cerebro, adormeciéndolo por la falta de retos. Es el mismo efecto que experimentamos cuando conducimos un coche o montamos en bicicleta, inicialmente, son actividades que requieren toda nuestra atención pero con la práctica se convierten en una rutina automatizada. El cerebro, para mantenerse a punto, necesita estímulos con los que ejercitarse, donde la variación es clave para evitar el estancamiento.

Las nuevas tecnologías tampoco ayudan, ya que fomentan la desconcentración y empobrecen la memoria. Saltamos de una web a otra, sin focalizar la atención, hasta el punto de olvidar lo que estábamos buscando originalmente. O consultamos nombres, fechas y datos al primer lapsus, sin esforzarnos en rememorar por nuestra cuenta. Antes era común recordar múltiples números de teléfono o fechas de cumpleaños, ahora son tareas que delegamos en Google o Facebook. Todo esto no es algo malo de por sí, son atajos, facilidades, pero a la larga, perpetuar este sistema impide que practiquemos hábitos beneficiosos para nuestra salud mental.

Es evidente que actividades como la meditación, aprender otro idioma o tocar un instrumento musical sirven para aumentar la memoria, la claridad y hasta el estado de ánimo. El problema es que no siempre contamos con el tiempo necesario para llevarlas a cabo. Un sustituto en los periodos de peor agenda y una forma de exculpar a nuestros dispositivos electrónicos, son las aplicaciones móviles. Éstas ofrecen ejercicios cortos y divididos por temáticas, donde podemos elegir el tiempo y las áreas a trabajar: razonamiento, memoria, agilidad mental, cálculo, etcétera.

Según los últimos descubrimientos en el campo de la neurociencia, el cerebro alcanza su máxima capacidad en la veintena, de ahí en adelante, va disminuyendo su funcionamiento cognitivo. No obstante, un entrenamiento regular puede mejorar su actividad y reducir el declive. Al igual que el ejercicio físico produce mejoras en nuestro cuerpo, el cerebro es capaz de desarrollar su rendimiento gracias a la neuroplasticidad o, lo que es lo mismo, la habilidad de la mente de moldearse con el aprendizaje.

1.400 neuronas nuevas cada día

Hasta hace poco se creía que el cerebro humano, que contiene alrededor de cien mil millones de células neuronales, no podía producir otras nuevas. Es decir, que nacíamos con un número finito de neuronas, que iban muriendo sin posibilidad de ser reemplazadas. En cambio, hoy sabemos que la capacidad de crear, tanto nuevas neuronas como conexiones entre las mismas, es un proceso que dura toda la vida. Se le conoce como neurogénesis.

Tal descubrimiento tiene su base en los residuos generados durante los ensayos nucleares. Concentrados en los años cincuenta, trajeron consigo un incremento de carbono-14 a la atmósfera. Esto terminó originando un traspaso en cadena desde las plantas, que absorbían la molécula mediante fotosíntesis, pasando por los vegetales y, posteriormente, a los animales que se alimentaban de ellos. En el último eslabón, los humanos obtuvieron la molécula a través de los alimentos, dando lugar a un marcador único que fue utilizado por los investigadores.

El carbono-14 se integra en el ADN de las células, lo que permitió al equipo del Instituto Karolinska de Estocolmo calcular la fecha de nacimiento de las neuronas del hipocampo, región asociada a la memoria y a los procesos de aprendizaje.

Siguiendo el rastro en los tejidos cerebrales de los fallecidos, se pudo estimar el ritmo de fabricación, concluyendo que un cerebro adulto crea unas 1.400 neuronas nuevas, cada día, y a un ritmo que apenas decrece con la edad. De hecho, cada año se regenera casi el 2% del hipocampo. Estas nuevas neuronas son clave para la adaptabilidad cognitiva y suponen una reformulación en materia de neurociencia cognitiva.

El potencial de la neuroplasticidad 

Los datos obtenidos de estudiar el cerebro han cambiado la visión que teníamos de éste, convirtiéndolo en un sistema altamente dinámico, capaz de cambiar y de desarrollarse. Se abandona el modelo estático e invariable. Si bien es cierto que su maleabilidad es mayor durante la infancia, esto no impide que, incluso los ancianos, sean capaces de producir transformaciones importantes en su estructura. La causa es la neuroplasticidad, una capacidad estrechamente ligada al aprendizaje y la experiencia.

Un estudio realizado en 2006 por la University College de Londres descubrió que los taxistas de la ciudad tenían un hipocampo más grande que el de los conductores de autobús. El hipocampo es importante para la memoria espacial y dado que los taxistas tienen que realizar rutas cambiantes de manera eficiente, trabajan mucho más esta parte del cerebro, potenciándola. En cambio, los conductores de autobús, siguen un conjunto limitado de rutas, lo que aporta un desarrollo menor.

Por su parte, las personas que hablan otro o varios idiomas en su vida diaria, están beneficiando su funcionamiento cognitivo, más allá del procesamiento del lenguaje. El cerebro bilingüe, al manejar dos idiomas al mismo tiempo, consigue ser más eficientes en actividades multitarea. Además, es mejor a la hora de descartar estímulos irrelevantes, lo que se traduce en una mejor atención y memoria de trabajo.

Los avances en neuroimagen sugieren que practicar otro idioma produce cambios estructurales en el cerebro, mejorando su conectividad entre las distintas áreas. Recientemente, se ha observado que los adultos bilingües tienen más densidad de materia gris, especialmente en el hemisferio izquierdo del cerebro, donde se controlan las habilidades relacionadas con el lenguaje y la comunicación. El efecto es más notable en las personas que aprendieron un segundo idioma antes de los cinco años y en aquellos que tienen un buen control de éste.

Lo mismo ocurre con los músicos. Tocar un instrumento involucra, al mismo tiempo, distintas áreas del cerebro, especialmente las cortezas visuales, auditivas y motoras. A la larga, se consigue aumentar el volumen y la actividad del cuerpo calloso del cerebro –el puente entre ambos hemisferios− permitiendo que los músicos sean capaces de resolver problemas de un modo más eficaz y creativo.

Otra manera de complementar este tipo de actividades, es realizar ejercicios a través de aplicaciones de entrenamiento mental. Disponibles en diversas plataformas, permiten una mejor gestión de los tiempos y la posibilidad de llevarlas a cabo en cualquier lugar, gracias a nuestros dispositivos. Su fin es fomentar la concentración, la memoria, la percepción espacial y muchas otras. Una práctica con la que compensar aquellos días donde estemos más atareados.

Por tanto, podemos decir que los genes no son el único factor que determina cómo nuestro cerebro se desarrolla y forma sus conexiones internas. También son cruciales las experiencias que elijamos para trabajar con nuestra mente, pudiendo introducir cambios significativos en su arquitectura. Nuestras condiciones no son inmutables, tan solo requieren trabajo y dedicación. Como decía Ramón y Cajal: “Toda persona puede convertirse en escultor de su propio cerebro”.

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