Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.
EN RECUERDO DE ISAO TAKAHATA
Por todo ello, decidimos escoger la película “Hotaru no Haka” (la Tumba de las Luciérnagas, en español), dirigida en 1988 por Isao Takahata, la otra columna sobre la que se sustentaba el estudio Ghibli. La cinta, basada en una novela homónima del escritor Akiyuki Nosaka, desmontaba de un plumazo todos los prejuicios de quienes pensaban que la animación era un producto para niños.
Isao Takahata
Esta semana que termina se cierra, además de con toda una serie de astracanadas, con el fallecimiento del creador, aunque la noticia haya pasado desapercibida entre el oleaje de disparates recurrentes en nuestra sociedad.
Debido a ello, reproduzco a continuación el texto que escribí para la presentación de dicha película en el anteriormente mencionado ciclo de animación japonesa. Sirva éste como homenaje a la figura de Isao Takahata.
“En las escuelas de periodismo se enseña que la primera víctima de toda guerra es la verdad. Pero muchos parecen olvidar que, junto a ella, cogida de la mano, está la inocencia, simbolizada en los niños que ven, mudos por el terror, los desmanes que se suceden a su alrededor.
Y es sobre estas dos premisas donde se apoya La Tumba (o cementerio, según la traducción) de las Luciérnagas, una de las obras cumbres de la animación, entendiendo el género como algo más que un divertimento para los más pequeños. Su autor es el director, y mitad indiscutible -junto con Hayao Miyazaki- del Estudio Ghibli, Isao Takahata, uno de los máximos exponentes de la animación considerada como un medio de expresión para el público adulto.
Cartel japonés original de la película Hotaru no Haka (1988)
La Tumba de las Luciérnagas (Hotaru no Haka) está basada en la novela homónima del escritor japonés Nosaka Akiyuki y en ella se cuenta, de forma semi-biográfica, sus experiencias durante la guerra del Pacífico y en la posguerra. Nosaka forma parte de los autores surgidos después del desastre bélico y refleja en este relato las contradicciones de la sociedad japonesa en esos momentos, atrapada entre el pasado imperial y el cambio de mentalidad que había traído el siglo XX, sin olvidarse de hacer hincapié en las razones por las cuales Japón se sumergió en la contienda. En las páginas de su libro asistiremos al drama y a la sinrazón de una guerra y sus efectos, vistos por los ojos infantiles de sus protagonistas que no acaban de asimilar lo que pasaba.
La novela despertó el interés del director Takahata y, tras ponerse en contacto con el escritor -que no estuvo muy convencido con el proyecto al principio, pero que, tras ver las primeras ilustraciones, cambió radicalmente de postura y tuvo claro que la animación era el vehículo perfecto para adaptar el relato- se encargó de escribir el guión de la película.
El resultado es una de las cintas más duras y desgarradoras de cuantas ha realizado el estudio, donde los espectadores asistiremos al drama de unos protagonistas que nada pueden hacer para cambiar su destino.
La película se vale de un fantástico uso del flash-back -como ya se pusiera de manifiesto en títulos de la talla de Sunset Boulevard o en D.O.A.- para contarnos los sucesos que se irán desarrollando, valiéndose además de un dibujo limpio y claro y de un cromatismo que refleja los distintos estadios de la acción de manera descriptiva y real.
A su vez, Takahata no renuncia a criticar las actitudes de los distintos protagonistas, más interesados en mantener sus posturas que en buscar soluciones, salvo en el caso de la pequeña Setsuko, la cual parece darse cuenta de la realidad de manera más clara que el resto.
Al final, cada pieza se colocará para mostrarnos el tapiz final, donde todo termina como ya sabemos que lo hará desde que aparece el plano que abre la narración.
Y es que su propio título, La Tumba de las Luciérnagas, simboliza muy bien lo que supone una guerra; es decir, un lugar donde se entierran todas las ilusiones y esperanzas de sus protagonistas y, en el caso de esta historia, de una sociedad que verá cómo aquello en lo que cree acabará desapareciendo como la luz de una luciérnaga.
Su estreno en 1988 coincidió con el que, luego, se convertiría en el símbolo del estudio, Mi vecino Totoro (Tonori no Totoro), todo un canto a la esperanza de la infancia, la cual compensaba en cierta medida el dramatismo de una historia como la escrita por Akiyuki. Es más, en los Estados Unidos de América las estrenaron juntas en los cines.
La Tumba de las Luciérnagas es, sin duda, una obra de rabiosa actualidad en medio de un mundo mediático empapado de posguerra, refugiados, y que, cada día, está más lleno de tumbas como la que da título a esta película.“
© Eduardo Serradilla Sanchis, 2018
© 2018 Shinchosha Company & Studio Ghibli
Sobre este blog
Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.