“Hemos aprendido a soportar el dolor, porque la verdad es que nos morimos por dentro”

Ithaisa Suárez en el solar anexo a la casa de su padre, donde desapareció Yeremi.

Cristina Díaz de Aguilar/Efe

Las Palmas de Gran Canaria —

La madre de Yéremi Vargas, Ithaisa Suárez, asegura que en los diez años “terribles” que han transcurrido desde que su hijo desapareció mientras jugaba cerca de su casa de Vecindario ha intentado que su familia recupere su vida, aunque sigan con una desgracia que cuesta un mundo llevar.

“Hemos aprendido a soportar el dolor, porque la verdad es que nos morimos por dentro. Pero tenemos que seguir”, confiesa Suárez en una entrevista concedida a Efe, a punto de cumplirse el décimo aniversario de su desaparición, un caso que conmovió en su día a toda España, que nadie ha podido olvidar en Vecindario y que se mantiene vivo pese al tiempo transcurrido.

La madre del pequeño afirma que el 10 de marzo, el día de su desaparición, “es uno más sin Yeremi”, aunque reconoce que toda la familia se “viene abajo” porque se cumple otro año sin el niño.

“Vivimos con la desgracia, pero vivimos. Es un sinvivir, pero hacemos nuestra vida corriente con este peso encima, que cuesta llevarlo, la verdad”, relata.

Ithaisa Suárez ya tenía otro hijo que contaba con 13 meses cuando su hermano Yéremi desapareció. Y ahora la acompañan su nueva pareja y dos hijos más.

Los tres niños han crecido con la desgracia de Yéremi, pero su madre y sus abuelos han tratado ocultarles los momentos de tristeza y angustia para procurar que sean felices, aunque, a veces, cuando ven a su hermano “en la tele”, también se “vienen abajo”, lamenta su madre, que trata de pasar todo el tiempo que puede con ellos y reconoce son los que les hacen sonreír.

El giro que ha dado el caso en el último año, desde que la Guardia Civil detuvo a Antonio Ojeda, “El Rubio”, como sospechoso de la desaparición de Yéremi, ha sido “algo bueno”, según la madre, porque ya saben “quién se lo llevó”, aunque también ha significado “un palo” averiguar “que ha sido un pederasta, porque el final del niño ha podido ser terrible” (“El Rubio” acaba de ser condenado por agredir sexualmente a otro niño en 2012).

Ithaisa Suárez confía en que la Justicia consiga hacerle revelar “dónde está” su hijo, porque la familia Vargas-Suárez está convencida de su culpabilidad, por todos los indicios que apuntan a ello. “Son muchas las sospechas”, dice.

Por ello, indica que tienen todas las esperanzas puestas en que la Justicia les ayude, aunque añade que ha sido “terrible” que el juez encargado del caso haya rechazado las dos últimas pruebas propuestas por su abogado: reconstruir lo que pudo ocurrir el 10 de marzo de 2007 y someter a “El Rubio” a un careo con los presos que han testificado que le han oído contar cómo murió Yéremi.

La familia ha recurrido esta decisión del juez, según relata Ithaisa Suárez, quien afirma que están “desesperados”, especialmente su padre, que ha salido a buscar a su nieto por el barranco donde creen que “El Rubio” pudo haber arrojado al niño. Ella misma dice que “no puede comer, tiene muchos nervios y vomita”.

Cuando recibe noticias relacionadas con su hijo, ya no le salen lágrimas. “Ahora nos ponemos enfermos”, dice la madre de Yéremi, que ya no puede llorar, aunque sienta “un vacío grande y angustia”.

Ithaisa Suárez admite que en estos años las instituciones se han portado muy bien con ella y que la Guardia Civil es ya “como de su familia”, especialmente el equipo de la Unidad del Crimen Organizado, y recomienda a quienes sufren casos como el suyo que luchen hasta el final y no paren de buscar a sus seres queridos.

En su caso, señala que su familia mantiene la esperanza y por eso no se cansa de recibir a los medios de comunicación para que su hijo no caiga en el olvido, ni tampoco de recordar la última vez lo vio.

“Eso fue horrible, una pesadilla, parecía que se iba a hundir el mundo. Fue inexplicable”, señala Ithaisa Suárez, quien manifiesta que, tras regresar de comprar pollos para comer, aparcó el coche junto a la casa de sus padres y el solar donde su hijo estaba jugando con sus primos pequeños.

Ella afirma que lo vio al entrar en casa y que lo último que recuerda que le dijo fue “sube a comer Yeri” y él le contestó “vale mami”. “Todo es injusto”, se lamenta.

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