Los artesanos combaten la crisis: no hay turistas, pero la gente descubre que arreglan zapatos o venden de todo

Octavio González en su zapatería.

Silvia Álamo

Las Palmas de Gran Canaria —

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Octavio González continúa trabajando en su zapatería. Con la sonrisa que se le dibuja a través de la mascarilla recibe a todas las personas que se acercan para preguntar por sus servicios. La cremallera de un bolso, pegar la suela de un zapato y hasta coger el bajo de un pantalón, entre otros quehaceres que no han cambiado con la llegada del coronavirus. Peyo Benítez sigue construyendo timples canarios como si el mundo no estuviera viviendo una pandemia. Trabaja despacio, a su ritmo, “despacito y con buena letra” y, aunque no tiene claro cómo serán las ventas de este año, es optimista. A Nicolasa Matías le invade la incertidumbre, no sabe cuándo volverá con normalidad a su stand en el mercadillo dominguero del municipio grancanario de Teror o cuándo se reanudarán las ferias de artesanía para exponer sus cocinas y balcones canarios en miniatura. 

Nayra Rodríguez abre las puertas de su tienda en la calle Real de la Villa Mariana de Teror y recibe a sus clientes. Para empezar la mañana, un bolso de cuero que había cautivado a una compradora unos días atrás. Mientras, Alberto Lorenzo trata de tomarse todo lo que está pasando con filosofía. Está viviendo una situación económica “caótica” ya que ha perdido la totalidad de los ingresos debido a la suspensión de las ferias de artesanía. Desde el inicio de la pandemia y con la declaración del estado de alarma, el sector se ha visto muy damnificado. Fue uno de los primeros en detener su actividad y presumiblemente le costará reiniciarla, al menos al completo.

Nicolasa Matías tiene su taller en La Aldea de San Nicolás. Junto a su marido se desplaza a todas las ferias organizadas por la Fedac (Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria), de la que es miembro. Además, cada domingo monta un puesto en el mercadillo de Teror. Allí expone maquetas de cocinas, balcones, fachadas… de casas canarias que atraen a todo tipo de públicos. Todos los detalles que presentan sus miniaturas, con un especial cuidado, llaman la atención de turistas extranjeros y peninsulares. La crisis sanitaria le ha supuesto una paralización total en sus ventas y cada día se cuestiona qué ocurrirá cuando todo vuelva a la normalidad. “¿A quién le vamos a vender? La gente de aquí compra poco, nosotros vendemos al turismo. Esto es un fracaso”, lamenta. 

Es muy consciente de la complicada situación que existe en estos momentos, con la ayuda que está recibiendo de la Fedac, institución dependiente del Cabildo de Gran Canaria, paga su cuota de autónoma pero no quiere pensar en el momento en el que la quiten. “Yo no tengo ninguna entrada de dinero más, solo vivo de lo que hago”, asegura. Durante el año la fundación organiza hasta tres ferias, una de ellas, la de Navidad, es muy importante para las personas que trabajan en el sector de la artesanía ya que muchos de sus productos se convierten en los regalos de las fiestas. Además de los puestos que lucen en los días importantes de los pueblos o el Día de Canarias. Las grandes aglomeraciones de gente que se concentran en este tipo de eventos ponen en duda la celebración este año de este tipo de ferias. Nicolasa cuenta que desde que se declaró el estado de alarma no ha podido vender ninguno de sus productos por lo que la situación se le vuelve “muy complicada”. Sabe que en breve podrá volver a montar su puesto en el mercadillo pero desconoce si le merece la pena, ya que la actividad turística aún no se ha reactivado. 

Octavio González ha observado un cambio en el comportamiento de la gente, sobre todo en las primeras semanas de alivio del confinamiento, cuando aún estaban los centros comerciales cerrados y los vecinos se acercaban a los pequeños comercios del municipio para hacer sus compras. “Mucha gente que no tenía ni idea de que había cosas que se pueden arreglar, como unos zapatos o un bolso, ahora vienen y te preguntan”. En una de las calles traseras a la Iglesia de Teror, observa que ya hay más movimiento en este pueblo de las medianías de Gran Canaria y que la población se está volviendo más solidaria. Cree que la crisis sanitaria ha hecho que muchas personas se percaten de que existen este tipo de negocios cerca de sus casas. 

El parón de la actividad turística le ha detenido la venta de bolsos y zapatos pero durante este tiempo ha llegado un nuevo público que quizás antes estaba dormido. Ha vendido muchas agujas, hilos, ovillos, ha vuelto a arreglar máquinas de coser… “Mucha gente ha retomado actividades que antes del confinamiento no podían hacer por falta de tiempo y para ello han vuelto a reencontrarse con los pequeños comercios”. Es consecuente de que con la reapertura de las grandes zonas comerciales muchas personas volverán a hacer sus compras a las ciudades pero se siente esperanzado al saber que han descubierto los pequeños negocios de los pueblos. 

Nayra Rodríguez ya ve cómo se está retomando la actividad en Teror, especialmente los fines de semana debido a que la gente se acerca a visitar a la Virgen del Pino, la patrona de Canarias. “Gracias a eso y a que tengo la tienda si no estaría hundida”, reconoce. Además, es miembro de la Fedac y participa en todas sus ferias, pero este año lo ve muy difícil. “No será lo mismo que antes, tendrán que ir menos artesanos y muchas personas dejarán de ir para evitar aglomeraciones”. A la espera de las ayudas para los artesanos por parte de la fundación, cada día atiende a los vecinos de Teror y a los visitantes que se acercan a su establecimiento. 

Peyo Benítez es más optimista. Sigue construyendo timples canarios a la espera de ver cómo va evolucionando la situación. “Estoy viéndolas venir”, reconoce, ya que trabaja “despacio” porque “hasta cierto punto” no depende de la fabricación de instrumentos para vivir. Pertenece a la Asociación del Timple Canario y durante el confinamiento ha notado que el número de seguidores de la página de Facebook del colectivo ha aumentado, sumándose más de 400 personas. En estos meses ha percibido que la gente en casa está estudiando más, se descargan partituras o se apuntan a clases online con los timplistas profesionales. “Tienen ganas de aprender y notan que desde casa se pueden hacer muchas cosas”, señala, algo que puede ser “muy importante” para su sector. “Esto puede que nos beneficie, cuanta más calidad haya en el aprendizaje, mejor para nosotros”, ya que los profesores piden a los alumnos “timples de calidad”, aclara. 

Cree que la suspensión de muchas fiestas como las romerías no es algo que le perjudique especialmente. “El parrandero de toda la vida se conforma con llevar a la romería un timple normal y corriente, con la idea de que si se rompe ya está, de eso nosotros no dependemos”. Aunque es pronto para adelantar acontecimientos, sobre todo con la inestabilidad habitual de la venta de instrumentos, estipula que de aquí a final de año puede haber un aumento en la construcción. Si bien es cierto, comenta que cada año es “diferente”.

Alberto Lorenzo se dedica a la fabricación de joyas de plata. Estudió joyería y decidió adentrarse en el mundo de la artesanía. En estos momentos y desde el inicio del estado de alarma su actividad está totalmente parada. Ha perdido la totalidad de sus ingresos, miles de euros, y no sabe cuando se reactivará, pero presiente que no será hasta principios del próximo año. Es miembro de la Fedac y trabaja en todas las ferias que organiza la fundación, que aún no tiene fecha de reactivación. 

Asegura que la situación de la artesanía es “crítica” y que muchos se encuentran en un dilema “terrible”. En estos momentos está viviendo de sus ahorros, no puede seguir trabajando ya que tuvo que parar la compra de material obligado por la incertidumbre de la situación. Cree que dentro del sector su especialidad será una de la más perjudicadas, ya que en tiempos de crisis la gente no compra joyas. Su suerte, reconoce, es que su producto “no se deteriora”. Un ejemplo de sus consecuencias es que tenía preparado un pedido para vender al por mayor a las pequeñas tiendas por el Día de Canarias que no le pudo dar salida. En estos momentos no se plantea una alternativa a su negocio, como puede ser la venta online, porque no sabe si le será rentable y eso le impediría cobrar las ayudas por el cese de actividad. “Tengo pensado hacerlo, pero cuando todo se estabilice, ya que a nivel presencial será todo muy complejo”, manifiesta. 

Claudia Hellar, la presidenta de la Asociación Arte y Mañas, un colectivo que han creado los artesanos de la Fedac para trabajar juntamente con la organización y mover la artesanía, está a la espera de que se confirme si se podrán llevar a cabo la celebración de ferias. De no ser así, buscarán alternativas para que los miembros puedan dar salida a sus productos. Es conocedora de lo difícil que es la situación, pero espera que se puedan organizar estos eventos para paliar las consecuencias de esta crisis sanitaria, económica y social. 

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