Espacio de opinión de Canarias Ahora
Cuando el cielo se acuerda de La Aldea
Claudia y Emilia. Dos nombres que suenan con fuerza. Justo un mes de diferencia entre dos borrascas que han iluminado la cara de los aldeanos y aldeanas. Mi pueblo, esperanzado, volvió a mirar al cielo después de muchos años con la paciencia aprendida por quienes han visto a la tierra beber lágrimas. No es solo lluvia, es el alivio compartido, un gesto que recuerda ese renacer de un pueblo que siempre vuelve a levantarse. Y tenía que ser con nombre de mujer.
Claudia empapó el campo y recuperó los terrenos agrietados por donde no se dejaba ver la vida. Tiñó de verde en Gran Canaria un paisaje que se había vuelto amarillo y triste. Lo hizo despacio, con consuelo y como una bendición. En La Aldea de San Nicolás, en una situación de desánimo y desolación total para el sector primario, sufriendo en primera persona las consecuencias de la sequía a las que poco se atrevían a llamar por su nombre.
Con Emilia, el optimismo ya no era tan tímido. Podía volver a pasar. Y pasó. El agua, que ahora no tenía tantas grietas que curar, se hizo con el barranco y corrió -y corre- buscando camino hacia el mar. Es difícil de entender. Quienes nos visitan se sorprenden, incluso se llegan a burlar con cariño, cuando tratamos de explicarles que el agua es un punto de encuentro y convivencia.
El pueblo se une alrededor de un bien tan preciado, yendo más allá de generaciones e implantando costumbres únicas. Las familias salen a la calle a disfrutarlo, se visitan los barrancos y se presume, con orgullo, de unos caideros que rugen con fuerza. También se hacen tortillas de ‘carnaval’. Sí, a destiempo, o mejor dicho, en nuestro tiempo. Tampoco hace falta explicarlo todo.
Las redes sociales se convierten en un escenario donde se cuentan las últimas horas, se publican vídeos e imágenes, un medio de comunicación vecinal para que el mundo se entere de que La Aldea está de celebración. Y en este punto hay quienes hacen una labor primordial: la de la información oficial y necesaria. Grupos de WhatsApp donde personas expertas en el manejo de estas situaciones se encargan de emitir cualquier aviso que pueda perjudicar o beneficiar a la ciudadanía. Cortes de carretera, el avance de la tormenta, daños materiales, comunicaciones de las administraciones públicas… Desde aquí mi absoluto reconocimiento y gratitud a quiénes de forma altruista trabajan para que el resto sepamos qué hacer y cómo actuar en todo momento.
Porque no todo es celebración en este tipo de situaciones. Aunque la lluvia es una alegría inmensa para nuestro municipio, a veces la esperanza con la que miramos al cielo es diferente. Clamamos que se porte bien con quienes bajo una alerta tienen que moverse por las carreteras que llegan al pueblo. Porque las comunicaciones siguen sin estar a la altura y, en muchas ocasiones, o en casi todas, el mal tiempo hace relucir esa vulnerabilidad que sufrimos. Piedras, desprendimientos, cortes de tierra…, pero, sobre todo, la incertidumbre de si llegaré a casa.
Después de que Claudia echara un ‘buchito’ en unas presas a las que daba lástima mirar. Ahora, con datos sobre la mesa, Emilia ha hecho que el Caidero de la Niña sume 2,86 metros, el Parralillo 8,36 y Siberio 6,34. Unas cifras que podrán aumentar en los próximos días con el agua que continúan recibiendo desde los altos de la cumbre de Gran Canaria. Aún faltan litros para que suene el volador que anuncia que nuestros embalses han rebosado, pero tenemos la esperanza en un futuro al que le pedimos agüita serena, para que no destroce el cultivo.
Con respeto y memoria seguimos mirando al cielo porque el agua no es solo un recurso, sino una forma de vida. Acostumbrados a levantarnos una y otra vez, sabemos que la verdadera riqueza se filtra despacio en una tierra que cuidamos entre todos, y a la que agradecemos el regalo de vivirla.
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