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INCENDIOS FORESTALES CANARIAS
Los bomberos forestales de Canarias reclaman el reconocimiento de su profesión ante la amenaza de más incendios y más violentos

Imagen de archivo de un bombero forestal

Nel Gómez Ney

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El fuego no espera a que tomes una buena decisión“. Esta frase es pronunciada por un bombero forestal, mientras explica cómo se pudo haber evitado que el incendio de Artenara (Gran Canaria) en 2019 alcanzara el parque natural de Tamadaba. Habla de un viento constante que hacía aún más difícil sofocar las llamas y de un fuego con muchos frentes que atender. ”En incendios así la coordinación es fundamental, y en ese sentido, algunos compañeros entienden que no se hicieron bien todas las tareas“. Aquel incendio calcinó casi 10.000 hectáreas.

Sin embargo, mucho peores fueron los incendios de 2007. El fuego arrasó entonces una octava parte de Gran Canaria (20.000 hectáreas), mientras que en Tenerife y La Gomera los incendios abarcaron en total una superficie similar. Estos son los máximos ejemplos de lo que los expertos llaman GIF (Grandes Incendios Forestales), una nomenclatura utilizada cuando la superficie afectada por el fuego supera las 500 hectáreas. Entre los años 2000 y 2015 se produjeron un total de diez, es decir, una proporción de menos de un GIF al año. Los datos actuales, en cambio, muestran que, desde 2016, esta estadística ha cambiado, y actualmente sí se produce un gran incendio en las islas cada año que pasa.

Frente a esta situación, el archipiélago cuenta con varios cuerpos de profesionales encargados de la vigilancia, la prevención y la extinción de estos fuegos forestales: equipos y operativos específicos, brigadas forestales, la Unidad Militar de Emergencias (UME), personal de cada cabildo, empresas contratadas… todo un complejo conjunto de trabajadores a los que hay que sumar las distintas herramientas y equipos. Un ejemplo serían los medios aéreos, como los helicópteros o los hidroaviones. Canarias cuenta en la actualidad con 14 unidades para una superficie de 430.000 hectáreas forestales, lo que triplica la media nacional.

Hay que tener en cuenta, no obstante, que esta media puede ser muy relativa. Canarias se caracteriza por tener una orografía compleja, con muchas poblaciones, en lo que se conoce como un interfaz rural-urbano. Estas características implican la necesidad de una preparación más específica. En este sentido, no hay dudas: “Somos muy buenos extinguiendo incendios”, aseguran varios miembros del cuerpo.

Sin embargo, esto no impide conocer los puntos a reforzar. “Siempre se dice que necesitamos más hidroaviones, pero tenemos más márgenes de mejoras: uno es terminar con ese proceso de profesionalización”, explica Federico Grillo, jefe de emergencias del Cabildo de Gran Canaria. Dicho proceso está encaminado, precisamente, a adaptarse a las nuevas condiciones climáticas que harán más frecuentes los incendios y, sobre todo, mucho más peligrosos, en caso de que cuando llegue el momento no se tomen las mejores decisiones. Esto, en gran medida, dependerá no solo del alto mando, sino de la capacitación específica de cada uno de los trabajadores del cuerpo de extinción de incendios.

Un trabajo que aún no se reconoce

El pasado 25 de agosto se aprobó en el Congreso de los Diputados un decreto que establece las medidas urgentes en materia de incendios forestales, modificando varios puntos de la actual Ley de Montes (que data del año 2003) para una mejor organización y regulación en las comunidades autónomas. Así lo explica un comunicado conjunto de los sindicatos CC.OO., UGT y CSIF el que también se destaca que esta ley se queda corta frente a una situación que, por encima de todo, requiere un estatuto de las y los bomberos forestales.

Y es que sorprende que, pese a los grandes incendios vividos ya no solo en las islas sino también en la península, pese a que uno de los principales efectos del cambio climático será la proliferación de este tipo de siniestros, los encargados de la prevención y la extinción aún no gocen de una regulación laboral propia. “Este estatuto se lleva exigiendo desde hace unos ocho años”, aclara Manuel Ramos, responsable regional de los bomberos forestales y del sector forestal en la Federación de Empleadas y Empleados de los Servicios Públicos de UGT Canarias (FeSP-UGT). Y añade:  “Necesitamos acciones no solo desde lo nacional sino también desde lo regional… no pedimos una subida del salario, sino simplemente una dignificación del puesto”.

En Canarias, este objetivo tiene aún que superar muchos obstáculos. La acumulación de cuerpos de extinción diferentes no solo tiene como consecuencia el caos organizativo. También están las enfermedades laborales no reconocidas, como la fascitis plantar o algunos tipos específicos de cánceres, que no dan derecho a indemnización. Por otro lado, la subcontratación de empleados por parte de algunas empresas responsables, como Gesplan, también implica una diferencia tanto en la cantidad de sueldo como en la duración del contrato. “Lo que ocurre si las cosas se hacen así es que se precarizan las condiciones laborales”, se queja Manuel Ramos.

Por su parte, Juan Francisco Santiago, miembro de la Unidad Bravo en Gran Canaria, también relata una situación similar. Habla de trabajadores que tienen contrato y otros que no; algunos empleados fijos y también algunos con contratos de solo diez meses. “Hay unidades que ya son permanentes, pero en mi opinión harían falta más”, ya que “conseguir esa unión laboral podría incluso conllevar una mayor prontitud a la hora de afrontar los incendios”. La situación, de hecho, es tan irregular, que otros miembros del cuerpo explican cómo durante gran parte del año su trabajo no es prepararse para apagar futuros incendios, sino “arreglar caminos o repoblar zonas quemadas”. Así, actualmente tienen la categoría de agentes forestales, y no de bomberos como tal.

El futuro: una lucha en varios frentes

Uno de los puntos acordados en el pacto de Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos fue, precisamente, una ley sobre la regulación laboral de los bomberos forestales. De este modo, en los últimos años ha habido conversaciones entre los distintos colectivos y los partidos políticos, así como con las diferentes comunidades autónomas para redactar la futura legislación que, salvo sorpresas, estará lista entre noviembre y diciembre de este mismo año. Un estatuto que desde UGT aclaran que viene para “traer orden”, en un contexto donde la figura del bombero forestal será clave para velar ya no solo por el bienestar de nuestros bosques, sino también por la seguridad ciudadana.

Los datos, en este sentido, son contundentes: este verano, solo en España ya se calcula que se han quemado alrededor de 250.000 hectáreas, con un crecimiento de los grandes incendios forestales hasta alcanzar los 51. En Canarias se habla de un verano moderadamente tranquilo, salvo en la isla de Tenerife. No obstante, este no es un motivo para dejar de estar alerta. Federico Grillo, por ejemplo, resalta el incendio de la isla de Mati (Grecia), con 102 muertes, como un ejemplo de lo que podría pasar en el archipiélago, con una orografía similar, si no se toman las medidas pertinentes de ahora en adelante. 

Además, no hay que olvidar los efectos del calentamiento global que, según un informe elaborado por expertos de la Universidad de La Laguna, afectarán seriamente al clima de las islas. “Se observa en el futuro, aparte de un aumento de la temperatura, una disminución en la precipitación”, detalla Juan Pedro Díaz, catedrático de Física y uno de los especialistas en evaluación de impacto ambiental que redactó el documento. “Esto último es lo más alarmante, casi al margen de lo  que estrictamente es el incendio, porque afecta a muchas  otras cuestiones del desarrollo de una sociedad: agua potable, agricultura o la recarga del acuífero”.

Dicho informe, elaborado en el marco de Panclimac, un proyecto de la Unión Europea, señala así mismo una prolongación de las temporadas de incendio, con Gran Canaria y Tenerife como las islas más afectadas. Un panorama que desde el servicio de emergencias ya contemplan. “Tenemos que aprender a convivir con el fuego y comenzar a gestionar el territorio”, apunta Federico Grillo. “El peor enemigo es el súper incendio que lo daña todo, pero hay incendios más benignos, controlados, en invierno, gestionarlos para que hagan un trabajo de limpieza”. Este dominio se conseguiría con una mayor planificación de las zonas más críticas, creando sinergias positivas, como fomentando la ganadería o la agricultura en ciertas zonas para crear lo que se conoce como un “paisaje mosaico”, que frenaría los fuegos. “Hay que tener un equilibrio entre todos los factores para evitar los fuegos grandes, que podrían llegar a la costa y afectar a la población”, recalca Grillo.

Otro factor determinante será la concienciación de aquí en adelante. “Cuando no puedes evitar un problema, por lo menos puedes mitigar los daños, lo cual implicará que podamos concentrarnos mejor en extinguir el fuego”, argumenta el jefe de Emergencias cuando explica que ahora mismo lo importante no es informar a las personas sobre cómo evitar los incendios, sino cómo actuar en caso de que se produzcan. “La mayoría de los incendios son provocados por negligencias de la gente”, explica Juan Francisco Santiago. “La sociedad tiene que estabilizarse, con ella misma y con el entorno, porque muchas veces vemos a los jóvenes como los culpables de todo, pero en realidad somos todos los que tenemos que aprender a cuidar más de nuestra tierra”. 

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