La fobia a volar difícilmente puede producir problemas cardiacos

MADRID, 29 (EUROPA PRESS)

Pese a que la fobia a volar “es una de las que más reactividad cardiaca tiene, es muy difícil que a una persona le pudiese pasar algo a nivel cardiaco”, según la psicóloga del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, Vanesa Fernández. Las personas que tienen este problema se ven incapaces de subirse a un avión y lo evitan salvo causa mayor.

La especialista considera que estas personas adquieren las fobias por dos tipos diferentes de aprendizaje. “En el aprendizaje vivencial, las personas desarrollan la fobia a volar por haber estado en un avión y haberlo pasado mal o por creer que iba a pasar algo; mientras que en el observacional, el miedo se produce por información que se obtiene de que los aviones son peligrosos”, explica en declaraciones a Europa Press.

Sin embargo, el hecho de que la fobia a volar no desaparezca se produce porque “estas personas evitan volar siempre que pueden para no sufrir la ansiedad, impidiendo así habituarse a sus propios niveles de ansiedad”, asegura Fernández.

Los pacientes con fobias no responden a un perfil determinado, sólo tienen en común un rasgo de ansiedad elevado. “Aquellas personas que suelen interpretar diversas situaciones como amenazantes tienen más predisposición a desarrollar una fobia”, señala la psicóloga.

Además, esta ansiedad se produce “desde días antes de coger el avión”, subraya Fernández. Para intentar evitarla o paliar sus efectos, la colegiada recomienda “hablar a los pacientes del funcionamiento del avión, de lo seguro que es y de la irracionalidad que supone tenerle miedo”.

“ES DIFÍCIL QUE LA PERSONA ATIENDA A RAZONES”

Sin embargo, la colegiada explica que “como trastorno emocional que es, es difícil que la persona atienda a razones”. Por esa razón entiende que “se llevan a cabo tratamientos psicológicos”.

No obstante, Fernández no cesa en su empeño y aconseja a los pacientes “distraerse” antes y durante el vuelo. Tras despegar “lo más adecuado es hacer tareas de relajación, como la respiración abdominal; o leer libros y escuchar música”, explica. Además, siempre que aparezcan pensamientos catastróficos recomienda intentar “buscar otros alternativos”.

Lo que de ninguna manera ve positivo es el consumo de psicofármacos -salvo que lo haya recetado un profesional- porque “pueden producir un efecto rebote”. En cuanto al alcohol tiene la misma opinión, ya que “disminuye las estrategias cognitivas, dificulta pensar y luchar contra los malos pensamientos”.

Por último, y pese a que algunas personas llaman a sus familias “para despedirse porque creen que van a morir”, Fernández considera que lo peor que puede ocurrir es una crisis de ansiedad “que derive en un bloqueo o desmayo”.

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