Disfrutar de la vejez... en el hospital
Erasmo de Rotterdam comparaba la vejez con una segunda infancia. Excursiones, juegos, lectura, cine, paseos, manualidades? Son actividades que cada semana realizan los mayores del Hospital Insular de Lanzarote con la ayuda de un grupo de voluntarios. “El objetivo es cubrir su tiempo libre con actividades que les estimulen tanto física como anímicamente”, explica Alberto Durán, responsable del Área Sociocultural del centro. Para ello, cuentan con varios talleres en los que trabajan la memoria, la creatividad o el ritmo, y al mismo tiempo, realizan ejercicio físico.
“En el taller de musicoterapia intentamos mantener la memoria activa por medio de la música”, explica Alberto Durán. Una vez a la semana, los mayores recuerdan canciones, escriben temas o leen las letras de las que más les gustan. Al mismo tiempo, ejercitan su cuerpo siguiendo el compás y el ritmo de las melodías. En el taller de lectura, Alberto distribuye copias ampliadas de cuentos o capítulos de libros para aquellas personas que saben y pueden leer. El nivel de analfabetismo es alto, ya que “muchas de estas personas proceden del campo, y no han tenido oportunidad de estudiar”, tal y como explica responsable de las actividades. Para ellos, hay cuentacuentos. Y una vez escuchada la historia, se lleva a cabo un pequeño debate en el que hablan de los personajes, el argumento o la moraleja.
El Hospital Insular también se convierte una vez a la semana en un improvisado cine. Se proyectan todo tipo de películas, tanto clásicas como actuales. “A mí me gusta que no pierdan el contacto con el día de hoy”, apunta Alberto. Para ello, un grupo de voluntarios sale a pasear con los mayores dos veces a la semana: los lunes y martes toca recorrer la calle Real y el Charco de San Ginés. También se organizan otro tipo de actividades puntuales. “Cuando se hizo el cambio de moneda al euro, les explicamos su funcionamiento, y el mes pasado, cuando llegó el circo a Lanzarote, pues allí nos fuimos”.
Además de los talleres semanales, el equipo de Animación Sociocultural del Hospital Insular organiza cada mes una salida a un lugar determinado de la Isla. Hace apenas unos días, el 18 de agosto, un grupo de mayores se trasladó hasta Teguise, donde asistieron a una eucaristía y disfrutaron de una comida, con parranda incluida.
El mes de septiembre, como cada año, está previsto que los abuelos realicen la tradicional ofrenda a la Virgen de los Dolores, un acto que suele estar entre sus preferidos. “Y en noviembre, y por quinto año consecutivo, tenemos un Encuentro de Mayores en el Monumento al Campesino”, explica Alberto. Durante esta jornada, el grupo de mayores del Hospital Insular se reúne con otros grupos de la residencia de Tinajo y el Centro de Día Las Cabreras. “Allí comemos todos juntos, hacemos sorteos y un homenaje a los voluntarios, y así pasamos el día”.
Voluntarios
Los encargados de sacar adelante todas estas actividades son un grupo de voluntarios que día a día trabaja para hacer la vida más fácil, dinámica y divertida a estos mayores, que suelen padecer enfermedades, soledad o situaciones familiares delicadas. “Son una veintena de personas desinteresadas que lleva los talleres”, explica Durán. “Eso sí, siempre exigimos un compromiso, e intentamos darles una formación: el año pasado organizamos un curso con contenidos de psicología, animación sociocultural y manejo de personas mayores”.
Uno de los problemas a la hora de realizar este tipo de actividades, es la falta de implicación de las familias de estos ancianos. “Hay algunos familiares que colaboran mucho con nosotros, pero se pueden contar con los dedos de una mano”.
Encuentro intergeneracional
Abuelos y nietos siempre se han llevado bien. Lo demuestra uno de los proyectos que el Área de Animación Sociocultural del Hospital Insular de Lanzarote está llevando a cabo. La idea surgió en el año 2000 y ya se ha puesto en práctica en tres ocasiones. Se trata de un encuentro intergeneracional entre estos ancianos y los alumnos del colegio de Playa Blanca.
“El objetivo es estimular a los mayores para hacer actividades a través de los niños”, explica Alberto Durán, “y al mismo tiempo, que los niños conozcan la situación de estos ancianos, que vean en qué consiste una residencia, porque al principio no lo entienden muy bien, pero cuando llegan allí se lo pasan pipa”.