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En España aún se realizan terapias para “reparar” la orientación sexual

Aunque la reconocida Asociación Norteamericana de Psiquiatría excluyó en 1973 la homosexualidad de su lista de patologías, en España, 35 años después, aún se llevan a cabo, “de manera encubierta”, terapias encaminadas a “reparar” la orientación sexual, ha denunciado la sexóloga Noemí Domínguez.

A lo largo de estos años la comunidad científica ha demostrado y aceptado que la homosexualidad no es ninguna enfermedad mental y que, por tanto, ni gays ni lesbianas requieren de intervención terapéutica alguna, a excepción de que vivan su orientación sexual de forma conflictiva.

Sin embargo, un colectivo minoritario de psiquiatras y psicólogos sigue defendiendo que la homosexualidad es una enfermedad y que, como tal, puede ser tratada mediante las denominadas terapias reparadoras o de conversión.

En el caso de España, asegura la psicóloga y sexóloga catalana, hay especialistas que llevan a cabo terapias “encubiertas” con el fin de lograr que un homosexual deje de serlo, pese a que la orientación sexual de las personas “no se puede cambiar”.

“Hoy en día el Colegio de Psicólogos no permite tratar este tipo de casos porque no son un trastorno. Pese a todo, hay gente que aún cree que la homosexualidad es un problema, una desviación o un trastorno mental”, subraya Domínguez, del Instituto de Estudios de la Sexualidad y la Pareja de Barcelona.

Los efectos de estas terapias, que suelen desarrollarse durante varios años, pueden llegar a ser “destructivos”, pues provocan daños emocionales, psicológicos, profesionales y hasta económicos a quienes los sufren, al tratarse de procesos excesivamente largos y costosos.

El barcelonés Àngel Llorent ha explicado que pasó doce años de su vida acudiendo a la consulta de un psiquiatra que, presuntamente, iba a ayudarle a superar la “enfermedad” que le hacía sentir atracción física hacia los hombres.

Llorent, que como la mayoría de pacientes que son tratados en estos centros acuden empujados por la presión de la familia y el entorno social más próximo, vivió de los dieciocho a los treinta años llevando “una doble vida”, saliendo con mujeres a las que no quería, practicando deportes considerados masculinos, censurando sus propios pensamientos y, en definitiva, simulando ser una persona que no era.

“Después de doce años de tratamiento consideraron que me había curado y dejé de ir a la terapia, pero yo sabía internamente que aún tenía los mismos deseos”, explica Llorent, que decidió entonces poner fin a esta pantomima y comunicar a su familia lo que era y no se había atrevido a decir durante tantos años: que era homosexual.

Llorent, que ahora tiene 40 años, tuvo la suerte de contar con el apoyo de su familia, aunque sufrió el rechazo de sus amistades, vinculadas en su mayoría, como él, al mundo eclesiástico y cristiano de base.

Actualmente, Llorent trabaja como agente pastoral de hospitales y preside la Asociación Cristiana de Gays y Lesbianas (Acgil), desde la que trabaja para normalizar en la sociedad la situación de todos aquellos cristianos que aman a personas de su mismo sexo.

“El mensaje del Evangelio no tiene por qué ser incompatible con el tema de la homosexualidad. El mensaje real está del todo distorsionado, ya que se han hecho lecturas totalmente patriarcales y conservadoras”, denuncia Llorent.

Como Noemí Domínguez, esta víctima de las terapias reparadoras asegura que en España “aún hay elementos” que practican clandestinamente “lavados de cerebro” con el fin de “reparar conductas erróneas”.

El problema, señala Llorent, es que estos profesionales se escudan en que los homosexuales acuden a la consulta de forma voluntaria “y, ante eso, no hay nada que se pueda hacer”.

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