Un 'máster exprés' en COVID-19 salva a la primera paciente crítica de Canarias

Vista de un tablón con mensajes de ánimo a los empleados y enfermos a la entrada de cuidados intensivos del Hospital Insular de Gran Canaria

Patricia Corrales / Efe

Las Palmas de Gran Canaria —

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Un máster exprés en el incierto abordaje de la COVID-19 ha salvado la vida a la primera paciente que ingresó con pronóstico crítico debido al coronavirus en una unidad de cuidados intensivos en Canarias, de la que ha salido al cabo de 38 días para seguir recuperándose en planta durante varias semanas.

El especialista en Medicina Intensiva Domingo González y un todo un equipo multidisciplinar han estado al lado de esta mujer, una turista italiana de 61 años, natural de Bérgamo, desde su ingreso el 10 de marzo en la Unidad de Medicina Intensiva (UMI) del Hospital Insular de Gran Canaria.

El doctor González ha contado este viernes a Efe el reto “ilusionante” e inédito que está suponiendo para especialistas de todo el mundo atajar esta pandemia.

Esta paciente pasaba sus vacaciones en Gran Canaria junto a tres amigas, una de ellas enfermera, que también resultaron contagiadas.

Sus compañeras de viaje fueron interceptadas por la Guardia Civil en el aeropuerto de Gran Canaria a punto de embarcar de regreso a su país y fueron ingresadas en el mismo hospital que ella, pero recibieron el alta a los pocos días.

El doctor ha rememorado cómo a raíz de este primer ingreso en la UMI del Insular, concretamente en un primer módulo de ocho camas habilitado para este tipo de pacientes, el espacio disponible se fue ocupando por días hasta llegar a necesitarse dos módulos más, al tiempo que hubo que crear “áreas limpias” y buscar medidas de protección para evitar el contagio del personal.

“Desconocíamos cómo abordar esta pandemia, carecíamos de medidas de protección tan eficientes como las que veíamos que utilizaban en China y tuvimos que aprender rápidamente a gestionar el aislamiento, además de leer mucho, día y noche, sobre todo lo que se estaba haciendo en el mundo para tratar la enfermedad, lo que obligó a cambiar constantemente los protocolos a seguir en función de la documentación que iba saliendo”, resalta.

En el caso concreto de esta paciente, González destaca que el personal de la UMI del Insular llegó a utilizar, para protegerse, máscaras integrales de buceo que comercializa una conocida cadena de tiendas deportivas, además de pantallas de metacrilato fabricadas para los mismos fines.

“Inventamos métodos y formas de trabajo para asegurarnos de no contagiarnos”, asevera el doctor, mientras que una de las enfermeras de la unidad, Ayeisha Rodríguez, confirma a Efe que, al principio, los nervios, el desconocimiento y el miedo a contraer la enfermedad hizo mella en sus profesionales, pese a estar acostumbrados a tratar a pacientes sometidos a aislamiento.

Sin embargo, esta enfermera afirma orgullosa que esta pandemia ha reforzado aún más el trabajo en equipo que se realiza en las UMI, ya que el engranaje que exige abordar esta enfermedad tiene que ser perfecto, de ahí que unos a otros se hayan supervisado a la hora de ponerse y quitarse los EPIs, que son agotadores porque limitan el movimiento, a lo que se suma la incomodidad y el calor que generan las gafas, “que se empañan y se ruedan, pero no las puedes colocar para no tocarte la cara”.

Para los profesionales que han asistido durante mes y medio a esta paciente, a quien han ayudado a comunicarse por videollamadas con su hija, que vive en Bergamo, también ha sido de especial ayuda los conocimientos que han podido compartir, pese a la distancia, con un cardiólogo amigo de la familia que trabaja en un hospital de Milán con contagiados de la COVID-19 sobre las complicaciones coronarias que puede producir la enfermedad.

La enfermería también ha aprendido en tiempo récord nuevas técnicas para el manejo de pacientes como esta mujer, cuyos problemas respiratorios severos, por los que se llegó a temer varias veces por su vida, obligaron a ponerla boca arriba y boca abajo durante días porque con estos cambios de posición mejoraba muchísimo el paso del oxígeno a través de los pulmones.

Al estar totalmente sedada y relajada, para que no moviera ningún músculo, un equipo de cinco personas se tuvo que hacer cargo de realizar estos cambios de posición de la paciente, unas maniobras que, además, había que hacer con cierta rapidez, explica el doctor.

Verla hablar con su hija, que otra paciente que había estado muy mala la saludara un día con la mano desde su cama o comprobar la soledad con la que algunas familias han tenido que despedir a alguno de sus miembros, sin tocarlo y desde la puerta del box, han sido momentos que la enfermera Ayeisha Rodríguez, madre de dos hijos pequeños, no olvidará jamás de las últimas semanas de trabajo en la UMI del Insular.

El coronavirus COVID-19 provoca una activación del sistema inmune que causa una reacción inflamatoria sistémica, y específicamente pulmonar, lo que obligó, en este caso, a aportar a la enferma durante varios días el cien por cien de la mezcla de oxígeno que necesitamos para respirar, frente al 21% que se precisa habitualmente, para conseguir niveles aceptables de oxígeno en sangre.

Con esta enferma, que durante su estancia en la UMI sufrió una nueva infección por bacterias y diarreas derivadas de la COVID-19, se utilizó un sistema novedoso, consistente en una cánula fonatoria que le permitió hablar mientras estuvo conectada a un respirador.

Ahora en planta, donde se prevé que permanezca unas semanas más, esta paciente seguirá recibiendo intensas sesiones de fisioterapia, que ya comenzaron en la UMI, con las que se pretende que no sufra secuelas musculares ni restricciones respiratorias tras haber sobrevivido a la COVID-19.

Tras vivir esta experiencia profesional -y personal- inédita, a su juicio, para cualquier intensivista, el doctor Domingo González considera que este coronavirus que recorre el mundo, y que augura que se quedará acantonado en países pobres de continentes como África, “nos ha enseñado que somos muy débiles y que el mundo globalizado puede sufrir pandemias en poco tiempo”.

Convencido de que “volveremos a tener pandemias de este tipo que se abordarán mejor”, este especialista insiste en que la COVID-19 debe servir para que la Administración se convenza de que hay que fortalecer la investigación y el sistema público sanitario porque “debilitarlo, como se ha hecho en el pasado, cuesta vidas”.

González cree que habrá que acostumbrarse a vivir con mascarillas y guardar la distancia de seguridad al menos hasta final de año y recalca la necesidad de realizar test masivos antes de iniciar el desconfinamiento de la población para poder detectar quién está contagiado y poder aislarlo adecuadamente “por él y por el resto”.

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