El 80% de los jóvenes de 18 años se ha iniciado en el consumo de alcohol
El 94% de los adolescentes confiesa que comprar alcohol es fácil o muy fácil y el 80% de los muchachos de 18 años ya se ha iniciado en el consumo, a pesar de que la venta a menores es ilegal.
Hace 15 años, eran poco más del 85% los que decían que adquirirlo era fácil, cuando la legislación era más laxa, según el estudio Adolescentes ante el alcohol. La mirada de padres y madres, elaborado por la Obra Social de La Caixa.
El informe, presentado este viernes, analiza encuestas estatales, autonómicas y locales e investigaciones cualitativas desde hace 15 años e introduce un estudio “ad hoc” con varios grupos de padres y uno de adolescentes.
En un contexto en el que el alcohol les resulta muy accesible, algunos adolescentes comienzan a beber muy temprano; la media lo hace entre los 13 y 14 años, tanto chicos como chicas, y los consumos van aumentando con la edad, advierte el estudio.
El coordinador, Eduardo Megías, ha precisado que no está bajando la edad de inicio de consumo, aunque sí hay un 7% de bebedores de 12 años.
Ha subido la proporción de quienes ingieren de forma rápida, abundante y frecuente, aunque los consumidores adolescentes se han mantenido desde 1992 y los últimos estudios apuntan a cierta bajada.
Entre 1994 y 2004 los chicos embriagados al menos una vez en el último mes pasaron del 22% al 37% y del 20% al 32,5% en caso de las chicas.
Para el 65% de los chicos/as de 14 a 18 años el consumo de alcohol es algo normal y ordinario.
Por sexos, los consumos se han igualado si bien los muchachos siguen siendo bebedores de riesgo por encima de las muchachas.
En relación con el botellón, sólo lo practican la mitad de los adolescentes, pero se han duplicado en seis años los que lo hacen semanalmente.
Lo justifican por la calidad y el precio de la bebida, pero el fondo responde a la necesidad de vincularse con un grupo en un espacio propio donde el mundo adulto queda arrinconado.
Según Megías, la iniciación tradicional en las familias ha desaparecido porque se ha desterrado el consumo infantil.
De esta forma se ha pasado a un nuevo modelo juvenil que comenzó en los años ochenta, caracterizado por un consumo principalmente en fin de semana, diferenciado de las comidas, vinculado al ocio y como pretexto de las relaciones sociales.
Este modelo ha hecho indisociable la relación ocio-alcohol y sirve a los adolescentes para relacionarse de manera muy gregaria, la forma de beber es una “provocación controlada” de ruptura generacional y de “exceso”.
Más de la mitad de los adolescentes justifican la ingesta de alcohol para divertirse, de ahí la concentración del consumo en los espacios de ocio y en el tiempo libre, pero también para estar con los amigos, conocer gente nueva, relacionarse mejor y por razones identitarias para “ser joven”.
Por eso no beben en casa, porque no es el lugar, no son las bebidas ni es la compañía que desean.
Entre los factores que influyen, la adolescencia-juventud se entiende como un período prolongado de la vida sin responsabilidades, hay un contexto social hiperconsumista y la industria del ocio está muy desarrollada.
Los adolescentes dicen que sus familias no entienden su actitud y los padres se escandalizan si sus hijos beben, pero identifican los excesos sólo con la mezcla de sustancias ilegales y comportamientos antisociales.
Los progenitores no hablan con los hijos ni los educan en la prevención, primero porque lo ven innecesario cuando son pequeños y luego porque lo consideran inútil.
Los padres de los adolescentes de ahora son la generación que comenzó a consumir según el modelo actual, son incapaces de comunicarse con sus hijos y delegan la responsabilidad en la escuela y las administraciones.
No obstante, una minoría de padres (un 20%) cree que el hogar debe retomar la socialización y la educación y también comienza a haber jóvenes que identifican exceso con inmadurez.