Microplásticos y pesticidas: la combinación letal que amenaza las playas de Fuerteventura

Miles de pequeñas piezas de microplástico en una playa de la isla de Fuerteventura.

Eloy Vera

Puerto del Rosario —

El estudio realizado sobre la presencia de contaminantes en microplásticos recogidos en las playas de Fuerteventura arroja datos preocupantes. Tras analizar los microplásticos vertidos por las corrientes en diez playas de la Isla, la investigadora Bárbara Abaroa ha comprobado cómo entre el 60 y el 80% de los contaminantes en microplásticos que aparecen en las playas de la costa oeste son pesticidas. Entre ellos el BCH, prohibido hace treinta años por su peligrosidad. El proyecto “Evaluación de la tasa de contaminantes químicos persistentes en microplásticos marinos en la costa de Fuerteventura”, becado por el Cabildo, tenía como objetivo “saber no sólo cómo estaba la situación de los microplásticos en Fuerteventura sino también qué contaminantes estaban llegando a la Isla y si eran propios de aquí o de fuera”.

La encargada de llevarlo a cabo es Bárbara Abaroa, una joven licenciada en Ciencias del Mar que insiste en que los microplásticos “ya forman parte del océano y funcionan como vectores de contaminantes”. De ahí, la importancia de conocer el alcance que tienen en Fuerteventura, una isla con tradición pesquera, con zonas de protección para las aves y con áreas marinas consideradas como Lugares de Importancia Comunitaria.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU), uno de los organismos en declarar la guerraa los plásticos, alerta en uno de sus estudios de la presencia de 57 billones de macropartículas de plástico en el océano, donde se vierten unas ocho toneladas de residuos al año. Ninguna de las Islas Canarias se libra de esta pandemia debido a la llegada de microplásticos a través de las corrientes procedentes del Océano Índico y de las islas de la basura en el Pacífico.

Hasta el momento estaba documentada la presencia de microplásticos en islas cercanas a Fuerteventura como Gran Canaria, Lanzarote y La Graciosa. El estudio de Abaroa tiene como principal objetivo “evaluar la tasa de contaminación, sobre todo, en aquellas playas que están en zonas de especial conservación para las aves o de Importancia Comunitaria”.

 

Para ello, se eligieron diez playas de la Isla. Seis de la costa oeste: Cofete, Viejo Rey, Garcey, Jarugo, Puerto Nuevo y Vigocho, todas ellas influenciadas por la corriente del Atlántico Norte, la mayor responsable de que llegue tanta cantidad de plásticos a Fuerteventura procedente de otros océanos, y cuatro de la costa este: Gran Tarajal, Pozo Negro, Morro Jable y Los Toneles, no expuestas a la corriente del Norte. La intención era ver las diferencias entre unas y otras.

El proyecto, que se inició en febrero y duró seis meses, se estructuró en varias fases. Lo primero que se hizo fue optimizar una metodología para extraer esos contaminantes con ayuda del Departamento de Química de la Universidad de Las Palmas y de la Plataforma Oceánica de Canarias.

Para recoger las muestras se empleó un cuadrante de 50x50 que recogía el primer centímetro de arena y se decomisaba con un tamizador. Todos los microplásticos, trozos de plástico menores de cinco milímetros, se colaban. A continuación, la arena que queda con los microplásticos se echaba en agua de mar, ahí los microplásticos flotaban y eso permitió contabilizarlos y trazar una estadística para ver cuántos hay por metro cúbico.

Datos alarmantes

Los primeros datos demostraron que Fuerteventura no está libre de plásticos. En las diez playas estudiadas, la línea de costa está marcada por este tipo de residuos. La investigadora pudo ver cómo la costa oeste tenía una cantidad“alarmante” de microplásticos en todas las playas y en la parte este predominaban los macroplásticos, es decir aquellos pedazos mayores de cinco milímetros.

Los porcentajes más elevados de contaminantes procedían de pesticidas e hidrocarburos. A Abaroa no le resultó extraño identificar hidrocarburos, debido al tráfico de embarcaciones, pero sí que “hubiera pesticidas al no ser una isla donde predominen los cultivos”. En los microplásticos estudiados en la costa oeste encontró que entre el 60 y el 80% de los contaminantes procedía de pesticidas.

Entre ellos, documentó varios derivados del BCH, uno de los doce compuestos recogidos por el Convenio de Estocolmo sobre los Contaminantes Orgánicos Persistentes, conocidos como la “docena sucia” y que tiene propiedades cancerígenas y perjudiciales para la salud.

Aunque Abaroa insiste en que la presencia mayor de BCH encontrada era de 12 nanogramos, “a la larga puede ser perjudicial porque si los organismos marinos están digiriendo esa cantidad cuando lleguen a  nuestro plato también tendrán esa cantidad”.

 

La estudiosa explica que estos llegan a la atmósfera a través de vertidos químicos. La atmósfera interacciona con el océano donde los pesticidas se adhieren a los plásticos. “El problema es que estos contaminantes tienen una estructura tan fuerte que es imposible hacerlos desaparecer del medio ambiente. Al ser hidrofóbicos repelen el agua y se adhieren a todas las matrices que son afines”, explica. Asimismo, alerta del crecimiento de la cantidad de microplásticos afines a estos contaminantes que se halla circulando por el océano.

Además de pesticidas se encontraron Policloruro de bifenilo (PCB), también en la lista del Convenio de Estocolmo, e hidrocarburos. Abaroa aclara que los índices de hidrocarburos, provenientes del tráfico de barcos y adheridos a los microplásticos, no pasaban el límitede lo permitido por la Agencia deProtección del Medio Ambiente de Estados Unidos.

El estudio también concluyó que la playa con más contaminantes fue Vigocho, en la costa oeste, donde se localizaron seis tipos de PCB, diez de pesticidas y cuatro de hidrocarburos. Asimismo, en la costa oeste son más comunes los microplásticos mientras que en la parte este abundan los macroplásticos. Aunque no era objeto de la investigación, Abaroa sí alerta de la cantidad de colillas de cigarrillos encontrados en las playas durante el estudio.

La investigadora señala que si esta contaminación sigue aumentando y las larvas y organismos siguen filtrando microplásticos “habrá un momento en el que tanta contaminación en el tejido graso pueda generar tumores tanto en el organismo más pequeño como en nosotros que digerimos esos organismos cuando llegan a nuestra mesa”. Y pone como ejemplo el pescado. “Puede que el pez haya ingerido plástico. Aunque le quitemos la tripa antes de cocinarlo, la contaminación que haya tenido ese plástico se ha quedado en su contenido graso y luego pasa a nosotros cuando lo comemos”.

Entre las soluciones, la joven plantea la necesidad de que cada individuo se responsabilice y conciencie del peligro que acarrea el plástico. También insiste en la necesidad de que las instituciones creen “una economía circular cuyo objetivo sea acabar con los desechos plásticos; combatir el plástico de un solo uso y vencer la desinformación”. A largo plazo también propone gestionar un protocolo en torno a este tipo de residuos que llegan a nuestras costas.

 

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