Un total de 22 países sufren crisis prolongadas de malnutrición
ROMA, 6 (EUROPA PRESS)
Un total de 22 países se enfrentan a “crisis prolongadas” con una incidencia del hambre “extremadamente alta” debido a una combinación de calamidades naturales, conflictos y debilidad de las instituciones, según han alertado este miércoles el Fondo de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PAM) en su informe 'El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2010'.
En concreto, los 22 países identificados como los que padecen crisis prolongadas son: Afganistán, Angola, Burundi, República Centroafricana, Chad, República de Congo, Costa de Marfil, Corea del Norte, República Democrática del Congo, Eritrea, Etiopía, Guinea, Haití, Irak, Kenia, Liberia, Sierra Leona, Somalia, Sudán, Tayikistán, Uganda y Zimbabue.
Según las agencias de la ONU, en los países que sufren crisis prolongadas existen 166 millones de personas subnutridas, lo que representa cerca del 20 por ciento del total mundial, y más de un tercio del total si se excluyen del cálculo países de gran tamaño como China e India.
La FAO anunció recientemente que 925 millones de personas en el mundo sufren hambre crónica, lo que supone un descenso de 98 millones con respecto a los 1.020 millones de 2009 y atribuyó el descenso primordialmente a las mejores perspectivas económicas en 2010 y al descenso de los precios alimentarios desde mediados de 2008.
En el informe presentado este miércoles, la FAO y el PAM ofrecen por primera vez una definición clara de crisis prolongada que “ayudará a mejorar las intervenciones de asistencia”. Así aclaran que, los países que se consideran en situación de crisis prolongada son “aquellos en los que se ha señalado una crisis alimentaria durante ocho o más años entre 2001 y 2010, reciben más del 10 por ciento de la ayuda extranjera en forma de asistencia humanitaria y se encuentran en el elenco de países de bajos ingresos y déficit de alimentos”.
Una gran parte de la asistencia que llega a estos países lo hace en forma de ayuda alimentaria de emergencia que no sólo ayuda a salvar vidas, sino que supone una inversión en el futuro del país al conservar y fortalecer los bienes y medios de subsistencia de las personas, que son la base de su estabilidad y desarrollo futuros, explican las agencias humanitarias.
Pero, subrayan, cuando se utilizan en combinación con otras herramientas, como el dinero en metálico o los bonos, y el apoyo para las compras de productos agrícolas a nivel local, se maximiza la posibilidad de que la asistencia alimentaria de tipo humanitario constituya una base sólida para alcanzar la seguridad alimentaria a largo plazo.
CÍRCULO VICIOSO
“En vista de la gran cantidad de obstáculos a los que se enfrentan, no resulta sorprendente que estas crisis prolongadas se transformen en un circulo vicioso que se autoperpetúa”, resaltan en el prólogo del informe el director general de la FAO, Jacques Diouf, y la directora ejecutiva del PAM, Josette Sheeran. “Representan amenazas continuadas y graves para las vidas y los medios de subsistencia, y a medida que pasa el tiempo, recuperarse de ellas puede ser cada vez más difícil”, subrayan.
A nivel mundial, cerca del 10 por ciento de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) es en forma de asistencia humanitaria, mientras que en los países con crisis prolongadas, este porcentaje es mucho más elevado. En Somalia, por ejemplo, el 64 por ciento de la asistencia es de tipo humanitario, mientras que en Sudán esta cifra alcanza el 62 por ciento. A nivel mundial, estos dos últimos países reciben cerca del 60 por ciento del total de la asistencia humanitaria, precisan.
Así las cosas, la FAO y el PAM reclaman que se lleve a cabo un “replanteamiento generalizado de la forma en que se presta asistencia a los países con crisis prolongadas” porque consideran que “la ayuda oficial tiene que enfocarse hacia las soluciones a largo plazo, con el objetivo de lograr mejoras sostenidas en la capacidad productiva de los países vulnerables y fortalecer su capacidad de resistencia ante los impactos, al tiempo que siguen realizando actividades para salvar vidas y medios de subsistencia”.
Según denuncian en el informe, casi dos tercios de los países con crisis prolongadas reciben menos ayuda al desarrollo por cabeza que la media que se destina para los países menos desarrollados. Además, la agricultura recibe solamente entre el 3 y el 4 por ciento de los fondos para la asistencia humanitaria y al desarrollo, mientras que supone cerca de un tercio de su producto interior bruto y es la principal fuente de alimentos e ingresos para casi dos tercios de la población de estos países.
ASISTENCIA “ESPECIALMENTE DISEÑADA”
“Las crisis prolongadas requieren asistencia especialmente diseñada y adaptada a ellas”, advierten Diouf y Sheeran. “Se necesita asistencia urgente para proteger los medios de subsistencia al igual que las vidas de las personas, pues eso ayudará a devolver al país a un camino constructivo hacia la recuperación”, afirman.
“Las lecciones extraídas de la experiencia de muchos países muestran que la realización de actividades de asistencia a largo plazo tomando como base el marco de instituciones locales existentes o revitalizadas ofrece las mayores posibilidades de alcanzar la sostenibilidad a largo plazo y la mejora real de la seguridad alimentaria. Los mecanismos de protección social como la alimentación escolar, dinero efectivo y las actividades y cupones de comida a cambio de trabajo pueden marcar una diferencia fundamental a largo plazo”, defienden Diouf y Sheeran.
Asimismo, el informe apunta a otras medidas muy efectivas como estimular los mercados mediante la adquisición de provisiones de asistencia alimentaria en mercados locales y mediante sistemas basados en efectivo.