La Real Academia Española explica el origen del canarismo antiguo 'fajana'
“El término delta para referirse a los terrenos ganados al mar por el volcán indica ignorancia y colonialismo cultural”. Así lo expresó El arqueólogo Jorge Pais poco después de que la masa de lava procedente del volcán de La Palma tocara el agua y formase una nueva plataforma pegada a la costa. Lo cierto es que desde que esto ocurrió, los medios se hicieron eco del acontecimiento histórico llamándolo “delta lávico”, sin conocer, todavía, que había una palabra canaria que bautizaba ya ese fenómeno: fajana. Los habitantes canarios ya se preocuparon cientos de años atrás en incorporar a su léxico palabras que describieran su realidad volcánica.
La Real Academia Española (RAE) en su Diccionario histórico del español en Canarias (DHECan) define el término como “terreno llano al pie de laderas o escarpes, formado comúnmente por materiales desprendidos de las alturas que lo dominan”. De la misma forma lo hace la Academia Canaria de la Lengua, aunque añade algunos matices, como que el terreno se puede formar también al pie de los recodos de los barrancos y puede estar formado, a su vez, por materiales arrastrados por el agua.
Desde la erupción del volcán, el pasado 19 de septiembre, el uso de este término parece estar cada vez más generalizado. Sin embargo, hay algunos expertos que no coinciden en bautizar al fenómeno de La Palma como fajana. La Fundación del Español Urgente (Fundeu) advierte de que, según el catedrático de Filología Española Maximiano Trapero, este término que la RAE recoge como canarismo “se puede utilizar para describir una planicie generada por el derrumbe de un risco en el interior de las islas, nunca en la costa”.
En cualquier caso, el canarismo está ganando la partida en los medios nacionales, algo que rara vez ocurre.
Por qué fajana y no delta
El vocablo, como explica la RAE, se incorporó al Diccionario de la lengua española (DLE) en su edición de 1970 gracias a un investigador palmero: José Pérez Vidal. Este profesor pudo comprobar en los archivos insulares que el término se empleaba desde 1500. Así aparece en esta data o escritura en la que el adelantado don Alonso de Lugo otorgaba tierras a los primeros colonos de Tenerife: “Que digo que daré a vuestros hermanos dos cada 4 fanegas encima en las fajanas de arriba para latada o pomares de riego; que digo que daré a Juan Dévora otras 4 fanegas de sembradura asimismo en las fajanas de arriba para latada o pomar”.
También lo corrobora un testamento de un aborigen grancanario en el que se puede deducir su significado tradicional: “Item digo que yo tengo una fuente de agua de tres azadas, con una fajana de tierra sobre la mar, debajo de la hacienda de Hernando de Castro, abajo del barranco que dicen de los Porqueros, donde corre el agua, junto a la playa y callao del mar”. Y entre las posesiones del pirata Amaro Pargo, de mediados del siglo XVIII, aparecen unas tierras en un barranco, “desde el Salto del Drago hasta arriba, donde empieza la faxana”.
Ante el significado con el que se empleaba antiguamente, la RAE incide, por tanto, que lo que se ha formado en La Palma no se trata de un delta de un río, sino de un terreno llano al pie de un acantilado formado por materiales desprendidos del volcán, que se encuentra en altura, en este caso, los materiales procedentes de las lenguas de lava.
Origen del canarismo
Como sucede con otros muchos canarismos, el origen de fajana se encuentra en la voz portuguesa fajã ‘terra baixa e chã’ (tierra baja, en español), presente todavía en Madeira y Azores, que son, junto a Canarias y Cabo Verde, los archipiélagos que conforman la región macaronésica y que se distinguen por tener características comunes, como su naturaleza volcánica. Los canarismos millo o fechillo también encuentran su origen en el portugués.
Las palabras autóctonas están cada vez más lejos de las conversaciones diarias de los canarios y los volcanes, a pesar de ser un desastre natural para miles de palmeros que han perdido sus negocios y sus casas por las coladas, parecen ser el único empujón para reavivar nuestra lengua. La vulcanología del archipiélago ha dejado huella en otros términos que hoy se escuchan por cada rincón, como caldera o malpaís, o, en otros casos, que son de uso geolectal más restringido, como picón.
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