Romper con la rueda de la violencia
“Hace demasiado tiempo que comprendí los mecanismos oscuros que utiliza el terror. El miedo se comporta como un pulpo, extendiendo unos brazos gelatinosos hasta abrazar la voluntad y ahogarla. Hasta comerse la identidad y vomitar la autonomía”. Así describe Mónica Pulido lo que vivió durante su niñez y parte de su juventud. El terror del que habla habitaba en su propia casa, lo provocaba su padre.
Mónica es trabajadora social, antropóloga social y cultural y coordinadora del proyecto Voces al tiempo junto a Antonia Alduán, directora de la Casa de Acogida del Cabildo Insular de Gran Canaria a la que va dedicado el libro.
La puerta de un horno, una bicicleta, un balón, una cámara fotográfica, una pegatina con forma de sonrisa o el apoyo incondicional de una madre han servido a Noemi Cabali, Iván Cabrera, Belén Cabrera, Amelie Lozano, Beatriz Morera y Mónica Pulido para trasladarnos cómo vivieron de cerca la violencia de género. Sus madres sufrieron violencia psicológica y física por parte de sus parejas cuando eran niños.
El objetivo de Voces al tiempo no es otro que hacer más visible la violencia de género desde la perspectiva de los niños, niñas y jóvenes. Todos tuvieron que hacer frente a amenazas o vieron como sus padres amenazaban a sus madres. En el caso de Rosa, la madre de Mónica, cuenta que la amenazaba diciéndole que “si lo abandonaba, me llevaría lejos de ella, fuera de España”.
Voces al tiempo
que, está previsto que en un futuro se lleve a centros escolares como herramienta de prevención, se gestó durante el mes de agosto en varios talleres impartidos por el escritor Alexis Ravelo donde se crearon vínculos de unión muy fuertes entre los asistentes. Una experiencia que Mónica califica de “enriquecedora, emocionante y muy participativa”.
Mónica asegura que todavía queda mucho trabajo por hacer en materia de prevención, “no estamos a la altura. En lo que concierne a los niños no hay nada hecho. Tenemos que plantearnos que hacer y proponer alternativas, porque ningún niño debería pasar por eso”.
Una de las consecuencias que tiene la violencia de género es el traslado forzoso de residencia, en el caso de Mónica y Rosa, tuvieron que trasladarse a una casa propiedad de sus abuelos en otro municipio de la isla.
Todos ellos tienen algo en común, han sabido salir adelante y ahora quieren compartir sus recuerdos para evitar que otros pasen por lo mismo que sufrieron ellos.