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Carta abierta

José Miguel González Hernández

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Perdona que te moleste, pero no sé si te has dado cuenta. Las cosas han cambiado. Es cierto que cada día se repiten los mismos conflictos y, probablemente, las mismas soluciones. Pero no creas que la historia ha comenzado el mismo día en que naciste. Antes, y también después, sucederán cosas similares. Podemos seguir discutiendo si existe una vida más justa. Podemos seguir discerniendo sobre cuáles son las decisiones que habría que llevar a cabo para alcanzar la cúspide. Pero todo tiene su fin, sobre todo cuando descubres que a nadie más le puedes echar la culpa. Y es ahí cuando descubres que, probablemente, la culpa la tengas tú.

Las relaciones económicas y, por ende, las sociales han mutado. Y han mutado en la dirección elegida por la mayoría. Nos pueden gustar más o menos, pero formamos parte de dicha mayoría, aunque no estemos incluidos en ella. La convivencia y la coexistencia nos hacen ser seres civilizados. Por ello, si algo no nos gusta, protestemos lo justo, pero trabajemos mucho por cambiarlo. Cuando el barco se hunde, de nada vale enfadarnos y enfrentarnos al mar. Hay que enfrentarse al boquete por el que está entrando el agua, teniendo conciencia de que somos parte del problema.

Cada segmento que actúa e interactúa en el sistema tiene sus propios intereses. Legítimos, como no podría ser de otra manera. La versión evolucionada es la de generar situaciones alejadas de los juegos de suma cero. Apostemos por un sistema de convivencia en que todas las partes puedan ganar, dejando atrás los denominados óptimos paretianos como noción mínima de la eficiencia, y no necesariamente ofreciendo un resultado con una distribución socialmente deseable, debido a que no hay un pronunciamiento expreso sobre la igualdad o el bienestar conjunto. Pensemos que el equilibrio social debe estar legitimado por un espectro de factores y no solo por los criterios de una parte, eliminando la abstracción del entorno.

Reconozco que he filosofado mucho y he razonado poco, pero es que duele. Duele ver cómo hay parte de la sociedad que sigue insistiendo sobre lo mismo sin plantear alternativa alguna, esperando que alguien o algo llegue de algún lado en que el conocimiento es infinito, con la solución milagrosa, en lugar de plantar cara a la propia mentalidad y de generar todos los criterios de falsación correspondientes para depurar nuestra metodología y resultados. Por ello, por favor, no te ancles en el pasado. Crece. Desarróllate. Modifica tu pensamiento con más altura de miras. No te mientas como para poder seguir perpetuando una situación que ya no existe. Madura. Evoluciona. No me lo tengas en cuenta. Gracias por entenderlo.

José Miguel González Hernández

Economista

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