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César Manrique vive en Santa Cruz

José Manuel Bermúdez

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La obra del genial artista César Manrique está muy viva en Santa Cruz, una ciudad con la que mantuvo una estrecha relación y que, en palabras de su hermano Carlos, es probablemente el lugar, al margen de Lanzarote, en el que más huellas hay de su legado.

Y ahora que se cumplen 25 años del triste fallecimiento de Manrique, el Ayuntamiento de Santa Cruz no podía por menos que recordar esos vínculos y rendir un homenaje a un canario universal y a un chicharrero de corazón.

Es cierto que cualquier tributo para honrar su figura queda empequeñecido por la magnitud e influencia de su obra, pero Santa Cruz le quiere dar las gracias -humilde y sinceramente- por haber hecho tanto por esta capital.

El pasado jueves inauguramos una muestra retrospectiva con contenidos multimedia en la Casa de la Pólvora, en un entorno que pertenece a César enteramente, no en vano allí se levanta el Parque Marítimo que ideó -y que lleva su nombre- y allí se encuentran diversas esculturas concebidas por su inigualable talento creativo.

La muestra está pensada para la visita de centros escolares y ha sido posible gracias a la participación conjunta de las áreas municipales de Cultura, Servicios Públicos y Sociedad de Desarrollo, en colaboración con la Fundación César Manrique y de empresas como TITSA, la Fundación La Caixa y Esculturas Bronzo.

También hemos aprovechado la conmemoración para restaurar una de las obras más significativas del artista lanzaroteño, el Homenaje a Santa Cruz, que se localiza también en las inmediaciones de la Casa de la Pólvora.

Se trata, efectivamente, de agradecer su dedicación a nuestra ciudad, pero sobre todo, de renovar simbólicamente el compromiso que todos mantenemos con los valores que César Manrique siempre promovió y que llevó a la práctica con su arte militante.

César fue un abanderado en la defensa de la naturaleza, un martillo contra la degradación del medio ambiente y un agitador de conciencias. Pero también un ser humano de una vitalidad desbordante y con un lado optimista arrebatador.

Su carácter visionario, su espíritu pionero y su conciencia crítica le permitió siempre ir un poco más allá, ver más allá. Supo ver una oportunidad en la dificultad, supo ver armonía en el desequilibrio, supo ver arte en la cotidianidad.

Y Santa Cruz tuvo la fortuna de ver a César desplegar todo su potencial creativo y transformador en una zona de la ciudad que hasta ese momento presentaba cierta degradación o, cuando menos, estaba desaprovechada.

El Parque Marítimo de Santa Cruz fue su último diseño, antes de aquel fatídico 25 de septiembre de 1992. Culminada luego por Alfredo Amigó y José Luis Olcina, dicha obra adquiere la mayor importancia simbólica, como representación de un legado artístico y humano llamado a perdurar entre nosotros muchísimos años. Porque César sigue vivo en Santa Cruz. Y porque Santa Cruz seguirá honrando la memoria de un ser humano excepcional y un artista irrepetible.

*Alcalde de Santa Cruz de Tenerife

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