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La deriva continental

José Miguel González Hernández

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Imaginemos un mapamundi en un plano de dos dimensiones. Si elimináramos los océanos y uniéramos los continentes, podríamos ver que casi todos los continentes pueden unirse cual algunas piezas de puzle. Pues bien, parece ser que a finales del periodo Triásico e inicios del Jurásico las placas tectónicas del globo terrestre comenzaron a separarse.

Aquel continente único, denominado Pangea, hace unos trescientos millones de año (día arriba, día abajo) empezó a fragmentarse y se acabó la continuidad territorial, mientras que aparecían las distancias salvables solo por mar o aire. No fue el primero, ni el único, pero con el tiempo la traslación de las masas continentales ha terminado por ofrecer la fisonomía actual de la distribución a lo largo y ancho del globo terrestre.

No obstante, esta evolución no ha finalizado ni desde el punto de vista geográfico ni desde el punto de vista económico. De esta forma, el fenómeno de la deriva, tanto continental como social, de esas características se produce porque existen fuerzas que impulsan las masas y, como consecuencia, estas cambian de posición. Tras los cambios, se pueden observar similitudes entre los diferentes lugares, aun estando separados por barreras físicas o de otra naturaleza, lo que da pie a pensar en la veracidad de un cuerpo único.

Y tras la geografía aparece la composición política y la estructura económica y social de los territorios. Por ello hay que fundamentar los sistemas políticos de toma de decisiones en el estudio sistemático de los factores geográficos, económicos e incluso culturales para evaluar las posibles consecuencias, cifradas en pérdidas y beneficios, de todas las variables incorporadas.

El análisis de las estrategias de orden económico decididas por las regiones en el contexto de las políticas tiene como objetivo proteger a sus economías a través de la adquisición del dominio de ciertas metodologías e innovaciones clave o ciertos segmentos de mercado que puedan considerarse un elemento de poder de dominación e influencia. De esta forma, se tomarán decisiones estratégicas para definir los consecuentes planes de expansión o, incluso, de invasión.

La importancia de la geografía económica reside en la necesidad de comprender cómo el ser humano explota los recursos naturales y organiza sus actividades económicas en el mundo de una determinada forma. Abordar cuestiones como qué tipo de actividad, dónde y cuáles son sus consecuencias e implicaciones en el lugar o espacio geográfico son parte del diagnóstico y de las propuestas de actuación que se han de establecer.

En la actualidad, sin que sea necesario que haya movimientos de placas tectónicas de forma generalizada, los ejes de influencia económica de la Tierra se están reposicionando. Es cierto que siempre lo han hecho, pero en este caso se ha dado cierta confluencia de parámetros basados, principalmente, en cuatro: el indefinido papel de la Unión Europea, el brexit decidido, la actual política arancelaria de los Estados Unidos de América y la respuesta de la economía de China.

De esta forma, moviendo rápidamente las fichas como si de un trilero se tratara, Reino Unido se acerca a los Estados Unidos de América, mientras que este incrementa los aranceles. A su vez, China contraataca y se une más a la Unión Europea. Mientras tanto, otras regiones emergentes intentan posicionarse en un lugar privilegiado de influencia combinando excelencia, conocimiento y también coste.

África y Sudamérica, por otro lado, están decididos a dar un paso al frente de forma definitiva en aras de eliminar las cortapisas que el denominado hemisferio desarrollado históricamente siempre ha intentado establecerles. Y ¿qué ocurrirá? La partida ha comenzado. Hagan juego. Se aceptan apuestas.

*Economista

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