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El discurso

José Miguel González Hernández

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Señoras y señores:

Vengo a esta tribuna con el firme convencimiento de que la palabra antecede a los hechos. A este respecto, debemos tener el convencimiento de que un sistema democrático de toma de decisiones quedaría vacío de toda sustancia ética sin la efectiva participación de las partes protagonistas en el diálogo. Ante una situación en la que se asiste a procesos de estrangulamiento normativo, se hace urgente la búsqueda de una ética de la responsabilidad colectiva en el ámbito global y también local.

A colación, la concertación social debe verse como un proceso de maduración de los sistemas democráticos de participación. En ella se intenta relanzar las facetas de la sociedad en la que la cohesión es parte fundamental como base y estructura de cualquier organización moderna y evolucionada, en la que la libertad de participación y elección está presente.

La demanda se hace latente cuando se detecta que falta, por un lado, armonizar la satisfacción de los derechos y deseos privados reclamados por individuos y grupos, y por otro, responder a las necesidades funcionales del sistema. A las partes integrantes en los procesos de concertación no hay que dejarlas de ubicar como entidades funcionales, en tanto defensoras de intereses de sus integrantes, sino que precisamente en la defensa de los intereses sectoriales se encuentra la ligazón con el proceso productivo y la generación de riqueza en la sociedad.

La formación de la voluntad ha de desembocar en la constitución del interés común. El ejercicio democrático implica el establecimiento provisional y revisable de acuerdos entre los miembros de la sociedad, aun a sabiendas de que cualquier acuerdo estará lejos de poder ser considerado como definitivamente racional, ya que la razón no es una propiedad que se tiene, sino una facultad que se ejercita.

El diálogo social surge como un mecanismo adecuado para tener en cuenta el pluralismo en las sociedades democráticas, canalizando y garantizando su interlocución a través de la representatividad que ostenta.

Por esa razón hay que crear un órgano que intente fundir diferentes sensibilidades, que albergue la complejidad a la hora de ponerlo en funcionamiento, aunque la calidad humana y profesional de las personas que lo conformarían facilita las cosas. Pero dotarlo de estas personas es comprometer también a las organizaciones que representan con el objeto de ponerlas al servicio de la sociedad en general y no solo a sus intereses particulares.

Por último, solo hay que apuntar que en época de abundancia las equivocaciones se disimulan. Pero en época de escasez se muestran como un insulto. Por ello, para evitar problemas mayores les pido que, en aras de evitar reproducir debates unidireccionales innecesarios que no harían sino retrasar la solución de los problemas, sabiendo que a este supermercado hace tiempo que vengo y que nos conocemos, como solo quedan dos panes, ¿me permiten colarme y llevármelos?, porque de lo contrario tendremos que comer en casa con pan de molde y a mí, por lo menos, se me pega en el cielo de la boca.

Muchas gracias.

*Economista

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