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El patrimonio histórico y los políticos: la tragedia de La Laguna

Álvaro Santana Acuña

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En 1999 la UNESCO añadió el centro histórico de la ciudad de La Laguna a su lista de bienes que son Patrimonio de la Humanidad. La lista incluye sitios como la Gran Muralla China, Machu Picchu o la Ciudad del Vaticano. Así hasta llegar a los 1.121 bienes actuales. Al ser Patrimonio Mundial, la UNESCO ofrece un sólido apoyo legal a lugares como La Laguna para proteger su patrimonio de amenazas como la especulación urbanística, la masificación turística o la mala gestión administrativa. Mientras docenas de lugares se apoyan en la UNESCO para derrotar dichas amenazas, en La Laguna ocurre lo contrario.

Esto pasa porque, desde 1999 hasta hoy, la gestión del patrimonio mundial lagunero está en manos del político de turno. Y en cada legislatura el político usa y abusa de la legalidad según le conviene. En España es fácil hacerlo y salir impune. Nuestro país tiene, por un lado, una débil sociedad civil y una democracia incipiente y, por otro lado, es una de las potencias turísticas del mundo. Es la peor combinación si se quiere transmitir con responsabilidad a nuestros hijos y nietos el patrimonio que heredamos de nuestros antepasados. En Canarias, la combinación es incluso mortífera: con turoperadores y constructores avariciosos, políticos dinásticos y ciudadanos impotentes. Por eso lo que sucede en La Laguna, por desgracia, no debe sorprendernos.

La situación del centro histórico lagunero es muy similar al desarrollismo salvaje que desde los años 60 ha atiborrado de hoteles las costas canarias. Ahora, el “coronavirus del desarrollismo” infecta también a centros históricos y casas rurales. No hay alternativa, dicen muchos políticos: o turismo de masas o la ruina.

Desde 2005, en La Laguna, el desarrollismo lo fomenta el Plan Especial de Protección (PEP), con el que la concejalía de urbanismo legaliza las obras que se hacen en el centro histórico. Coalición Canaria solo consiguió aprobar ese PEP en el pleno municipal usando el rodillo de la mayoría absoluta, dada la oposición frontal de políticos, funcionarios, ciudadanos y organizaciones.

Durante años, personas de los partidos que ahora gobiernan se opusieron a las obras legalizadas por el PEP. Criticaron el edificio nuevo del juzgado, la reforma de la plaza de la Catedral y la demolición de casas terreras. Ahí están las hemerotecas y los mensajes en redes sociales para demostrarlo.

Pero la oposición, ahora en el poder, nos dice que el PEP de 2005 se puede mantener. Esto es imposible. El diseño de ese PEP está viciado de principio a fin, porque defiende un modelo de ciudad neoliberal y nada progresista. Como explico desde hace años, por culpa del PEP, los laguneros han perdido patrimonio valioso en todas y cada una de las manzanas del centro histórico. Además viven en una ciudad más desigual socialmente, donde prosperan bares y franquicias.

De momento, el tripartito solo ofrece sustitución o ruina. Es decir, o se gestiona el centro histórico como dicta la concejalía de urbanismo o se arruina. Este argumento no solo es falso sino maquiavélico. ¿De qué sirve “reformar” un edificio del siglo XVIII si se vacía todo el interior y se conserva solo la fachada; como si dejarla en pie no fuese otra forma de ruina? ¿De qué sirve fabricar una remonta (o sea, construir un segundo piso) en una casa terrera si el valor de esta clase de vivienda, que existe en La Laguna desde hace 500 años, radica en ser precisamente de un solo piso, como así lo certifica la UNESCO? ¿De qué sirve seguir usando el PEP de 2005 para proteger iglesias y casonas señoriales, mientras se continúa legalizando la mutilación y destrucción del patrimonio de los grupos sociales más vulnerables de nuestra historia, aquellos que vivían, por ejemplo, en casas terreras?

Frente a la esperanza del anhelado cambio político tras más de veinte años de gobierno de Coalición Canaria, los hechos hablan por sí solos. Desde que el tripartito empezó a gobernar en junio de 2019, en el centro histórico y la zona tampón que lo rodea se han demolido, como mínimo, cuatro casas. Tres de ellas eran casas terreras. O sea, cada dos meses se ha derribado una vivienda.

Por culpa de estas actuaciones, el tripartito está dejando escapar una oportunidad de oro para demostrar que su discurso urbanístico y patrimonial nada tiene que ver con el de Coalición Canaria. Cuatro años pasan muy rápido y los votantes recuerdan.

A mi juicio, la solución de choque es frenar con enmiendas los efectos más nocivos del PEP de 2005, y a la vez crear un nuevo PEP que garantice la protección responsable del patrimonio a través del diálogo con ciudadanos, asociaciones vecinales, técnicos de patrimonio del Cabildo y gobierno regional, organizaciones culturales locales y expertos internacionales. La gestión patrimonial no es “patrimonio” de nadie, ni siquiera de urbanistas e historiadores. De lo que se trata es de gestionar nuestro patrimonio mediante un progresismo dialogante.

Para gestionar el centro histórico lagunero con máximas garantías legales, la solución ideal es crear un patronato: un organismo autónomo, apolítico y sin ánimo de lucro. En España, un patronato gestiona con éxito la Alhambra y el Generalife, con más de dos millones de visitantes anuales. En Escocia, su National Trust gestiona unas 150 propiedades, entre las que hay desde monumentales castillos hasta humildes casas obreras, como Souter Johnnie’s Cottage, la vivienda de un zapatero del siglo XVIII, muy parecida a las casas terreras laguneras. En otros lugares, el patrimonio se potencia y actualiza mediante planes de protección participativos. En La Laguna, aún no.

La Laguna podría convertirse en un ejemplo mundial de gestión patrimonial. Pero la legalidad del PEP de 2005 sigue asfixiando a propietarios de casas históricas, a quienes se les expedienta por poner una puerta de estilo canario o cambiar el color de la fachada. Sin embargo, ese PEP no impide a constructoras privadas demoler o mutilar casas históricas.

Por último, se dice que la supuesta reforma del PEP seguirá la tradición anglosajona. He vivido casi media vida en países con esta tradición, Reino Unido y Estados Unidos. Y si algo caracteriza dicha tradición allí es su rapidez y efectividad. La triste realidad es que aquí, en La Laguna, manda por ahora esa tradición tan hispana del continuismo y el “vuelva usted mañana”.

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