Espacio de opinión de Tenerife Ahora
Lo pinto
El viejo fantasma sigue conmigo,
nos hemos hecho íntimos.
Es el centro que solo abrigo
si ella me pregunta.
La vara de medir lo vivido
expulsado después al absurdo.
Escribir es amarle en papel,
anotando las ideas sin resolver
y querer dibujarlas en su brazo,
en su hombro,
en cualquier rincón de esa piel
hecha historia y poesía
que conoce de memoria el sabor
de cualquier verbo vacío.
Parches con los que me tejió una capa
para todos los días fríos,
que no son pocos
ni muy divertidos.
Pero si ella se lleva el Sol,
pues yo voy y lo pinto.
Así es la vida en falso directo.
Se vive cerca del camino más recto
tolerado por el trenzado e infinito
agujero de gusano
dueño de la caída entre colchón y sueño.
Fantaseo memorias,
duermo despierto,
escribo solo las estrofas
que persiguen un sentimiento
cuyo idioma no es rendirse.
No quiero ese derecho.
Podría ser más bonito el techo
de esta gélida sala de espera
inundada de personajes y cuentacuentos
a los que les recito las historias
y deseos que a ti no puedo.
Pero sigue andando. Sonriendo
-me dicen-.
Hazlo por tus dos pies y lo que quiera que sea que alumbra, que es de lo poco correcto que a aprender conseguiste.
No. Mi fantasma ya no se resiste.
Él escribe partituras en recuerdos
y en ellos bailo con ella.
Regalo mis pies.
Enciende la luz.
Explico estos versos.
No te preocupes,
supongo que nunca volverán esos tiempos.
Si algo faltará, como lo ha hecho,
serán todos los buenos días.
¿Para qué iba ya a quererlos
si no me has echado de menos,
o acaso alguna noche
toca el timbre en tu casa
el dolor de no verme de nuevo?
No hace falta que ironices.
Tú apagaste la luz.
Ahora yo invierto el tablero.
Declaro expropiado todo muro
y en espejos los convierto,
Empezaré por preguntarme
las mismas cuestiones que espeto,
porque en este momento planteo
lo que pueda pasar y merezco
y ahora…, como ya dije, es hora
de encender un mensaje de adiós,
de soltar la cuerda que hirió,
de amar más al que amó.
Creí saber lo que debía hacer,
pero en práctica no lo entendía.
¿Cómo se estima,… cortando,… si se iba…?
¿Liberarle de dónde,… si nunca le tuve?
Olvidar sin amnesia
es fallar un recuerdo o peor: solaparlo.
No. Ese no es el camino acordado.
Sólo le haríamos eso a los malos.
La vía que yo ando
no es ni de olvido ni odiando.
Llevo entrenando los últimos años
escalando las escaleras mecánicas
eternas que llevan al pasado.
Delicioso sí que fue el conocer
la alegría. La calma. El amparo.
Lo sentido. Lo escrito. Lo amado.
Sabedor de ello
te convierto en red
y por encima zarpo,
sin miedo a caer.
Ya está hecho el daño.
Así que me tomo un descanso,
dando por hecho que ella sabe
que, llegado el momento,
si me necesita o si me quiere,
seguirá esperándole mi abrazo.
Que ni malos ni tan santos
el perdón nos va tocando
y no, no creo que queden
tantas vidas como pensamos.
Siempre hemos sabido
que tú y yo, al fin y al cabo,
pertenecemos a razas de muertos
con el Tercer Grado penitenciario.