Shyamalan encuentra su villano

Fotograma del filme de Shyamalan

Fer D. Padilla

Santa Cruz de Tenerife —

- Título: Múltiple (Split), 2016

- Dirección: M. Night Shyamalan

- Guión: M. Night Shyamalan

- Reparto: James McAvoy, Anya Taylor Joy, Betty Buckley, Brad William Henke, Haley Lu Richardson.

Muchos críticos y espectadores se han rendido ante el nuevo trabajo de M. Night Shyamalan, director controvertido donde los haya y el que firmara peculiares largometrajes como Señales, El bosque o aquella inigualable El sexto sentido. El cineasta de origen hindú estrenó el pasado fin de semana Split o Múltiple (maldita manía de traducir ciertos nombres), que es la historia de tres estudiantes secuestradas por un maníaco que encierra dentro de sí una veintena de diferentes personalidades.

¿Es para tanto esta nueva producción? ¿Supone el regreso de Shyamalan a la cumbre? No. Sin paños calientes. Ni de broma. Para empezar, porque no deja de ser un intento de película slasher sin gracia alguna. Es una historia floja hasta la raíz, en la que somos testigos -una vez más- de cómo las adolescentes estereotipadas de los highschool estadounidenses parecen ser las perfectas víctimas de cualquier crimen, y en este caso también, ya que estamos, carne fresca para películas como esta, que, sin llegar a ser de serie B, parece que intenta por todos los medios convertirse en una de ellas.

El guión, escrito por el mismo director, es igualmente flojo y cumple la misma premisa que comentábamos en el párrafo anterior, con la especial excepción de que poco nos importa lo que les pueda pasar a casi todos los personajes de la cinta. No motiva, no intriga, no hay grandes giros ni desarrollo en ellos -salvo inimaginables excepciones, por llamarlas de alguna manera-, algo a lo que con más o menos acierto Shyamalan nos tenía acostumbrados y que no debía haber perdido, ya que, pese a sus demasiados errores, es muestra clara de su estilo de redacción.

Asimismo, la dirección es bastante sosa. No tiene grandes o destacados elementos característicos, y eso nos lleva a pensar que en cintas como Múltiple pesa más la firma que el estilo. Que este filme y aquel del niño que veía muertos compartan realizador es algo en lo que confiamos porque así aparece en los créditos.

El componente secreto de esta película y que tanto destaca es muy sencillo y tiene nombre: James McAvoy. Con el permiso del lector, empezaremos la casa por el tejado diciendo que es una soberana injusticia que no aparezca entre los nominados al Oscar este año. El escocés interpreta a Kevin, en cuyo interior se encierran personalidades tan diferentes como las de Barry, diseñador de moda; Hedwig, un niño de nueve años, o la amable Patricia. Impresionante el cambio que realiza el actor pasando de un registro a otro con acierto preciso y casi sin pausa para pestañear. A la altura de los grandes psicópatas de la historia del cine, sin duda alguna.

No debería sorprendernos, aunque es cierto que se trata de un actor que tuvo su momento de moda a mediados del decenio de 2000, con su aparición en las sobresalientes películas El último rey de Escocia y Expiación. Al ser fichado por la saga X-Men -malditas franquicias-, se ató de pies y manos con grandes producciones que no tenían la calidad que se le puede exigir a un intérprete de tanto talento.

Menos mal que, inteligentemente, supo alternar esos descomunales proyectos con otros más interesantes que no lo hicieron desaparecer -no sin esfuerzo- de la primera línea de los mejores actores norteamericanos. De esta forma, en su trayectoria figuran películas recomendables como La desaparición de Eleanor Rigby o la irreverente Filth, el sucio.

James McAvoy es lo único y no poco que vale la pena realmente en Múltiple. Es el primer y último cimiento del largometraje, y agradecemos que todo en la cinta gire alrededor de él. Una pena que casi el resto de la producción no esté a la altura. Y decimos casi señalando dos factores que ayudan a respetar un poco más la película: el primero es Betty Buckley, esa psiquiatra que se mueve en una fina línea entre el dogma médico y la pena que siente por su paciente.

El segundo factor es el universo narrativo en el que se cuenta esta historia. No se debe comentar más. Solo que el espectador debe tragarse un final que casi se ríe de su propia película para que en su epílogo podamos encontrar el respeto que tanto la crítica como el público han querido devolverle a M. Night Shyamalan tras la ingente cantidad de bazofia que el director ha rodado a lo largo de su trayectoria, llena de la mentalidad inocentona que profesa este amante de los cómics y cuya pasión por ellos siempre ha querido transmutar en posibles historias que se puedan dar en la realidad.

Con la filosofía que defiende, más lo anteriormente dicho, parece que este director ha encontrado en el McAvoy de Múltiple el perfecto villano para ese universo suyo colmado de descerebradas historias.

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