MARY, en mayúsculas
- Título: Mary Shelley (2017)
- Dirección: Haifaa Al-Mansour
- Guión: Emma Jensen y Haifaa Al-Mansour
- Reparto: Elle Fanning, Douglas Booth, Bel Powley, Maisie Williams, Joanne Froggatt
Podemos compensar la sequía creativa de estos meses en las salas de cine con el estreno de una fantástica cinta del pasado año: Mary Shelley. En ella, obviamente, se explica el origen del mito del clásico muerto viviente. Ya por eso debería suscitar gran interés. Pero esta película es mucho más que la precuela de las andanzas de un ser superior -diferencia que la separa del cine de tendencia-.
Mary Shelley es la historia de una gran mujer. Un icono de la literatura. Un personaje con un carisma muy lejos de su propio contexto. Estamos ante la biografía de una artista altamente preocupada por la cultura en todas sus formas, lo cual fue muy desprestigiado en su momento.
El talento de Mary Wollstonecraft Shelley (1797-1851) fue máximo y atemporal. Supo tratar temas inquietantes y misteriosos desde una óptica muy cercana al trabajo científico. Es una figura mucho más recurrible de lo que podamos pensar.
Mucho más profunda y descarnada es su historia personal. Shelley vivió algunas comodidades pero, en la mayoría de los casos, absolutas miserias. Auténticos traumas que levantan aún más el posible aplauso, dado que el contexto artístico de su obra posee infinidad de matices gracias a la exagerada experiencia de la autora.
La cinta gira en torno al personaje, como no podría ser de otra forma, y el resultado es admirable. Por la correcta y respetuosa dirección de Haifaa Al-Mansour (La bicicleta verde, 2012), por la atractiva adaptación que tanto el director como Emma Jensen han conseguido, pero, sobre todo, por la bestial interpretación de Elle Fanning, que nunca sorprende. Trayectoria impecable la de esta actriz, una de las mejores intérpretes estadounidenses de la actualidad, sin ninguna duda. No nos cansaremos de repetirlo.
Volviendo a la película, Mary Shelley es pura poesía. En su base, una historia muy agradecida de ver, cargada en forma y contenidos totalmente disfrutables. Más allá, se trata de una tragedia necesaria para comprender una historia como la de Frankenstein y su monstruo. A un nivel más elevado, es una reflexión sobre la inspiración del arte, y en su cúspide nos encontramos un mensaje para todas esas mujeres talentosas que han vivido a lo largo de la historia subyugadas por un contexto y moral que no les han sabido -o querido- valorar ni una ínfima parte de lo que merecían.