Decía recientemente en un debate televisivo la presidenta de la Asociación de Afectados del Vuelo JK 5022, Pilar Vera, que no dejará ese puesto hasta ver cumplidos cuatro objetivos. Desgraciadamente, el moderador del programa sólo le dejó exponer el primero: “Solventar los problemas con nuestro primer abogado”. Pilar Vera está a punto de conseguir ese propósito, porque el próximo lunes se verá en el Juzgado de Primera Instancia número 12 de Las Palmas de Gran Canaria el juicio civil de reclamación de honorarios reclamados por el letrado local Alberto Hawach, que quiere que le abonen una primera factura de 7.500 euros, fechada en abril de 2009, cantidad que ha de sumarse a los 42.000 que el Colegio de Abogados de Madrid ya ha calificado que han de pagarle por similares conceptos en la capital de España. La causa, en apariencia inocua, puramente dineraria, encierra en realidad un mar de fondo en el que se revuelcan muchos desencuentros, alguna querella (archivada) por injurias, durísimas divisiones internas en el seno de la organización, desembolsos millonarios a catedráticos de Derecho Penal con resultados fallidos, quejas ante colegios de abogados archivadas con tronío, y una enorme frustración de los familiares de los fallecidos aquel 20 de agosto de 2008 producto en gran medida de sus propios desvaríos. Porque los 100.000 euros pagados al catedrático de Alcalá de Henares Esteban Mestre se han estrellado contra un archivo de la causa penal, mientras que la genialidad de otro letrado de la meseta de personarse en los juzgados de lo Mercantil de Barcelona, condujo al archivo de las causas abiertas en Estados Unidos para reclamar a Boeing una indemnización millonaria. El primer juicio, sin embargo, será para reclamar a la asociación de Pilar Vera una deuda que no quiere reconocer porque considera que Hawach incumplió su código ético, a pesar de que el Colegio de Abogados de Las Palmas y el Consejo Regional de Canarias de Colegios de Abogados le archivaron sus respectivas quejas. El juicio puede servir, sin embargo, para que afloren algunos trapos sucios que guardaron bajo las alfombras algunos miembros de la asociación.