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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Soria asoma el hocico; Clavijo, la nariz

José Manuel Soria, en primera línea en el acto electoral del PP con Mariano Rajoy en la Plaza del Pilar Nuevo de Las Palmas de Gran Canaria.

Carlos Sosa

Estaba José Manuel Soria tan tranquilo creyendo que su apuesta por Pablo Casado iba a tener el largo recorrido que necesita para planificar sin prisas su regreso al Partido Popular, cuando se produjo el peor batacazo electoral de la historia de la formación que fundó Fraga Iribarne. El ministro panameño había echado el resto contra Soraya Sáenz de Santamaría en el congreso del PP que estrenaba primarias. Y no solo hizo que lo eligieran compromisario por Las Palmas; no solo organizó aquel famoso almuerzo de entronización de Casado por parte de los exministros del G8, sino que también se ocupó de detenerse, mesa por mesa, en cada una de las que ocupaban los compromisarios canarios en la cena anterior a la votación definitiva, para dedicarle a la vicepresidenta de Rajoy los más deleznables epítetos, incluyendo los que mentan a la señora madre del mentado o mentada.

Ungido Casado, Soria regresó al cuidado de los negocios que fue cultivando durante su larga etapa como político en activo (1995-2016), que ahora canaliza a través de su propia empresa, Sorben Partners, dedicada a reclamar a los empresarios que tanto ganaron con sus descuidos y sus desvelos la correcta devolución de los servicios prestados.

El exministro solo interrumpió su retiro de la primera línea política para acudir a dos acontecimientos muy marcados: el primero, el cóctel de navidad del PP canario, donde se le pudo ver confundido entre el público municipal y espeso, sin reclamar ni focos ni privilegios, brindando y repartiendo parabienes. Y el segundo, cuando presentó el libro de José María Aznar (El futuro es hoy, -Península-) en el Gabinete Literario de Las Palmas de Gran Canaria ante la clamorosa ausencia de la cúpula orgánica e institucional del Partido Popular isleño.

No se le vio en los actos de campaña de las generales a los que acudió Casado en Gran Canaria en dos ocasiones para pedir el voto para la candidatura integrada por personas que en el pasado fueron de su confianza (Guillermo Mariscal, Mari Carmen Hernández Bento, Jorge Rodríguez…), seguramente porque no consideró necesario volver a mostrar sus afectos al nuevo líder. O quizás porque intuyó el batacazo y optó por un prudente retiro temporal.

Sin embargo, el revolcón que se llevó el delfín de José María Aznar y de los halcones más irreductibles del PP fue más fuerte de lo esperado, y eso le condujo de inmediato al plan B: recomponer relaciones. Y la primera iba a ser la que él mismo enfrió con Mariano Rajoy, que nunca vio con buenos ojos la defenestración salvaje e ingrata de Soraya Sáenz de Santamaría, ni el agreste viraje del partido hacia la extrema derecha para evitar la fuga de los votos más ultras hacia Vox.

Soria anunció al comité de campaña del PP que acudiría al mitin de Rajoy en Las Palmas de Gran Canaria, y que, para la ocasión, hizo valer su condición de expresidente del partido en la isla. Y así fue: en la Plaza del Pilar Nuevo lo sentaron en primera fila junto al candidato al Cabildo de Gran Canaria, Marco Aurelio Pérez, y el primer canario en la lista al Parlamento Europeo, Gabriel Mato.

Tenía que dejarse ver por el expresidente de su partido y del Gobierno, y congraciarse con buena parte de la militancia pepera canaria que empezaba a olvidarlo (los más) y a despreciarlo (un grupo cada vez más nutrido). Soria necesita situarse ahora en tierra de nadie por si el resultado de las autonómicas manda a Casado a la calle y resucita en el PP el sector más clásico, contrario a más experimentos. En ese se sitúa el presidente del PP canario, Asier Antona, al que Soria quería moverle la silla en el caso de un batacazo electoral autonómico exclusivo de las islas, algo que no va a ocurrir, según la demoscopia. Más que nada porque pronostican que será de escala nacional.

Clavijo, tahúr

La muerte política de Soria no fue súbita, producto de una pésima gestión de la crisis de los papeles de Panamá, como algunos todavía se empeñan en interpretar. Es cierto que aquella fue una infame sucesión de mentiras infumables, pero no más grave que muchas de las que a menudo sufrimos los contribuyentes de nuestros representantes públicos. En realidad Soria cayó porque aquella fue la gota que colmó el vaso de tantas y tantas insensateces y tantos y tantos comportamientos corruptos que en el Gobierno ya iban conociendo con detalle. Soria dimitió, como he venido repitiendo siempre, para que no lo siguieran investigando y no tiraran de la manta.

De su misma escuela de tramposos es su amigo Fernando Clavijo, candidato de Coalición Canaria a repetir en la presidencia del Gobierno. Su campaña electoral está siendo una auténtica estafa política porque, además de estar diseñada casi exclusivamente desde el poder, como es norma en todos los que lo ocupan, está montada en base a una sucesión infame de mentiras premeditadas y medidas imposibles de aplicar al más puro estilo de la vieja política, de la que Coalición Canaria se resiste a salir.

Clavijo y su equipo han gobernado estos últimos cuatro años para los poderes de siempre, como se puede apreciar en todas sus actuaciones. Mientras que la sanidad privada colocaba un consejero que no ha hecho otra cosa que incrementar sus beneficios, las listas de espera sanitarias y la pérdida de reputación nos siguen colocando a la cabeza nacional; la ausencia de planes de vivienda desde 2012 trata de sustituirse ahora por un apaño de última hora con inciertos resultados; las políticas sociales hacen aguas por todos lados, como reflejan las cifras de pobreza y de marginación, además de la insultante lista de espera de dependencia, que abochorna a todo el mundo menos a este Gobierno. Y el modelo económico nada equitativo que sostenemos no contribuye a salir del vagón de cola en desempleo, y muy al contrario, da la espalda a inquietantes problemas añadidos, como el del cambio climático.

Frente a ello, Clavijo y Coalición Canaria se sacan cada día un conejo de la chistera que aparece ante el público con cara de susto ante la evidencia de no saber por qué ha estado ahí escondido estos 26 años de gobierno pretendidamente nacionalista.

Eso por no hablar de la desbordante campaña electoral del partido del señor Clavijo. Es más que probable que el Tribunal de Cuentas no encuentre especiales desvíos en estas últimas generales ni en las autonómicas del domingo. Será porque lo que se audita es la contabilidad y no esa sucesión de actos, vallas publicitarias y eventos mediáticos que no tienen por qué salir precisamente de la caja del partido, sino de la que se va acumulando en las de los proveedores y los medios amigos. Otra vez marca de la casa.

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