Tampoco parece que sean motivo de mucha preocupación los posibles perjuicios a las empresas que se han presentado al concurso del casino de Meloneras porque, como todo el mundo sabe, es como el Espíritu Santo, una y trina. Habrá que convenir con ellos sólo una cosa, pagarles el coste del proyecto, si ya lo tienen terminado. Porque no podemos ni imaginarnos que todo un Gobierno de Canarias vaya ahora a sentirse comprometido con los empresarios con los que en mayo de 2003 llegó a acuerdos el presidente del Partido Popular a cambio de sus generosos apoyos. Ni creemos tampoco que se vaya a cabrear el concejal de Parques y Jardines de Las Palmas de Gran Canaria, Antonio Naranjo, que tanto sabe de bingos y casinos y que tuvo una participación muy activa en aquellos meses en que se volvieron todos un poco locos con las “órdenes de arriba”. A ver si alguien va a sacar una cinta magnetofónica y se van a quedar todos con la peluca cambada.