El presidente de la Confederación Canaria de Empresarios, Sebastián Grisaleña, que se estrenaba en estas lides de presidir la comida navideña más multitudinaria a este lado del río Pecos, se excedió en su discurso. Y no por que se pusiera a elogiar a algún político, a los que más bien dedicó una advertencia para que no vuelvan a meterse donde no deben. El exceso vino dado por la extensión y por la manía de decirlo todo cuando existen recursos para, sin necesidad de ser prolijo, tocar todos los palos posibles. Cometió un par de errores sólo achacables a la inexperiencia y la tensión del momento, como llamar a Segura “delegado del Gobierno de Canarias” (cosa que no le importaría al afectado), o decir que los empresarios quieren una Canarias “más burocratizada”, cuando quería decir todo lo contrario.