¿Qué quieren que le digamos del otro personaje de este sainete barato? Que José Manuel Soria es un farsante lo sabe todo el mundo que haya tratado mínimamente con él. Lo manipula todo, lo trastea todo, coloca a sufridos escudos humanos para que lo protejan permanentemente de sus excesos antidemocráticos. No puede con la verdad porque sabe que exclusivamente con la verdad más pronto que tarde tendrá que abandonar la política. Y por eso se agarra a la mentira y a su innata capacidad para alargar durante semanas sus infamias para tratar de dañar a los que le tenemos cogida la matrícula. Y no se detiene en menudeos, ataca a la familia de los que considera sus enemigos en el convencimiento de que los demás no somos como él, en que los demás nos callaremos siempre sus secretos de familia, por mucho que los tengamos ampliamente documentados. Viola permanentemente las reglas del juego, y no las que le permiten presentar las querellas y las denuncias que considere oportunas, sino las que prohiben formularlas de manera mendaz. Cuando lo pillamos viajando gratis con el empresario Björn Lyng, al que benefició otorgándole miles de camas turísticas, agachó la cabeza y esperó a que amainara el temporal. Pero no se resistió a querellarse cuando lo descubrimos viviendo gratis en un chalet del empresario Javier Esquivel, al que trató de beneficiar en el concurso eólico, el de su hermano Luis. Fue entonces cuando se sacó de la manga unos recibos y un contrato de alquiler que ningún juez se tragó jamás.