Quiere el ministro de Justicia del Reino de España pasar a la posteridad por sus logros. Para ello se ha puesto el hombre unas metas muy ambiciosas que tratará de ir cubriendo con su leal saber y entender, con el margen de maniobra que le deje el Consejo de Ministros y con la capacidad de su propio equipo. López Aguilar incluye en su hoja de ruta ser ministro de Asuntos Exteriores en la próxima legislatura (DM), salvo que a Zapatero le dé por mandarlo a las autonómicas de Canarias, para escarnio del propio ministro y de Juan Carlos Alemán. En sus alrededores hacen méritos para que se pegue un toletazo de considerables dimensiones porque algunos de sus asesores creen que basta con ser coleguita para que todo se perdone un día sí y el otro también. Ya se sabe que ni el colegueo ni lo que Salamanca no presta (natura nunca lo dio) dan para aguantar toda la legislatura sin quedarse en ridículo. Y Juan Fernando López Aguilar hace el ridículo a menudo por rodearse de ineptos que él considera genios. Qué se le va a hacer.