El consejero de Cultura del Cabildo, patrocinador de este encuentro musical que ya está plenamente arraigado, no lo pasó muy bien durante la actuación. No sólo porque no compartiera (y en ocasiones ni entendiera) el contenido de las canciones, sino porque, para colmo, eran muy celebradas y coreadas por otras autoridades presentes, como los concejales socialistas Roque Díaz, de Las Palmas, y los del grupo de gobierno terorense. La cosa alcanzó ya los límites más excitantes cuando, al término de la actuación de Quilapayún, llaman al consejero Rosales al escenario para hacer entrega de una escultura conmemorativa al grupo. Una gran parte del público irrumpió entonces en una sonora pitada con diversos y sabrosos epítetos que, de seguro, han agradado sobremanera al consejero del PP. Lo malo de esos excesos del respetable es que, para mejor proveer, nos arriesgamos a que en la próxima edición nos traigan a Bertín o a la Duval.