El asesino fugado amenazó a su actual esposa antes de salir de permiso: “Tú verás, ya sabes de lo que soy capaz”

Juan Francisco Mejías González durante el juicio en el que fue condenado por asesinar a su pareja

Canarias Ahora

Las Palmas de Gran Canaria —

“Tú verás, ya sabes de lo que soy capaz”. Francisco Mejías, el asesino que no regresó el pasado 27 de diciembre a la prisión grancanaria de Juan Grande tras disfrutar de un permiso navideño, amenazó de ese modo a su actual esposa hace unos cuatro meses en uno de sus cada vez más habituales ataques de celos. Así se recoge en un atestado policial al que ha tenido acceso este periódico en el que se relata cómo fueron los últimos días de permiso de este peligroso preso. Entre otros episodios, cómo la Guardia Civil de Vecindario (Santa Lucía de Tirajana) lo encontró la víspera de tener que regresar a prisión en un parque público, portando un cuchillo y anunciando que pretendía quitarse la vida.

Mejías está casado con una mujer a la que conoció en la prisión de Juan Grande. Ella acudía a visitar a otro preso y acabaron casándose en 2009, cinco años después de que él fuera detenido tras matar a su primera pareja mediante veinte cuchilladas en presencia de los hijos que tenían en común. Aquel asesinato le supuso en 2005 una condena a 22 años de prisión.

Ella lo visitaba asiduamente hasta que, hace unos cuatro meses, Mejías se empeñó en manifestarle sus sospechas de que mantenía una relación con un compañero de trabajo, cuñado de la mujer. Pese a la negativa de la esposa, el preso insistía e insistía hasta que lanzó su amenaza: “Tú verás, ya sabes de lo que soy capaz”.

A partir de ahí, la mujer cortó la relación por completo, ni lo visitó nunca más ni volvió a atender sus llamadas telefónicas. Ella sabía que le quedaba un permiso por disfrutar pero se enteró por la Guardia Civil de que el que legalmente aún es su esposo no había regresado a prisión el 27 de diciembre, al acabarse el plazo. Los agentes se personaron en su casa para preguntarle por Francisco Mejías, del que no sabía nada.

Mejías había salido de prisión el 24 de diciembre para pasar la Nochebuena con su familia, concretamente con su padre, su hermano y la esposa de éste. Todo había transcurrido con normalidad hasta que se fue acercando el día en el que debía regresar a prisión. El 26 de diciembre, el preso desapareció de la casa familiar sin que lo echaran de menos. Horas más tarde fue la Guardia Civil la que les informó de que el hombre había aparecido en un parque de Sardina del Sur, en estado de excitación, portando un cuchillo y comentando a los agentes que su intención era la de suicidarse.

Todo quedó en un incidente sin importancia porque Mejías regresó pacíficamente a su casa. Y pacíficamente se subió al día siguiente, 27 de diciembre, al coche de su hermano para trasladarse a la cárcel de Juan Grande, y cumplir así estrictamente con los plazos de su permiso penitenciario.

Sin embargo, cuando todavía el coche no había salido de Vecindario, el preso pidió a su hermano que lo detuviera porque se encontraba mal, mareado, “con fatigas”, según el atestado. Fue entonces cuando abrió la puerta, se apeó del coche y echó a correr por las calles del populoso barrio desapareciendo de la vista de todos. Hasta la fecha. Minutos antes había manifestado a su hermano su intención de hacer “un majo y limpio”, expresión con la que presuntamente quiso manifestar su intención de acabar con la vida de su mujer y con la del cuñado de esta, para a continuación, suicidarse.

Fue por eso por lo que el hermano de Mejías telefoneó de inmediato a la prisión de Juan Grande para poner todos estos hechos en conocimiento de los funcionarios. Precisamente los informes psicológicos de la prisión señalaban que el preso había sufrido una involución, no se sentía arrepentido por el asesinato, se negaba a tratamientos y consideraban que los permisos no estaban produciendo los efectos propios de una reinserción.

La jueza del Juzgado número 1 de Violencia sobre la Mujer de San Bartolomé de Tirajana dictó este jueves una orden de alejamiento de 500 metros y la prohibición de comunicaciones para evitar que Francisco Mejías pueda acercarse o comunicarse con su actual esposa. Aunque dada su condición de fugado resulta imposible notificarle tales medidas, la ley permite adoptarlas preventivamente para que le sean notificadas una vez los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado lo localicen y lo detengan. La Guardia Civil la protege en todo momento.

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