La activación del turismo en Canarias tras la pandemia reabre el debate sobre su sostenibilidad

El turismo representa un 35% del PIB Canario

Nayra Bajo de Vera / Ana Hernández Cordobés / Fátima Kenair Álvarez

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La existencia o no de turismofobia está a debate en Canarias. Para algunos colectivos, las protestas de La Tejita, Cuna del Alma o Dreamland se erigen como símbolos que demuestran que va en aumento, mientras otros creen que la turismofobia es una bomba de humo que solo existe en la política. Lo que es innegable es que, cada vez más, la población empieza a cuestionar el modelo turístico de masas y su impacto en la economía y los ecosistemas. La crisis derivada de la COVID dejó más clara que nunca la situación de dependencia de las Islas de este sector, que ya se ha reactivado. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, Canarias recibió 9,92 millones de turistas hasta octubre de este año, una cifra que casi alcanza los datos preCOVID del mismo periodo de 2019 (10,77 millones). El Gobierno autonómico prevé alcanzar los 14,5 millones al concluir el año, superando los 13,14 de 2019. 

Mientras algunos grupos sociales reciben estos números con entusiasmo, otros reclaman un cambio de modelo para reducir la dependencia, la precariedad laboral y el impacto medioambiental. Estas son algunas de las proclamas de los activistas de La Tejita y Cuna del Alma, entre ellos Branislav Marjanovic, nacido y criado en el sur de Tenerife. Con el paso de los años, viviendo siempre en zonas turísticas, considera que “cada vez más, los turistas son automáticos. Gastan solo en los supermercados grandes. Ya no hay viaje, no hay inmersión, sino una evolución hacia la apatía y el consumismo. Cuna del Alma es un ejemplo: quieren incluso hacerles los caminos hasta los barrancos”.

La Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias ordenó la suspensión cautelar de las obras en el Puertito de Adeje, tras otra paralización ordenada a su vez por la Consejería de Transición Ecológica, que alegó una “amenaza inminente de daño ambiental” y la presencia de especies protegidas en la parcela. La promotora de Cuna del Alma presentó alegaciones contra ambas decisiones. Marjanovic insiste en que este proyecto solo es una parte de las problemáticas asociadas al turismo.

Una de cada tres viviendas, vendidas a extranjeros

Además del impacto medioambiental, el activista destaca el encarecimiento de la vivienda. Un efecto directo de la compra por parte de ciudadanos de países con mayor poder adquisitivo. Según el Colegio de Registradores de la Propiedad, una de cada tres operaciones realizadas este año en Canarias tiene como compradores a extranjeros. Se trata de la cifra más alta a nivel nacional. A ello se suma el aumento en la oferta de residencias vacacionales, contribuyendo a que los precios sigan aumentando. En tan solo un año, según reflejan datos del ISTAC, el coste de la vivienda ha aumentado un 6,6%. El metro cuadrado, a 2.061 euros, se sitúa así en un máximo histórico.

En este contexto, Nueva Canarias planteó limitar la compra de propiedades a extranjeros, especialmente ahora que los productos básicos también tienden a la inflación. Sin embargo, aún no hay nada sobre papel. Tampoco está clara la posible aplicación o no de una ecotasa para paliar los efectos del turismo de masas en los ecosistemas canarios. Tras intentar reiteradamente obtener declaraciones de la máxima responsable de la Consejería de Turismo, Industria y Comercio del Gobierno de Canarias, nos emplazan a una futura entrevista dentro de dos meses por correo electrónico. Por tanto, no se ha podido obtener el testimonio del Ejecutivo canario.

Marjanovic cree que uno de los problemas radica en que “hemos vendido Canarias como un paraíso en el que todo vale”, y que eso se traduce en un turismo con “una visión colonialista” que “precariza a la clase trabajadora”. A raíz de ello, diversos colectivos han comenzado a desarrollar rechazo al turismo que, en el debate público, ha adquirido el nombre de turismofobia. 

“La turismofobia se mueve en el ámbito de la política y la comunicación” 

El término aparece en España en el año 2017 debido a los impactos del turismo masivo en las Islas Baleares y Barcelona. Los principales problemas asociados son el ruido, la complejidad de la relación con los residentes locales y la dispar distribución de los beneficios económicos del turismo. 

El sociólogo y profesor de la Universidad de La Laguna (ULL) Pablo Rodríguez define la turismofobia como un discurso de rechazo u oposición al turismo y a los turistas. Sin embargo, puntualiza que se deben distinguir dos vertientes: las críticas al modelo turístico, como sucede en Canarias, y los conflictos en la convivencia, como ocurre en Barcelona. 

No obstante, el también profesor y sociólogo de la ULL Pablo Díaz considera que la palabra turismofobia es un concepto erróneo. “Está mal expresado, lo que ocurre es que las poblaciones locales, cuando sienten en su piel los efectos negativos del turismo, reaccionan en contra de esos impactos”, expone el investigador. El término que Díaz promueve es la turistificación, puesto que es más preciso al hablar de las reacciones sociales a las consecuencias del turismo. Asimismo, recalca que el rechazo es hacia los impactos del turismo no miedo ni una apología a su eliminación. 

Por su parte, Rodríguez opina que la turismofobia se mueve “en el ámbito de la política y la comunicación”. Lo tilda de “discurso elitista”, donde la “ciudadanía está en medio”. En otro sentido, Díaz defiende que el elitismo se traduce en que se “favorece más a los de fuera que a los de dentro”. Además, deduce que, debido al parón turístico por la pandemia, han aflorado las noticias sobre turismofobia junto con las voces que defienden la diversificación de la economía canaria. Ambos profesores concuerdan en que el debate debe resolverse mediante la gestión pública. 

Los sociólogos Raquel Huete y Alejandro Mantecón concluyen en su estudio que es un vocablo popularizado por los medios de comunicación, y que la turismofobia no sirve para “estudiar el turismo en sentido estricto, sino para abordar su instrumentalización política”. 

Canarias va cuesta abajo 

Rodríguez explica que la turismofobia aparenta ser un fenómeno nuevo, pero que “antes se llamaba Síndrome de Venecia” y existe desde hace años. Hay estudios antropológicos que muestran la evolución que experimenta un lugar turistificado, como el Ciclo de Vida de los Destinos Turísticos. Este modelo, desarrollado por el profesor Richard Butler, señala que los espacios con gran afluencia de turistas pasan por seis fases: exploración, implicación, desarrollo, consolidación, estancamiento y declive o rejuvenecimiento.

La exploración hace referencia al momento en que un destino con potencial vacacional es descubierto. El número de visitas aumenta debido al empuje de las iniciativas locales y entra en la fase de implicación. A continuación, en la tercera etapa, el turismo es mayor y la actividad turística empieza a ser controlada por empresas externas. La consolidación se produce cuando se ralentiza el aumento de visitantes, aunque continúa creciendo. Una vez las cifras dejan de subir y el destino comienza a perder su atractivo, llega la fase de estancamiento. Finalmente, prosigue el declive y se produce la pérdida de turistas, quienes deciden viajar a otros lugares de ocio. Ese es el momento de innovar y buscar nuevos clientes para mantener la zona como espacio turístico. Pablo Díaz considera que Canarias se encuentra en esta fase. 

Canarias todavía no ha sido descartada como destino. La gran cantidad de turistas que siguen viniendo al Archipiélago precisan la atención y el servicio que proporciona el personal de los hoteles y complejos turísticos, con frecuencia sujeto a unas condiciones mejorables. El régimen del ‘todo incluido’ se ha convertido en la opción más demandada. Los gastos de alojamiento, comidas, traslados y actividades recreativas se contemplan en un solo presupuesto, así que solo hay que preocuparse de disfrutar. Sin embargo, existen grandes inconvenientes en torno a esta modalidad.

Marta, nombre ficticio para preservar su identidad, lleva cinco años trabajando como camarera de pisos. Asegura que el tipo de turista que llega “es cada vez peor”. Entre otras cosas, cuenta que “beben desde las 10 de la mañana y son muy pocos cívicos”. Durante las últimas décadas, se ha puesto de moda lo que ya se conoce como “turismo de borrachera”, ese en que las personas se comportan de una manera molesta en el lugar que visitan, en la mayoría de los casos con indicios de haber tomado alcohol u otras sustancias. Por lo general, buscan cruzar límites que en su país o ciudad de origen no tienen permitido por diversas razones. En Reino Unido, por ejemplo, consumir bebidas alcohólicas en la calle está prohibido.

Una de las cuestiones que generan más debate en este sentido es el poco valor que dejan los turistas en el destino vacacional. Tenerlo todo cubierto hace que no tengan la necesidad de pagar por comer en los restaurantes de la Isla o por otra actividad. Hacen uso de los recursos habituales que se mantienen con los impuestos de las personas residentes: carreteras, espacios naturales, etc., pero solo se beneficia la cadena hotelera. Marta afirma que “a veces ni siquiera salen a conocer nada. Solo están en la piscina y beben”.

Mónica García es la presidenta de Kellys Unión Tenerife y trabaja en el mismo sector desde el año 2002. Cuenta que “el turista de antes era más selecto, pero el actual no gasta dinero fuera del hotel y eso repercute en la economía”. 

Las comodidades del todo incluido atraen a una cantidad de visitantes cada vez mayor. Eso implica más trabajo y, en consecuencia, más empleados, pero esto último no se cumple. García asevera que la explotación está a la orden del día: “Se nos exprime y llegamos a realizar el doble de trabajo que nos toca”. Hace algunas décadas se solía decir que se podía vivir bien del turismo, pero la dureza del trabajo y la remuneración han hecho que se reduzca el número de personas interesadas en la industria.

En septiembre de 2022, Ashotel, AERO y Sindicalistas de Base firmaron un nuevo convenio vinculado a la hostelería. Este documento impulsa, entre otras cosas, la prejubilación de las camareras de pisos a los 58 años y la determinación de un plan de prevención de riesgos eficaz que proteja su salud en el ámbito laboral. Marta asegura que las empresas hoteleras “solo se preocupan por llenar sus dependencias” y la presidenta de la asociación apunta que esta reforma no les ha aportado beneficios reales. Además, manifiesta que “el trabajo no está pagado” y que las tablas salariales también son un motivo de polémica.

La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) establece en su último estudio que el gasto medio por hogar en alimentación es de 464 euros al mes. Este concepto se encuentra dentro del grupo de bienes y servicios con más inflación, según los datos que arroja el ISTAC. Por otra parte, el último informe de CCOO sobre la vivienda en España asegura que Canarias es una de las comunidades que soporta más alquileres excesivos. Lo ideal es que este gasto fundamental suponga un 30% del sueldo, pero debido a la coyuntura actual, el importe se sitúa en un 40% como mínimo. Ese porcentaje aplicado al salario mínimo que obtiene una camarera de pisos da como resultado 466 euros, y por ese coste, considerando los precios en las Islas, solo se puede acceder a una habitación en un piso compartido o un estudio pequeño. 

Al cubrir la cesta de la compra y la vivienda, solo quedan disponibles 234 euros para pagar los suministros energéticos y el resto de los recursos básicos. Cabe destacar que el valor de la electricidad ha alcanzado máximos históricos durante este año. Si una camarera de pisos fuera la única sustentadora de un hogar, el costo de la vida sobrepasaría sus ganancias y, en consecuencia, habría una alta probabilidad de que cayera en una situación de pobreza y exclusión social. 

Por otra parte, García considera que los residentes de Canarias no sienten fobia o rechazo hacia los turistas, “sino aversión a un tipo concreto”. Coloca a ese porcentaje de visitantes “que generan bronca” en la raíz de un conflicto que parece tener su origen en la insostenibilidad del modelo turístico. Laura Castro, directora insular de Turismo del Cabildo de Tenerife, destaca que “hay que mejorar el perfil de visitantes llamando la atención de quienes viajan atraídos por el lujo y el deporte” y que desean experimentar todo lo que el Archipiélago puede ofrecer. Confirma que ya se ha hecho un “gran estudio de marketing” para desarrollar campañas que atraigan a estas personas y reducir su edad media.

Desde la perspectiva opuesta, los turistas aseguran que no se sienten rechazados por parte de la población local, sino todo lo contrario. En un sondeo realizado a visitantes en varios puntos de Tenerife, todos coinciden en que la ciudadanía es “generosa”, “amable” y “buena gente”, además de transmitirles “alegría” y “simpatía”. La mayoría de los encuestados pretende disfrutar del clima y visitar lugares naturales, pueblos o edificaciones. Una buena parte realiza tours por toda la Isla y entre islas, pero ninguno de los grupos entrevistados conocía la polémica que gira en torno a la construcción de Cuna del Alma.  

“Hay menos empleo y se trabaja más” 

Con respecto a los residentes de Los Cristianos, en el sur de Tenerife, todos concuerdan en que viven en un sitio turístico. A nivel general, no han presenciado discursos de odio hacia los extranjeros, a excepción de una entrevistada, quien percibe rechazo hacia la presencia de italianos porque, dice, “han ocupado todas las viviendas de alquiler y han copado locales”. 

Algunas de las respuestas trasladan que el turismo masivo condiciona la vida por culpa de las aglomeraciones, que “todo es más caro” y que “la vivienda escasea muchísimo desde que están las viviendas vacacionales”. Sin embargo, subrayan que se consiguen “bastantes puestos de trabajo”. A la hora de diferenciar el turismo de antes y después de la pandemia, las réplicas difieren: un residente asegura que “hemos recuperado los niveles del turismo de antes”, pero otras voces consideran que “la gente tiene menos dinero”, “hay menos empleo y se trabaja más”. 

Parte de las multas por infracciones ambientales nunca se cobra

Canarias tiene una población de poco más de dos millones de habitantes y recibe unos 14 millones de turistas al año. Para el ambientólogo Adrián Flores, este volumen de afluencia no es sostenible, habiendo épocas del año en que se supera el millón de visitantes al mes. El científico, especializado en biodiversidad terrestre y conservación en islas, hace especial énfasis en daños que, muchas veces, pasan desapercibidos, como el agotamiento del agua, la creciente demanda eléctrica o la generación de grandes cantidades de residuos. 

Flores recuerda que este año La Gomera, El Hierro y Fuerteventura fueron declaradas en emergencia hídrica. Esto preocupa especialmente por tratarse de un recurso potable escaso en el Archipiélago, del que los turistas utilizan el doble. Mientras que una persona canaria gasta unos 142 litros de agua al día, los turistas consumen una media de 289, según el estudio Agua y turismo en Tenerife.

Más allá de ese gasto, las infracciones medioambientales ligadas al turismo se han vuelto frecuentes en las Islas. Coger piedras en el Teide o conchas en las playas, guardar tarros con ceniza de La Palma o bañarse en los Jameos del Agua son algunos ejemplos de ello. Una parte de las multas impuestas a turistas por este tipo de actos nunca llega a cobrarse, dado que no existe una residencia a la que enviar las sanciones. “La normativa está hecha para todos menos para los turistas”, incide Flores, para añadir que “estamos totalmente desprotegidos”.

Asimismo, especies de entornos áridos como el alcaraván o el camachuelo trompetero están especialmente amenazadas por la actividad turística. El ambientólogo explica que “las únicas zonas que tenían para reproducirse, anidar y vivir en Tenerife ahora mismo son hoteles: el Sur en general, Arona, Adeje…”. Las especies que habitan en zonas de montaña también encuentran desafíos, como el exceso de ruido, los drones o la basura, aunque hay otros peligros que apenas se conocen. “Cuando vas a una zona protegida y hay unos senderos delimitados, lo están por algo. Tú no puedes salirte porque ese sendero ya es como una cicatriz. Si caminas por fuera, la estás ampliando y, también, estás compactando el suelo, por lo que es más difícil que las plantas salgan. Además, hay pequeños invertebrados a los que dificultas el paso. Un senderito de dos metros es como una autopista”, relata.

“Los beneficios deben llegar a la población, y la ecotasa, destinarse a la conservación y sostenibilidad, no revertir en las grandes hoteleras”

Si bien muchas de las infracciones medioambientales son cometidas por turistas, Flores reconoce que la población canaria no está exenta. Por ello, insiste en la necesidad de concienciar a quienes visitan las Islas y a quienes viven en ellas. Indica que son necesarias muchas medidas, y que cobrar una ecotasa a los visitantes durante su estancia es el comienzo. Es tajante cuando asegura que “tiene que ir destinada a la conservación y proyectos vinculados a la sostenibilidad, y no revertir en la infraestructura hotelera”. De lo contrario, recalca, no se conseguiría la razón de ser de su implementación: reducir la huella medioambiental del turismo de masas.

Asimismo, cree que una apuesta viable y duradera es la diversificación de la oferta para obtener mayor beneficio con menos turistas. Pero, sobre todo, explica que “lo más importante es que el beneficio llegue a la población y no se vaya a las grandes hoteleras”. Según la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social de Canarias, el Archipiélago es la región del país con mayor índice de pobreza severa. Por ello, considera que “este modelo no está aportando riqueza”.

Laura Castro, directora insular de Turismo del Cabildo de Tenerife, pone el foco en la diversificación para mejorar el modelo turístico. Aunque Canarias es mayoritariamente conocida como un destino de sol y playa, Castro asegura que una apuesta en firme es el desarrollo de la gastronomía, el patrimonio natural, la creciente industria cinematográfica o los productos ecoturísticos, como la observación de estrellas. Afirma que este planteamiento turístico va “unido” al fomento de productos locales y de kilómetro cero, suponiendo un beneficio para la agricultura, ganadería y pesca. 

El ambientólogo, por otro lado, propone seguir el ejemplo de otros lugares del mundo, como Galápagos o Baja California. Se trata de hacer una “apuesta por el turismo de naturaleza, conservar los espacios naturales y usarlos de atractivo turístico”, maximizando la participación local y la distribución equitativa de los beneficios. 

Flores asegura que ese es el tipo de modelo al que se debe aspirar, estando aún lejos de aplicarse en Canarias: “En muchas campañas se aboga por nuestra naturaleza y, sin embargo, se vende a un turismo que la destruye. Es ilógico”.

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