Un viaje por el Nordland noruego: Los hielos del Parque Nacional Saltfjellet-Svartisen y Bodø

paisajes de la Kystriksveien, la carretera costera del Nordland noruego.

Viajar Ahora

17 de agosto de 2025 12:38 h

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Cruzar el Ranfjorden (si seguimos hacia el norte sin dejar la Ruta Nacional 17 lo haremos por el embarcadero de Levang) significa pasar una frontera física de esas que se marcan en letras de oro en cualquier pasaporte viajero que se precie. Aún quedan algunos kilómetros para que el hito sea oficial, pero ya entramos de lleno en tierras del Círculo Polar Ártico. La ruta que nosotros te proponemos se aleja un poco de la Kystriksveien y sigue directamente hacia la ciudad de Moi Rana que se sitúa justo en lo más profundo de este fiordo que marca (de manera oficiosa) la frontera entre la Noruega ártica y la Noruega que mira hacia el sur. Recuperamos la E6 y, de paso, el trazado que siguen las vías del Nordland en su camino hacia Bodo. La razón del desvío es doble: dejarse caer por Moi Rana y ver algunas de las maravillas del flanco sur del Saltfjellet-Svartisen, uno de los parques nacionales más salvajes y bellos del país. Los hitos de esta tercera parte del viaje por las tierras del Nordland noruego están marcados con iconos color verde en el mapa.

Kilómetro 86 (Desde Mosjøen). Mo I Rana.- Esta pequeña ciudad portuaria se considera la puerta de entrada al ártico noruego. Antiguo puerto de pescadores que se consagró a cuerpo y alma a la producción de acero, la población de poco más de 30.000 habitantes es ahora un activo destino turístico gracias a su posición a los pies del Parque Nacional Saltfjellet-Svartisen. La ciudad en sí tiene poco para ver. El barrio de Moholmen se sitúa en la zona portuaria y ejerce de ‘caso histórico’ de la localidad. Aquí vas a encontrar algunas calles con casas de madera que recuerdan a las primeras décadas de la población (siglo XIX) y la sede del Rana Helgeland Museum (Midtre gate, 1) uno de los mejores museos de historia de una ciudad que vimos jamás. Nos encantó la parte del museo que habla de los tiempos de la ocupación alemana. Aquí nos enteramos, por ejemplo, que el tren que ha hecho célebre a esta parte del país fue construido por prisioneros de guerra rusos (que vivían en condiciones de esclavitud).

casas de madera de Moholmen, el barrio portuario de Mo I Rana.

El otro gran aliciente de acercarse hasta Mo I Rana es poder explorar el flanco sur de los campos de hielo del parque nacional. Si vas a subir hasta los límites del glaciar no es mala idea quedarse una noche en la ciudad para poder explorar esta zona e, incluso, darse un salto hasta The Arctic Circle Center (E-6 a 80,8 kilómetros de Mo I Rana), un curioso centro museístico sobre los ambientes árticos de la comarca -en pleno páramo ya a los pies de la masa de hielo). Nosotros nos limitamos a visitar las famosas Cuevas de Helgeland. Grønligrotta y Setergrotta (ambas por la carretera de Røvassdalen), dos enormes ‘cuevas de mármol’ excavadas por la fuerza del agua que mana desde los glaciares. La Grønligrotta es la más fácil de visitar y cuenta con pasarelas, iluminación y todas esas cosas, mientras que Setergrotta es mucho más salvaje y es una experiencia de aventura.

El Svartisen desde Austerdals Vatnet.

Si has decidido quedarte por aquí una noche no dudes en subir hasta los lagos glaciares de Starvista Vatnet y Austerdals Vatnet. Al primero se llega en coche sin problema mientras que para llegar hasta el segundo (a donde llega una de las lenguas de glaciar) hay que hacer una ruta de pocos kilómetros pero bastante exigente. Nosotros llegamos a mitad de camino hasta una gruta por la que desagua el lago superior hacia el Starvista Vatnet. No subimos hasta el Austerdals porque la ruta nos parecía peligrosa y no estábamos preparados para hacerla. Pero llegar hasta esta gruta de desagüe mereció mucho la pena. La ruta completa supone 13,5 kilómetros ida y vuelta con un desnivel de casi 450 metros.

Frente del Glaciar Svartisen.

KIlómetro 243. Glaciar Svartisen.- Retomamos la Kystriksveien en el pequeño pueblo de Utskarpen (Ruta nacional 810) para avanzar hacia el corazón del Parque Nacional Saltfjellet-Svartisen. Según todas las guías que consultamos antes de hacer el viaje, este era el tramo más espectacular de la carretera pero nosotros nos quedamos con el primer tramo sur (Holm-Sovik) aunque esta zona es también muy bonita de ver y recomendable (pese a que por la E6 hay ‘solo’ 228 kilómetros hasta Mo I Rana -que se hacen volando porque son autopista-). En el trayecto hasta el acceso al Glaciar Svartisen tenemos algunos puntos de interés: el Fuerte costero de Grønsvik (Stokkvågen), un sistema de fortificaciones y búnkeres costeros construidos por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial -con un museo muy bien montado- o el Mirador de Lislvika, con unas vistas brutales al pico Bjørntinden. El punto fuerte es el Svartisen. Para llegar a la lengua del glaciar hay que tomar un barco en el embarcadero de Holandsvik (o un sendero que parte desde Kilvikveien de unos 20 kilómetros ida y vuelta) que nos deja a tres kilómetros del inicio de la subida hasta la lengua del glaciar. La única manera de acceder a los hielos es a pie (cosa que se agradece) en una ruta que parte desde un lago glaciar rodeado de bosques y que culmina junto a la lengua de hielo.

Remolino de Saltstraumen.

Kilómetro 402. Camino hasta Bodø.- La capital del Ártico noruego nos espera al extremo norte de la Kystriksveien. El camino desde el Svartisen sigue los mismos parámetros del tramo anterior. La belleza del lugar invita a parar cada poco para hacer fotos o bajar a las orillas del mar en fiordos y playas. Pese a que este tramo tiene casi 160 kilómetros se puede hacer en poco menos de tres horas tranquilas. Te recomendamos tres paradas: la primera es la Playa de Nerstranda, una bahía preciosa de prados verdes, arenas blancas y aguas tranquilas y transparentes; la Iglesia de Madera de Gildeskål (siglo XIX) y el Remolino de Saltstraumen, un curioso fenómeno natural que se produce en la boca de los fiordos Saltfjorden y Skjerstadfjorden cuando las mareas aceleran las aguas formando remolinos enormes (son las corrientes de marea más fuertes de todo el mundo).

Paisaje urbano en Bodo.

Pequeña guía de Bodø.- La historia de esta ciudad tiene una fecha marcada a fuego: 27 de mayo de 1940. Ese día, la aviación alemana bombardeó la población y la destruyó casi por completo, lo que borró los rastros de su pasado. Ciudad portuaria, cultural y muy turística como centro de operaciones de la Noruega ártica y lugar de acceso a otro mito local: las Islas Lofoten (que serán las protagonistas de la cuarta y última entrega de este viaje por el norte del país). Ciudad de edificios de arquitectura moderna y algunas joyas como el Stormen (Storgata, 1A), un vanguardista centro cultural que sirve de biblioteca y sala de conciertos. Casi una escultura del bonito frente marítimo. Las bombas alemanas borraron la práctica totalidad de la trama urbana de Bødo, pero no su historia. El Museo de la Ciudad (Prinsens gate, 116) custodia buena parte de ese legado que incluye tesoros de dos de las culturas más auténticas del norte de Europa: la vikinga y la sami. Este fue un punto de contacto entre las dos civilizaciones y la zona cuenta con bastante registro arqueológico de ambas comunidades.

Vista de la ciudad de Bodo.

Museos, galerías de arte, salas de concierto, arte callejero y arquitectura de vanguardia de la que no se libra ni la Domkirke -Catedral- local (Torvgata, 12). Aún si no te gustan las iglesias no dejes de entrar y ver ésta. Otro rastro curioso de la historia es la Fortaleza de Nyholmen (Nyholmen, sn), un pequeño fuerte artillero del siglo XIX que se construyó para disuadir a la Royal Navy británica de cualquier intento raro durante las guerras napoleónicas. Llegar hasta aquí supone un paseo de unos 40 minutos desde el centro, pero el fuerte es curioso de ver y desde aquí vas a tener la mejor vista del frente marítimo de la ciudad. Dos museos que son una joya.- Para los amantes de la navegación está el Jektefarts Museet (Kvernhusveien, 26) donde se custodia al Anna Karoline, último superviviente de los jekts noruegos, unos cargueros de gran manga (anchura) que navegaban a vela cubrían las rutas de comercio de islas y fiordos. Y del agua al cielo: aquí se encuentra el Museo Noruego de la Aviación (Børtindgata, 35B) con una de las mejores colecciones de aviones de la Segunda Guerra Mundial de toda Europa.

La posta de pescadores de Kjerringøy.

Ir hasta Kjerringøy (Acceso por Ruta 834).- Una joya que merece la pena los 40 kilómetros de viaje (por un paisaje costero lleno de playas increíbles, por cierto). Este pueblo de madera es de los mejor conservados de todo el país y ahora actúa como museo al aire libre sobre la vida tradicional en esta parte del Norland. El pueblo se construyó en las primeras décadas del siglo XIX como puesto comercial en un momento en el que Noruega (aún unida a Suecia) trataba de hacer efectivo el control sobre todo su territorio. El lugar es muy bonito.

Fotos bajo Licencia CC: Richard Mortel; David Völgyes; Rüdiger Stehn; Elena Giglia; Morten F; Norwegian Barents Secretariat; Marianne

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