Un fin de semana en Budapest: pequeña guía de la capital de los baños termales
Buda de un lado; y Pest del otro. Y el Danubio en el centro. La capital de Hungría es, en realidad, la suma de dos mitades. Una suma divina, por cierto, porque el resultado es una de esas ciudades centroeuropeas que no dejan indiferente. Y en realidad hablamos de dos poblaciones diferentes que no se unieron hasta finales del siglo XIX. De un lado la señorial Obuda (vieja Buda), con su castillo, su gran catedral, sus palacios señoriales… Y al otro lado la bulliciosa Pest, con sus barrios burgueses, sus mercados, sus aglomeraciones de gente corriente… Quizás la visita de un puente no se justifique tanto como es el caso del Puente de Las Cadenas (acceso desde Pest por la Plaza Stephen Széchenyi). Hay puentes célebres a lo largo y ancho de Europa. Pero ninguno construyó una ciudad por sí mismo. Y este sí lo hizo. Y no es que sea un puente especialmente bonito o patrimonialmente importante. Pero Budapest existe desde que existe el puente. Porque antes de eso, a un dado estaba Buda y al otro Pest. El Puente de Las Cadenas se inauguró en 1849. Fue el espaldarazo definitivo para que las dos ciudades se convirtieran en una en 1873. Y no les ha ido más. Porque es una de las ciudades más bonitas de Europa. Plagada de encantos. Hasta una de las líneas de su viejo metro –el Metropolitano del Milenio- (la Línea 1) ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por su antigüedad (es la segunda más veterana del mundo).
Budapest es hoy una metrópolis de importancia. Tiene 1,7 millones de habitantes y una superficie considerable, aunque todo lo que hay que ver se encuentra situado a poca distancia del cauce del Danubio. ¿Se puede ver bien en un fin de semana? Sí. No todo, pero sí una buena parte de lo imprescindible. ¿Lo ideal? Entre tres y cuatro días. Eso, por ejemplo, te permitiría el gustazo de dejarte una mañana entera o una tarde en El Balneario Széchenyi (Állatkerti krt. 9-11), el centro de aguas termales más grande y más famoso de Europa. La ciudad cuenta con más de un centenar de fuentes termales y no pocos baños públicos; pero este balneario de principios del siglo XX es toda una institución y hay que visitarlo. Es una muestra genial de lo que fue esta ciudad en sus buenos tiempos en los que llegó a rivalizar con la mismísima Viena. Aquí todo es fastuoso; todo es grande. Su arquitectura neo barroca es un verdadero alarde y nos hace recordar a los grandes edificios vieneses. Echarse un baño aquí es una de las citas obligadas. Y por eso tres mejor que dos; y cuatro mejor que tres.
Un paseo por la vieja Buda.- Lo más normal es que te alojes en Pest; así que la visita debería comenzar cruzando el Puente de Las Cadenas desde la Plaza Stephen Széchenyi hasta situarte justo bajo las murallas de la primitiva capital Húngara. Si te gustan las piedras con pedigrí vas a flipar en colores. Lo primero que hay que resaltar de Obuda es su muralla. Está prácticamente intacta y guarda un pequeño centro urbano de traza medieval del que sobresalen bastiones y torres preciosas. Si sólo vinieras a ver lo que se encuentra tras los muros de esta ciudadela, ya el viaje ha merecido la pena. Las visitas imprescindibles son el Castillo de Buda (Szent György tér, 2) –medieval y con grandes reformas barrocas-; la Iglesia de San Matías (Szentháromság tér, 2) –gótica del siglo XII- y el Edificio del Archivo Nacional (Bécsikapu tér, 5) junto a la Puerta de Viena (uno de los accesos medievales a la ciudad). Pero Buda hay que caminarla de un extremo a otro varias veces, porque casi cada esquina guarda alguna sorpresa. Como, por ejemplo, una de las sinagogas medievales más antiguas de Europa (Táncsics Mihály u., 26) o el sorprendente balcón sobre el río que ofrece el Bastión de los Pescadores (Halaszbastya, sn) desde donde vas a poder hacer un fotón del río y del imponente edificio del Parlamento. En este casco histórico en miniatura hay otros lugares de interés como el Paseo de Ronda (el Tóth Árpád) por las viejas murallas o las ruinas de Santa María Magdalena (Kapisztrán tér, 6), una de las iglesias históricas de la ciudad. Y museos, palacios, casonas… Mucho que ver. Pero si tienes un poquito de tiempo no dejes de pasar por el Vár-barlangi séták (Dárda u., 2) un curioso sistema de cuevas naturales y artificiales de más de tres kilómetros que recorren todo el subsuelo de la colina de Buda.
Un paseo por Pest.- La estación de metro de Deák Ferencz ejerce de centro neurálgico de Belváros, el corazón de Pest. Desde aquí (Plaza de Erzsébet) parten las grandes avenidas que cruzan la ciudad de un lado a otro dejando a tiro de piedra casi todo lo que hay que ver. Budapest no es pequeña; pero todo lo importante está junto. La única incursión imprescindible más allá de Belváros es el Varosligeti, el parque de la ciudad dónde están los famosos baños de Széchenyi; pero para eso tienes la Línea 1 (amarilla) para presumir de ir en ese metro Patrimonio Mundial de la Unesco (Parada Széchenyi fürdő) que nos recordó a la Línea B del Subte de Buenos Aires. A pie puedes ver todo lo demás y en un par de horas. Yendo hacia el norte y a menos de diez minutos a pie de esta plaza tenemos la Basílica de San Esteban (Szent István tér, 1), catedral de la ciudad y una de las obras maestras del barroco centroeuropeo; la Plaza de la Libertad y su increíble entorno arquitectónico, la Ópera de Budapest (Andrássy út, 22); la monumental Avenida Andrássy (repleta de edificios modernistas alucinantes); la Estación de Nyugati (Teréz krt, sn) y el alucinante edificio del Parlamento de Hungría (Kossuth Lajos tér, 1-3), uno de los monumentos más grandiosos de la ciudad. Desde aquí puedes dar una vuelta por la orilla del Danubio para visitar uno de los lugares más impactantes de la ciudad: el Cipők a Duna -Zapatos en la Orilla- (Id. Antall József rkp). Este monumento sencillo rinde homenaje a los judíos asesinados por los fascistas húngaros durante la Segunda Guerra Mundial. Es un lugar que sobrecoge. Según nos contaron, a las personas se las desnudaba y se las ataba con alambre de espinos. Después de disparar a quema ropa a varios de ellos (para que sirvieran de lastre) al resto se los arrojaba al agua. Sólo quedaban los zapatos como testigos.
El legado judío de Pest.- El barrio judío de Budapest fue uno de los más importantes de Europa hasta el estallido de la guerra. Aquí vivían miles de personas creando una de las comunidades más activas del Viejo Continente (el 20% de la población de la ciudad era de origen hebreo). Hasta el punto de que funcionaron a la par hasta 16 sinagogas. EL monumento más importante del barrio es la Gran Sinagoga (Dohány u., 2) un gran edificio neomudéjar que es el segundo templo judío más grande del mundo y el mayor de Europa. Por todo el barrio puedes ver otras sinagogas y centros culturales, pero también lugares para la memoria. El más significativo es el Muro del Gueto (Acceso por Király u., 15), una construcción de más de 20 metros de largo y cuatro de alto que es el último vestigio de los tapiales que encerraban las ‘casas de la estrella de David’ dónde se encerró a más de 70.000 personas. Por las calles de esta zona puedes ver placas en el suelo que recuerdan los nombres de las personas asesinadas y deportadas. Otro lugar de memoria es la Embajada de España donde servía como embajador el diplomático Ángel Sanz Briz. A Sanz lo conocen aquí como el ángel de Budapest ya que logró salvar a más de 5.000 judíos de las ejecuciones y la deportación a través de la concesión de papeles españoles falsos.
Desde aquí puedes ir caminando hasta el Mercado Central de Budapest (Vámház krt., 1-3) paseando tranquilamente por las calles y plazas de Belváros. En un fin de semana muy apretado no vas a poder detenerte demasiado en todos los museos y los centros culturales que hay en la ciudad, pero visitar la Museo Nacional Húngaro (Múzeum krt., 14-16) merece la pena. Este museo es un poco caótico, pero sus colecciones históricas y arqueológicas son muy buenas (sobre todo las romanas, medievales y otomanas).
Otros baños de Budapest.- Hay aguas termales más allá de la grandiosidad del Balneario Széchenyi. Si vas sólo dos o tres días te recomendamos visitar esté sí o sí, porque son espectaculares. Pero como te decíamos con anterioridad, por toda la ciudad hay 123 fuentes termales y los baños están por todos lados. Otros que merece mucho la pena ver es el Balneario Rudas (Döbrentei tér, 9 –Buda-), que es el más antiguo de los que están en funcionamiento en toda la ciudad. Aquí vas a combinar el placer del agua termal con la historia ya que el edificio es de la época otomana. Aunque ha sido muy modificado, hay zonas que aún conservan la estructura de su fábrica original del siglo XVI. Además, desde aquí puedes subir hasta la Ciudadela de Gellért, uno de los castillos que guardaban la ciudad –las vistas sobre el río son brutales-. Otro clásico es el Balneario Gellért (Kelenhegyi út, 4), baños del histórico Hotel Gellért, uno de los mitos de la Belle Epoque de Budapest.
Fotos bajo Licencia CC: Stefan Munder; Jorge Franganillo; Nan Palmero; didier.camus; Dennis Jarvis; Dieter Meyer
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