Qué ver en Riga: una grata sorpresa a orillas del Mar Báltico

El casco histórico de Riga desde la Torre de San Pedro.

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Tallin, la capital de Estonia se guarda para sí casi todas las miradas de los viajeros que planean una escapada a cualquiera de los países bálticos. Pero en este rincón hay otras muchas cosas que ver. Y una de las más sorprendentes, y a la vez desconocidas, es la capital de Letonia. Riga no es una gran dama europea. Es una ciudad relativamente pequeña (poco más de 600.000 habitantes) y tradicionalmente alejada de los grandes circuitos. Pero este enclave costero, que ocupa la desembocadura del Río Daugava, jugó un importante papel en la zona desde hace muchos siglos. Por citar un ejemplo valga su origen. Fue fundada como asentamiento vikingo, que usaron el río como vía fluvial para internarse en el continente y primer tramo navegable en las rutas que comunicaron esta parte del mundo con el Imperio Bizantino. Y ahí asentó su fama como puerto hasta que empezaron los contactos con los comerciantes de la Liga Hanseática. El pescado, la madera y el ámbar se convirtieron en el pretexto de este canal de comunicación entre la Riga y las prosperas ciudades de la Liga. Y así se sumó al esplendor de aquella red a finales del siglo XIII (en 1282, para ser precisos), lo que aún se nota en sus calles y plazas.

Pero con la Liga también llegaron las ambiciones por controlar una ciudad próspera. Y Riga quedó inmersa en un juego de poderes que implicó a las grandes potencias de la región: fue parte del Sacro Imperio Romano; de la confederación polaco lituana; paso a manos de Suecia y, finalmente, cayó bajo las garras de Rusia, que dominó el país desde mediados del siglo XVIII hasta prácticamente antes de ayer (con un pequeño lapso de independencia entre 1918 y 1940) con la llamada Revolución Cantada, un proceso que empezó a finales de la década de los 80 del siglo XX y desembocó en la independencia de Estonia y sus vecinas Lituania y Letonia.

Qué ver en Riga.- El mejor lugar para empezar la visita a la ciudad es el Rātslaukums, o Plaza del Ayuntamiento. En este punto es donde mejor se nota la influencia que dejó la Liga Hanseática. Justo detrás de una estatua que representa al Caballero Roldán (sí, el mismo al que le dieron pal pelo en Roncesvalles no se sabe si musulmanes o vascones) está la llamada Casa de los Cabezas Negras (Rātslaukums, 7; Tel: (+371) 67 043 678), un fastuoso conjunto de dos edificios (uno gótico y el otro barroco) que fue sede de una de las cofradías de comerciantes más poderosas de la Liga en estas latitudes. Hoy funcionan como centro cultural y pueden visitarse por dentro. Lamentablemente, estos edificios fueron reconstruidos tras su destrucción durante la ocupación alemana de la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Al igual que sucedió en otras urbes, Riga sufrió muchísimo durante la guerra y buena parte de su patrimonio arquitectónico se vio afectado. Por suerte, se optó por la reconstrucción y lo que se ve hoy es mucho más que una copia del original.

En el entorno de la Plaza del Ayuntamiento tienes otros edificios importantes. Quizás los más vistosos, antes de adentrarte en la pequeña pero intrincada trama urbana, son las dos grandes damas religiosas: San Pedro (Reformācijas Laukums, 1; Tel: (+371) 67 181 430), una joyita gótica del siglo XIII que merece una visita y la espectacular Catedral de Riga (Herdera laukums, 6; Tel: (+371) 67 227 573), un verdadero alarde arquitectónico hecho en ladrillos rojos que también remite a las influencias que trajo la Liga Hanseática a una ciudad que, antes de entrar en contacto con sus socias comerciales era poco más que una aldea con casas de madera y chozas de cuero. La catedral, del siglo XIII, es el templo medieval más grande de los países bálticos y alterna su uso como templo luterano –es sede del arzobispado- y cultural, ya que su claustro alberga el Museo Municipal de Historia y de la Navegación (Palasta iela, 4; Tel: (+371) 67 356 676). Y no es ésta una cuestión baladí. El protestantismo y el comercio marítimo fueron los elementos principales de conexión con Centroeuropa y elemento diferenciador de este pueblo báltico durante los siglos de dominio ruso.

La riqueza que se atesoró durante esos tiempos se pone de manifiesto en lugares como la calle Mazā Pils, a dos pasos de la Plaza de la Catedral (Doma laukums), donde se encuentran las denominadas Tres Hermanas (Mazā Pils iela, 17; Tel: (+371) 67 037 900). Estas tres casas linderas son un resumen perfecto de la evolución urbanística de la ciudad durante aquellos siglos gloriosos. Una (número 17) es gótica del siglo XV; otra (número 19) es renacentista del siglo XVI y la última (21) es barroca del XVIII. Este es el conjunto residencial más antiguo y alberga un interesante museo sobre la arquitectura local. El casco histórico apenas tiene 800 metros de punta a punta, pero da para mucho más. Está cuajado de calles con encanto y lugares como la Plaza Livu, que no es la más grande, pero ejerce de centro ciudadano y de la movidilla local (no te pierdas las curiosas esculturas que coronan la conocida como Casa de los Gatos). Otro punto de interés es el Castillo de Riga (Pils laukums, 3; Tel: (+371) 67 092 106), un conjunto que aúna palacio y fortaleza cuyas piedras más antiguas datan del siglo XIII –la parte exterior más añeja es su torre circular- y que tras destrucciones, reformas, adendas y otras peripecias terminó como sede de la Presidencia. Siguiendo la Torņa iela te vas a encontrar con algunos vestigios de las antiguas murallas medievales. El primero es la Puerta Sueca, la única superviviente de las cinco con las que contaban los viejos muros –el entorno de este lugar es de cuento-. Y la segunda, y más espectacular, es la Torre de la Pólvora (Smilšu iela, 20; Tel: (+371) 67 223 743), último de los grandes vestigios medievales de las defensas. Dentro hay un museo militar que no es que sea muy allá, pero es gratis y te deja ver el bastión por dentro. Si finalizas aquí el primer paseo sólo te habrás alejado 500 metros de la Plaza del Ayuntamiento.

La ciudad modernista.- Riga es famosa en el entorno báltico por la cantidad y calidad de su patrimonio modernista (Art Nouveau). A finales del siglo XIX y principios del XX, Riga era la tercera ciudad en importancia de la esfera rusa tras Moscú y San Petersburgo. Este periodo supuso una segunda edad de oro comercial que la llenó de casas fastuosas. El Jugendstil, como por aquí se llama a este estilo artístico, se convirtió en una seña de riqueza y poder, y hasta un tercio de las casas y edificios del casco histórico se reconstruyeron con este estilo suntuario. La demolición de las murallas y la expansión urbana repartió este estilo por todas partes. Riga atesora más de 800 edificios modernistas. 800. Se dice pronto. Uno de los epicentros más espectaculares del modernismo de la ciudad es la Alberta iela (calle Alberto). Aquí vas a encontrar el Centro Jugendstil de Riga (Alberta iela, 12; Tel: (+371) 67 181 465), un museo que explora la importancia del estilo modernista en la capital, y también algunos de sus edificios más sobresalientes ( pasea también por Elizabetes iela). Pero toda esta parte de la ciudad (Centra Rajons) está plagada de edificios impresionantes que te van a dejar con la boca abierta.

El mercado central más grande de Europa y la pequeña Moscú.- En los abastos puede verse el pulso de las ciudades. Y en Riga tienen el más grande de Europa. El Mercado Central (Nēģu iela, 7; Tel: (+371) 67 229 985) es bullicioso, frenético y gigantesco. No es mala idea darse un paseo para ver como compran los locales y, de paso, dejarse atraer por algún puesto de comida al paso. A poca distancia del mercado se encuentra Maskavas Forštate, o Suburbio de Moscú. Esta zona está injustamente infravalorada por los habitantes de Riga y la verdad es que tiene su aquel. Es, junto a la ciudad a intramuros, la zona más antigua de la capital y también de las más pintorescas. Su seña de identidad son las casitas bajas de madera y ladrillo (algunas con bastantes siglos encima), sus viejas fábricas y sus calles empedradas. Aquí vas a encontrar muchos restaurantes tradicionales y templos de hasta cinco confesiones diferentes. También fue el lugar dónde quedaron encerrados los judíos durante la ocupación nazi (el museo del gueto está bastante cerca). Quizás eso fuera el inicio de una mala fama que llega hasta nuestros días.

Las huellas de un pasado convulso.- Riga tuvo una historia bastante complicada y eso se nota en muchos de sus monumentos. Cuando camines por el Bastejkalna o Colina del Bastión (en realidad el foso que protegía las antiguas murallas) puedes terminar el paseo en barca (un clásico de la ciudad) y visitar el Monumento de la Libertad, un elegante y enorme conjunto escultórico que rinde homenaje a los héroes de las sucesivas independencias del país. Otro punto importante para explorar el pasado es el Museo de la Ocupación (Raiņa bulvāris, 7; Tel: (+371) 67 212 715), un centro en el que explican las vicisitudes que pasó el pueblo letón durante las ocupaciones alemana y soviética. Un poco más explícita es la sede del KGB en la ciudad conocida tradicionalmente como la casa de la esquina (Brīvības iela, 61; Tel: (+371) 66 154 276), en la que puedes ver las salas de interrogatorio y los calabozos. Para amantes de la historia también queda el Museo del Gueto Judío (Maskavas iela, 14; Tel: (+371) 67 791 784) dónde se evoca la memoria de los hombres y mujeres martirizados por la Alemania nazi.

La ciudad soviética.- Las huellas de la presencia rusa en la ciudad tiene dos caras. A lo tonto, el patrimonio modernista es fruto de esa dominación que culminó en la independencia de 1918. También lo son dos bonitas iglesias ortodoxas que merece la pena ir a ver: La Catedral de La Natividad (Brīvības bulvāris, 23; Tel: (+371) 67 212 901) y la Iglesia de la Santísima Trinidad (Meža iela, 2; (+371) 67 612 079) –ésta está al otro lado del río y casi no hay nadie-. Otro largo periodo de control ruso se produjo tras la liberación de la ciudad en 1944 –en realidad el segundo, ya que los soviéticos entraron en Riga en 1940 merced al pacto de no agresión con los alemanes-. El Parque de la Victoria se encuentra a dos pasos de la iglesia de La Trinidad y suscita sentimientos encontrados entre los locales. Este jardín culmina en un impresionante monumento que rinde homenaje a los soldados soviéticos que expulsaron a los nazis del país. No es la única huella de la sujeción por parte de Moscú que se prolongaría hasta principios de la década de los 90 del siglo pasado.

Tenemos que admitir que sentimos una morbosa fascinación por la arquitectura soviética. En Riga, hay que empezar por el Edificio de la Academia de las Ciencias (kadēmijas iela, 1; Tel: (+371) 67 225 361) que se parece mucho al de Varsovia y tiene unas vistas espectaculares desde su tope (aunque hay que pagar cinco euracos… serdos capitaliiistas!!!). La calle Augusta Deglava y el barrio de Pļavnieki es otro de los iconos de la época. Aquí vas a encontrar los típicos bloques tristes y las enormes avenidas dónde es fácil controlar a las masas -¿Sabías que París se plagó de grandes espacios abiertos y avenidas con el mismo propósito?-. Se proyectó para alojar a unas 60.000 personas, pero en la actualidad está semivacío y pocos son los que quieren vivir aquí. Para terminar con los hitos de la Letonia comunista puedes subir a la Torre de la Televisión (Zaķusalas krastmala, 1; Tel: (+371) 67 108 643) que queda bastante a trasmano, la verdad. Pero las vistas deben ser impresionantes.

Fotos bajo Licencia CC: Sergei Gussev; Sami C; Steve Haslam; karendesuyo; Jorge Franganillo; Vitaly Klochanov; Lars Johansen; Kārlis Dambrāns; Ricardo Liberato

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