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El toro de la Vega

Disparado a traición y abandonado a su suerte, el sargento Elías corre entre los árboles perseguido por un grupo de vietnamitas muy cabreados que quieren matarle. Sus compañeros, atónitos porque pensaban que había muerto, le miran impotentes desde un helicóptero.

Herido y bailando entre explosiones y disparos, intenta huir del enemigo, mientras  el resto de su pelotón hace fuego de cobertura (en balde) para ayudarle. Bala a bala, la música se hace con el protagonismo de esta magistral escena de la película de Oliver Stone, 'Platoon'.

Finalmente, bajo una lluvia de proyectiles, el sargento se arrastra hacia el abismo. En un sabroso momento de poesía visual, Elías, de rodillas, levanta los brazos, echa la cabeza hacia atrás y muere abrazado a la épica de los héroes.

Tordesillas

Si he de ser sincero, exactamente así es como me imagino yo el bochornoso espectáculo que vamos a tener la desgracia de ver el próximo martes en la provincia de Valladolid. Una escena de una agónica película en la que un herido y traicionado animal intenta escapar de un montón de tordesillanos cabreados, mientras su grupo de compañeros hace fuego de cobertura (en balde) para intentar salvar su vida. Un despropósito.

Encima, lo peor de todo, es que asistiremos a una “celebración” que se repite cada segundo o tercer martes del mes de septiembre. Año tras año, muerto tras muerto, el toro de la Vega es un evento en el que un grupo de jinetes persiguen (y guían) a un pobre animal desde Tordesillas hasta la ribera del río Duero (donde es alanceado hasta la muerte).

Resumen de la fiesta: agujerear con lanzas a un toro hasta matarlo, al tiempo que un grupo de seres (in)humanos beben vino y comen bocadillos de chorizo. ¡Yupi!

- No te pongas así, hombre; es sólo una bestia...

un animal, los animales no sufren, viven como dioses griegos durante años, es una fiesta medieval, ¡hay que respetar nuestra tradición!, el que no quiera que no venga, dejad a la gente que disfrute, muchos animalistas son unos hipócritas porque comen carne, id a Mozambique y ved lo que hacen allí los animales con las personas…

El desierto de lo real

Y, aunque la mayoría de estos argumentos insultan mi inteligencia, no soy capaz de procesar y racionalizar los pocos que pueden parecer más serios; lo siento, no puedo. En cambio, me resulta muy fácil imaginar lo que supone correr por un pasillo de gente que te grita mientras eres perseguido por decenas de seres humanos a caballo; el miedo, el cansancio, el bullicio, la sangre…

(A cámara lenta) sangro… las heridas me arden… recibo otro lanzazo… sigo corriendo… sangro… me tambaleo… otro lanzazo… vomito mi alma en un mugido… la muerte a caballo me clava su guadaña… mis patas tiemblan… me tambaleo… ya no puedo más… mi cabeza choca contra el suelo… escupo sangre… y, justo al final, una muchedumbre grita y se llena de júbilo… se me cierran los ojos… he muerto.

Por más que lo intente, no consigo comprender cómo se puede tratar así a un animal por divertimento, por celebrar unas fiestas populares, por disfrutar de un tiempo con tus vecinos y con tus amigos y por honrar a la Virgen de la Peña (que, por otro lado, contenta, lo que se dice contenta, tampoco creo que esté la pobre señora).

Disparado a traición y abandonado a su suerte, el sargento Elías corre entre los árboles perseguido por un grupo de vietnamitas muy cabreados que quieren matarle. Sus compañeros, atónitos porque pensaban que había muerto, le miran impotentes desde un helicóptero.

Herido y bailando entre explosiones y disparos, intenta huir del enemigo, mientras  el resto de su pelotón hace fuego de cobertura (en balde) para ayudarle. Bala a bala, la música se hace con el protagonismo de esta magistral escena de la película de Oliver Stone, 'Platoon'.