Científicos de la Universidad de Castilla-La Mancha, en conjunto con la NASA, han publicado los resultados de una investigación en la que se demuestra que la actividad humana ha influido de manera “decisiva” en la modificación de los ciclos de la lluvia en el mundo. El decano de la Facultad de Ciencias Ambientales y Bioquímica, Francisco J. Tapiador, ha liderado el estudio que ha demostrado que son las emisiones de gases de efecto invernadero las que modifican los ciclos largos de clima, es decir los interanuales, y, por tanto, la lluvia que caerá en un sitio determinado. Para el estudio se han utilizado 20 modelos globales de clima para cuantificar el cambio en los patrones.
Tapiador explica que las precipitaciones se están distribuyendo a lo largo del año de una manera distinta a la que “estamos acostumbrados”, por lo que en algunos lugares del mundo está lloviendo más de lo que era normal, y en otros menos. Esto también provoca una situación “muy problemática”, ya que llueve “a destiempo”, si bien el gua total que cae a final de año sigue siendo muy similar. De este modo, hay lugares en los que llueve mucho, pero también otros en los que hay meses enteros sin precipitaciones, lo que puede llevar a ecosistemas particulares como los humedales a problemas “muy serios”.
Los efectos son muy serios. En este sentido, Tapiador señala que habrá especies de plantas y animales que no resistirán los cambios, y las actividades humanas se verán también afectadas. “Es la acción combinada de la variabilidad natural del clima y la emisión de gases y de aerosoles lo que explica que, por ejemplo, tengamos otoños inusualmente secos e inviernos anormalmente húmedos”, han afirmado los investigadores. Estos “trastornos” de los ciclos de precipitación podrán afectar agricultura, la disponibilidad de agua potable, la energía, y las actividades económicas, especialmente en zonas como el sur de España.
El profesor de la UCLM explica que en latitudes medias, como la de España, las plantas se han acostumbrado a ciclos de precipitación determinados, por lo que, si estos cambian, éstas se resienten. En este sentido, si las lluvias no son las necesarias en primavera, las cosechas se verán afectadas y no se desarrollarán como deberían. En el caso de los acuíferos, si no llueve en otoño, no se recargarán y si las montañas no almacenan agua para después del deshielo, se verá afectada la planificación hidrológica. “Para ciertos usos no nos vale que llueva en agosto, cuando la lluvia se evapora enseguida. La necesitamos en otra época del año”, explica el profesor.
Responsabilidad humana
El estudio ha confirmado que la acción humana es responsable por estos cambios en las precipitaciones. De hecho, Tapiador señala que el papel del hombre es “determinante”, según el estudio. Los cambios no son significativos, sí solo se tiene en cuenta la variabilidad natural del clima. Ahora bien, ¿Son reversibles estas modificaciones de nuestras lluvias? “Si dejamos de emitir gases de efecto invernadero, tal vez”, señala Tapiador, quien se muestra también escéptico a que se pueda volver a la “normalidad”, e incluso advierte de que “puede que hayamos superado el punto de no-retorno”.
El pasado invierno ha sido mostrado como uno muy cálido y, tal como afirma el profesor, esto podría volverse algo rutinario. “Es un hecho que la temperatura media es cada vez más alta, y los inviernos cálidos en España son una manifestación de esta subida de las medias”, afirma el experto, quien señala que esta media puede subir tanto porque haga más calor en primavera o verano, así como porque haga menos frío en otoño o invierno.
Entonces, ¿Se está acelerando el cambio climático? Tapiador afirma que sí y que también los efectos son cada vez “más perceptibles y de mayor intensidad”. De este modo, señala que el hecho de que se hayan visto afectados los ciclos de la precipitación es “muy preocupante”, por lo que si se siguen emitiendo los gases “nos encontraremos cada vez con más frecuencia con situaciones cada vez más preocupantes para las que no estamos preparados del todo”. El grupo de investigación 'Ciencias de la Tierra y del Espacio' lleva colaborando más de una década con la NASA en el marco de la misión espacial de medida global de la precipitación (GPM).