ENTREVISTA

Estrella Giménez, directora de la Fundación Kirira: “Si no mutilan este año a una sola niña, ya merece la pena”

Ainhoa Álvarez Córdoba

Tomelloso —

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Una niña de apenas nueve años se despierta con la llamada de su madre: es el momento de hacerse mujer. Sin mayor información, caminan juntas hasta el lavabo. La niña reconoce a la mayoría de las mujeres que la esperan allí. De repente, tres de ellas la sujetan con fuerza contra el suelo, inmovilizada. Una nueva mujer entra: sostiene una cuchilla.

Estrella Giménez se encontraba de viaje en Kenia en 2001 cuando se topó con la mutilación genital femenina. Desde entonces, trabaja por la erradicación de esta tradición y-por los derechos educativos de los niños keniatas. La ablación se realiza a niñas de entre ocho y doce años de manera casera, sin material óptimo, anestesia ni personal médico.

Sus consecuencias van desde la pérdida del placer sexual, hasta la hemorragia, el dolor permanente o incluso la muerte. En 2009, Estrella Giménez se convirtió en cofundadora y directora de la Fundación Kirira. Hasta hoy, la organización ha proporcionado ayuda directa a 94.638 personas.

¿Cómo describe el papel de la mujer en las comunidades keniatas?

La mujer en una familia es la que trabaja, quien lleva la carga familiar, el peso de alimentar a los hijos y pagar las tasas escolares. Una hija es alguien que los padres pueden vender para conseguir dinero, más si están mutiladas. Es una cosificación de la persona, de la mujer.

El ritual de la ablación suelen realizarlo las propias mujeres, ¿la principal finalidad es perpetuar la tradición o consideran que es beneficioso para las niñas?

La mutilación genital femenina se hace por la presión de la sociedad. Esto es una rueda de pobreza, de analfabetismo, de falta de información. Una mujer tharaka, si no ha ido a la escuela, no sabe swahili, que es la lengua común. Muchas no saben qué es una contabilidad.

Todas las madres del mundo queremos a nuestras hijas. Estas mujeres, a las que han casado y mutilado a su vez con 14 años, lo hacen porque entienden que es la única forma de que sus hijas puedan vivir en sociedad. ¿Por qué? Porque a la que no han mutilado ha sido una paria o una puta. En cuanto se dan charlas, se habla de educación, de otra calidad de vida, que la mujer económicamente pueda ser independiente, es diferente. Las mujeres no son tontas, pero no conocen otra opción y nadie se la ha enseñado.

Las mujeres no son tontas, pero no conocen otra opción y nadie se la ha enseñado

¿Diría que la educación es el principal medio para que una niña decida renunciar a la mutilación?

Los jefes pueden decir a las familias que está prohibido mutilar por ley, pero está la ley del gobierno y la de la tribu, con lo cual muchas veces eso no va a ningún lado. Cuando involucramos a la comunidad, damos charlas y les contamos que nosotras no estamos mutiladas, las cosas cambian. Si hay gente que es muy reticente, básicamente lo que funciona es el dinero. Un padre suele tener varias esposas e hijas. Muchas veces no tienen ese lazo de unión o cariño. Es una cuestión económica. Cuanto más joven es la chica mutilada, más pagan por ella.

La mayoría de los casos son niñas que no van al cole, que no tienen otra visión. Una niña de 10 años a la que su madre o abuela lleva a la mutilación se calla y ya está, porque además a su amiga se lo han hecho igual. Aunque la educación primaria es obligatoria, hay muchos niños que no van a la escuela. En las que nosotros tenemos los clubs de antiablación, prácticamente no hay mutilación. Tenemos dormitorios de rescate para que las niñas huyan a las escuelas e intentar que pase el tiempo y que se hagan más fuertes. No es igual una cría de 12 años que una mujer de 20. Luego nos hemos encontrado chicas que, después de hacer la secundaria y sabiendo todos los riesgos, se han mutilado por presión de sus parejas.

¿El trabajo que desempeñan es bien recibido por las comunidades?

Empezamos en una zona muy empobrecida. Íbamos con voluntarios, no solamente europeos, sino también de su propio país para que vieran que no era una cosa de blancos. Cuando la gente ve que lo que quieres es ayudar y mejorar la vida de las niñas, se van ganando adeptos. Hemos tenido que tener mucho cuidado en ciertas cosas, pero si no entras como elefante en cacharrería te ganas el respeto y la confianza, y de ahí para adelante. La educación, el cambio de mentalidad en una comunidad, es una cuestión de generaciones. En 20 años que llevamos sí que se nota, pero no vale la prisa.

 Los casos de mutilación en Tharaka disminuyeron más de un 95% desde 2001, pero con la COVID-19 volvieron a ascender. ¿La mutilación continúa más presente en la sociedad de lo esperado?

Con el confinamiento cerraron las escuelas casi un año. Esa labor de club, de sensibilización, se hizo imposible. Había mucha necesidad. Las personas allí hacen sus negocios en la calle. Y, ¿qué hacían? Mutilar y vender a las hijas para conseguir dinero. Se trata de violencia intrafamiliar. Si una niña tenía un problema, no podía recurrir al club antiablación. Desgraciadamente, pasó con bastantes niñas que habrían estado en secundaria.

La educación, el cambio de mentalidad en una comunidad, es una cuestión de generaciones

¿Considera que la ayuda recibida desde España es adecuada?

A nivel teórico es estupenda, a la hora de fondos es complicado. Está muy bien tener ayudas aquí, porque viene mucha mujer migrante que necesita ese apoyo, o para movernos, porque yo soy voluntaria, pero allí es donde hace falta. El gobierno keniata tiene muchos problemas de hambruna, sequía, paro, han subido las tasas escolares un 100-%. Al tema de la mutilación no le prestan mayor atención.

Tienen los anti-FGM board, un organismo específico contra la mutilación genital femenina, pero hay tres chicas para cuarenta millones de personas. No hay fondos para que en todas las escuelas haya un desarrollo. Hay educación, pero no es educación de calidad. Los países delegan en las-ONG. Nosotros, con lo poco que tenemos, llegamos a mucha gente, pero no a cuarenta millones.

En España 3.000 niñas podrían estar en riesgo de ser mutiladas, ¿qué actuaciones se pueden llevar a cabo para evitarlo?

El tema de las migraciones es muy difícil de contabilizar. Una mujer que ha venido ilegalmente, con todo lo que supone, tiene problemas más inmediatos a que la mutilaran cuando tenía 8 años. No tiene comida, está embarazada, sufre trata… Estas mujeres suelen relacionarse solo entre ellas. Con una charla de media hora no solucionamos mucho, es una labor de seguimiento. El problema es que muchas veces no son ellas las que llevan a la niña a mutilar, sino los familiares. Por eso es tan importante el Protocolo-de-Actuación. Las mujeres firman una carta diciendo que las niñas se van sin mutilación y que cuando vuelvan a pasar otro examen seguirán sin estarlo; les sirve como arma de defensa.

Aunque la mujer sea de Kenia, es una mujer, un ser humano. Existe el mundo más allá de Madrid, más allá de España.

¿Ve un futuro en el que la ablación se pudiera erradicar gracias a la educación?

Yo veo una mejora. Influye mucho el no apresurarse, no victimizar ni criminalizar a las mujeres. Igual que aprendes matemáticas, hay muchas cosas que se tienen que aprender. Si no lo has visto, no entiendes que pueda haber otra forma. También en España estamos educando y sigue habiendo violencia doméstica. Erradicar una violencia es muy difícil, sería necesario cambiar mentalidades. Con mejorar vamos bien. Si no mutilan este año a una sola niña, ya merece la pena.

En una sociedad tan informada, hay mucha desinformación, no profundizamos en los temas realmente importantes. Se supone que vivimos en una sociedad globalizada, pero somos unos egoístas. Al final, aunque la mujer sea de Kenia, es una mujer, un ser humano. Existe el mundo más allá de Madrid, más allá de España.