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El consejero de Cultura de Vox en Castilla y León cobró de la Complutense por asesorar a una fundación pública que dirigía

Laura Cornejo

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Dos sueldos públicos a la vez y contratos poco claros. El consejero de Cultura de Castilla y León que ha elegido Vox, Gonzalo Santonja, ha estado casi dos décadas al frente del Instituto de la Lengua como director. Se trata de una fundación cuyo objetivo es investigar y difundir los orígenes del español. Siempre ha sido señalada por la oposición como un “chiringuito de la Junta” y tiene escasa o nula relevancia fuera de Castilla y León. Entre Santonja y esta fundación dependiente del Gobierno autonómico nunca hubo, en apariencia, relación laboral. De hecho, algunos miembros de su patronato (entre otros, la Consejería de Cultura, varias universidades de Castilla y León, diputaciones y ayuntamientos) estaban convencidos de que la implicación de Santonja con el instituto, hasta que se propuso su cese, era puramente altruista. Nunca fue así.

En los últimos cuatro años como director, y para poder compatibilizar su trabajo en exclusiva con la Universidad Complutense, hizo que la fundación contratase sus servicios como “director científico”. Así aparece recogido en un contrato que se firmó el 1 de enero de 2016 al que ha tenido acceso elDiario.es. En él se especificaba que la fundación estaba interesada “en el asesoramiento sobre la dirección científica de contenidos de diversas exposiciones y proyectos culturales” por parte de Gonzalo Santonja, catedrático en ese momento del Departamento de Filología Española II de la Facultad de Filología de la Complutense y que el “investigador” estaba dispuesto a hacerlo. Lo curioso es que Santonja ya hacía ese trabajo desde 2002, cuando se puso en marcha esa fundación.

El contrato se justificó en base al artículo 83 de la Ley Orgánica de Universidades que regula la compatibilidad de los profesores universitarios con trabajos y proyectos de carácter científico y tenía una duración de cuatro años prorrogables. Tal y como se indicaba en ese contrato, Santonja debía informar regularmente a la fundación y mantener reuniones mensuales con sus responsables, obviando que sólo podía ser con él mismo como director de la fundación y con la gerencia, ya que el patronato sólo se reunía dos veces al año. La fundación tenía que pagar a la Complutense –y esta a Santonja– un total de 96.000 euros por esos cuatro años de “asesoramiento científico” y además correr con los gastos de desplazamiento. El sueldo de un catedrático ronda los 85.000 euros anuales y Santonja sumaba otros 18.000 anuales gracias a ese contrato encubierto que pagaba su nómina como director del organismo.

El director, con coche y chófer a su disposición

Cuando asumió la dirección de la fundación en 2002, Santonja ya era catedrático y de algún modo, compatible o no –indican fuentes de la Junta de Castilla y León–, cobró “desde el primer momento”. En una de las primeras actas de reunión del patronato de la fundación, en la que el entonces consejero de Cultura, Tomás Villanueva, propuso hacer un cambio en los estatutos para contar con la figura de director, que no estaba prevista, y dio también el nombre de Santonja como el elegido. Los estatutos se modificaron pero pese a incluir esa figura de director, no la delimitó ni explicó si había un vínculo laboral entre este y la fundación, como sí ocurre con la gerencia. No se dice que sea un cargo honorífico o altruista, pero tampoco se precisa que sea un cargo remunerado. Eso sí, Villanueva, que como consejero era el presidente del patronato, reveló –no propuso– que el director tendría un “vehículo de renting a efectos de facilitar sus desplazamientos por la Comunidad”, algo “contemplado en los presupuestos”. Santonja no sólo disponía de coche, también de chófer, si bien de este no se habló en ningún momento. En ese ejercicio, el presupuesto con el que contaba la fundación superaba los 1,4 millones de euros.

Facturas con una S.L.

Según algunas actas a las que ha accedido este diario, Santonja siempre cobró. En 2005 se produjo una “actualización de honorarios” de 25.000 euros; en 2006 se aprobó una partida de 16.704 euros para “atender a la situación socioeconómica del director y hay facturas a través de una mercantil de Santonja, Monbrún S.L., con la que 'cedía' a la fundación derechos intelectuales y de explotación. Pero es que además, algunas fuentes apuntan a que en los primeros años Santonja tuvo un contrato con la Consejería de Educación, con el que presuntamente se encubría un salario y un trabajo que correspondía a la fundación. Desde la Junta de Castilla y León, a la que se dirigió elDiario.es hace dos semanas, no se han disipado dudas sobre los contratos o facturas de Santonja y básicamente responden que revisar documentación es casi un ejercicio de arqueología: ”Es un expediente anterior a la informatización de la serie documental a la que pertenece. En los años por los que se pregunta –desde 2002– no existía un inventario de expedientes personales, por lo que no hay una herramienta informática que permita conocer en qué momento ese expediente se transfirió al archivo, ni en qué depósito documental está. La búsqueda tendría que ser manual entre varios depósitos“, argumentan.

Una polémica salida y un intento de engaño

Santonja salió de la Fundación Instituto de la Lengua el pasado verano y no de buena gana. En 2019, con la Consejería de Cultura en manos de Ciudadanos, se quiso abordar un nuevo modelo de gestión para una fundación en el punto de mira. Estaba a punto de jubilarse –cumple 70 años en unos meses y será posiblemente el consejero de más edad en toda la historia de la Junta– y desde la Consejería de Cultura se acordó con él que ese sería el momento también, el de la jubilación, en que dejase la fundación.

Cuando el asunto se aborda en una reunión del patronato en diciembre de 2020, ya había cambiado de idea. “Yo dije que no iba a ser un problema para el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua pero no dije que dejase la dirección”, espetó. Y luego añadió: “Yo estoy en una situación que podía haber creado un conflicto muy serio. Soy catedrático de la Universidad Complutense, nunca quise dejarla, eso es algo que le dije a Tomás Villanueva y a todos los consejeros de Cultura. El Instituto de la Lengua tiene un contrato a través del cual yo recibo una compensación económica que a ninguno de ustedes les parecerá exagerada. Este año he recibido 18.000 euros de los que la Universidad me descuenta el 20%”, relató. El contrato, dijo, se había acabado en octubre, por lo que desde ese momento se quedó sin cobertura en caso de accidente. Pero aun así, Santonja propuso dejar el tema para el final. “Es lo que hacía siempre, hablaba y hablaba, y eran reuniones de horas. Al final, los patronos tenían que marcharse, y cuando había que votar algo, la mayoría no estaba”, relatan fuentes de Cultura.

“El asesor da cuentas al director, que es la misma persona”

El asunto se dirimió sin Gonzalo Santonja, a quien el entonces consejero y presidente del patronato, Javier Ortega, invitó a salir. El director de Políticas Culturales de la Consejería, José Ramón González, fue claro con el resto de patronos: “Tenemos un director y a la vez un asesor científico y el asesor da cuentas al director, que es la misma persona”, expuso González. “El Instituto ha pasado por varias etapas, la dirección ha tenido diferente tipo de contratos y remuneraciones y, como ha manifestado el propio director, él es catedrático a tiempo completo en la Universidad Complutense de Madrid, de manera que mantiene su sueldo íntegro y a la vez la fundación le paga una cantidad anual mediante un contrato de investigación con la Universidad Complutense, que supone 24.000 euros, ese es el total del contrato. Los investigadores no reciben el 100% de esa cantidad, y luego habría que añadir otros gastos como viajes, alojamientos, dietas, etc. Esa es la situación en la que estamos”, resumió.

Pero, además, José Ramón González dio más pistas cuando algunos miembros del patronato se opusieron al cese de Santonja: “En la reunión de junio de 2019 se propuso en un punto del orden del día –prorrogar el contrato– que era del informe de la gerencia. Se pretendía renovar ese convenio durante tres o cuatro años, sin exponerlo delante del patronato. Yo creo que es una forma de actuar que no corresponde. Por eso sugerí que eso debía plantearse en otro punto distinto, de manera pública, no como un asunto de trámite”, reveló. Santonja quiso 'colar' el contrato para seguir en la fundación como director.

Santonja y “las redes clientelares que caen solas”

González recordó que la dirección era “honorífica” y que el desplazamiento de Santonja de Madrid a Burgos sin ningún contrato desde septiembre podía ocasionar un “problema legal si ocurría un percance”. La reunión se atascó en la salida, o no, de Santonja y se optó por decidir su futuro en otra cita, en junio de 2021. A pocos días de que se celebrase, Santonja envió una carta a cada miembro del patronato en la que decía sentirse “hostilizado” y manifestaba su intención de dimitir. El final de la carta era elocuente: “Te agradezco el apoyo que me has prestado en la gestión al frente del Instituto de la Lengua Castellano y Leonesa [...] desde mi experiencia vital –como sabes, fui encarcelado durante el franquismo– sé que las adversidades pasan y las redes clientelares caen solas, en especial cuando las promueven quienes están en vías de extinción política, pero el Español permanecerá, causa que ha sido y seguirá siendo la nuestra”.

La reunión que se celebró para cesar a Santonja acabó sin tener el quórum necesario para hacerlo, porque años antes se cambiaron los estatutos y eran necesarias dos terceras partes del patronato para aprobar el cese de la dirección y no para otros asuntos que se resolvían con la mayoría simple. Pero sí que se aprobó un nuevo modelo de gestión mediante un consejo asesor que a la postre acababa con la figura del director. Lo siguiente fueron varias declaraciones de Santonja en los medios asegurando que no se le había cesado, sino que había dimitido. La venganza no ha tardado mucho en llegar: Santonja, que fue simpatizante de Herri Batasuna en los 80, es el próximo consejero de Cultura con Vox y tendrá en su mano no sólo la continuidad de la fundación, sino también la de su antecesor en el cargo, porque Javier Ortega fue nombrado hace unas semanas jefe de Estudios y Documentación de la Consejería de Cultura, un puesto de libre designación.

Santonja explica sus contratos y reconoce que pudo facturar a la Fundación “otros encargos”

Este diario quiso conocer la versión de Gonzalo Santonja sobre su relación contractual con la fundación que dirigió durante casi 20 años. En un escrito manifiesta que el patronato de la fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua aprobó el 21 de junio de 2006 la ejecución de un contrato por los servicios de asesoramiento intelectual y científico por importe anual de 14.400 euros (IVA no incluido). En 2015 se aprobó la ejecución de otro contrato similar, por 24.000 euros anuales (IVA no incluido), y el 20 de diciembre de 2019 aprobó la prórroga del contrato por importe de 18.000 euros anuales (también sin incluir el IVA). Santonja explica así su relación laboral: “Desde el año 2000, en que fui nombrado para la ejercer la dirección del ILCYL, la Consejería de Educación y Cultura tramitó mi situación administrativa, y me indicó la solución aprobada por el Patronato de la Fundación primero en julio de 2005, y después ejecutada a partir de 2006”.

Respecto a las facturas a nombre de su S.L. a las que ha tenido acceso elDiario.es, Santonja reconoce que “es posible” que si el patronato de la fundación le hizo “encargos no comprendidos” en sus funciones de director “se hayan facturado servicios” si bien después de 20 años no lo puede precisar. “En todo caso esos servicios han sido fiscalizados de conformidad por la Intervención de la Consejería si han sido abonados”.

Sobre el coche con chófer que se puso a su disposición, admite que “desde noviembre de 2003 aproximadamente hasta febrero de 2012, en la plantilla de la Fundación y con cargo a su presupuesto existió un conductor y un vehículo para facilitar los desplazamientos entre las provincias de la plantilla del Instituto” y de él mismo “como es usual en muchos centros directivos”. Aunque él vincula este coche a “la plantilla”, en las actas de la fundación aparece recogido que el entonces consejero de Cultura informó de que el coche era para los desplazamientos de Santonja.

Por último, cuando este diario preguntó al futuro consejero de Cultura si los diferentes contratos y las facturas que giró a la Fundación eran compatibles con la exclusividad que tenía como catedrático de la Complutense, contestó que ha estado sometido a la exclusividad desde su reingreso al ejercicio docente. “Es por ello que mis servicios al Instituto como director los ha facturado la propia Universidad Complutense al amparo del artículo 83 de la LOU desde hace siete años, fórmula usual en el ámbito universitario e igualmente en el ámbito de la propia Consejería de Cultura, por ejemplo en el Museo de la Evolución Humana para dotar económicamente a su director científico”, argumenta.

Es decir, que sólo en los últimos siete años, Santonja cobró sus servicios como director de la fundación con conocimiento de la Universidad Complutense, pero no aclara cómo esquivó o fue autorizado antes de que se firmase el contrato de 2015.