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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Calendas de julio en la política valenciana

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Empieza el mes de julio con una nueva inquilina en el Palau dels Català de Valeriola, sede de la vicepresidencia de la Generalitat Valenciana. Aitana Mas sucede en el cargo a Mónica Oltra tras la traumática dimisión de la líder de Compromís al haber sido imputada en la investigación judicial sobre la gestión de su equipo de la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas en el caso de abusos a una menor tutelada por el que fue condenado su exmarido.

La nueva vicepresidenta es una política joven, ingeniera de formación, con cierta experiencia de gestión y toda la sintonía posible con Oltra. Su reto es sellar en la medida de lo posible la brecha en el liderazgo del Pacto del Botánico que ha abierto esta crisis. Y desenvolverse como referente de Compromís en el tripartito valenciano sin parecer un sucedáneo de su predecesora. No lo tendrá fácil.

El episodio de la dimisión de Oltra ha acabado de romper las relaciones, ya deterioradas previamente, con el líder de los socialistas y presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig. Fue muy significativo que no coincidieran, una y otro, en la toma de posesión de Mas, a la que no asistió Oltra, ni en el traspaso de la cartera, al que no acudió Puig. El presidente presionó para forzar la dimisión de Oltra cuando intentó resistirse tras su imputación, pero no llegó a hablar, y mucho menos sentarse cara a cara, para afrontar la situación con su todavía vicepresidenta y líder de su principal socio en el Gobierno valenciano. Y aunque Puig y sus consellers se deshacen estos días en público en elogios a la exvicepresidenta y la defienden en las Corts Valencianes frente a las críticas de la derecha, el alcance que esa ruptura pueda llegar a tener a medio y largo plazo en la izquierda valenciana es ahora mismo imposible de prever.

Entre otras cosas, dependerá de cómo acaben las vicisitudes judiciales por las que debe pasar Mónica Oltra en los próximos meses. Unas vicisitudes que la dejan en dique seco por tiempo indefinido, con las próximas elecciones autonómicas a un año de distancia. Del potencial impacto de la caída de Oltra del cartel electoral en los próximos comicios a las Corts Valencianes pueden dar una idea algunas anécdotas que ha protagonizado la dimitida vicepresidenta en los pocos días transcurridos tras su marcha. En el desfile del Orgullo LGTBI, celebrado el sábado 25 de junio en València, muchos participantes se le acercaban entre abrazos, fotos, aplausos y saludos. El viernes 30 de junio por la noche, horas después del traspaso del cargo a su sucesora, la dirigente de Compromís recibía una ovación de la mayoría de los espectadores cuando el público se dio cuenta de que entraba a ocupar como una más su localidad en la Plaza de Toros para asistir a un concierto de Joan Manuel Serrat.

No son reacciones habituales ante un cargo público caído en desgracia. Porque el liderazgo de Oltra sobre una parte de la sociedad valenciana tiene una potencia poco habitual. Y por otra parte, el instinto llevará a Puig y los socialistas a intentar transmitir la sensación de que las cosas van como la seda, ahora que ya no está la conflictiva líder de los valencianistas en el Gobierno autonómico. Una actitud que probablemente deje indiferente a Unides Podem, el tercer socio de la fórmula del Pacto del Botánico. Pero si la etapa de Mas se traduce en una sensación de que Compromís ha mutado hacia algo parecido a un papel de comparsa, ya pueden ir las izquierdas valencianas preparando las maletas. La nueva vicepresidenta sabe que no puede aplazar a las calendas griegas su oportunidad de restablecer unas reglas del juego y reconstruir el espacio político de Compromís para que sume desde su autonomía política en la conformación de mayorías progresistas. Por eso, antes de llegar ya advirtió de que “si no existe codecisión no hay gobierno de coalición”. No lo tendrá fácil, no.