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Por qué es un error lavar las toallas con agua templada y cuál es la temperatura idónea

Edu Molina

17 de noviembre de 2025 09:57 h

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Lavar la ropa es una tarea cotidiana que, a menudo, se realiza de forma automática. Entre todas las prendas del hogar, las toallas requieren un cuidado especial, ya que se usan a diario, permanecen húmedas durante largos períodos y necesitan una limpieza más profunda que otros textiles. Sin embargo, en muchos hogares se lavan con los mismos programas y temperaturas que el resto de la colada, sin tener en cuenta estas particularidades.

Con el tiempo, esta rutina puede afectar tanto a la higiene como a la vida útil de las toallas. La humedad acumulada, los restos de jabón o cremas y el uso constante hacen que las fibras necesiten un lavado más exigente. Si el agua no alcanza la temperatura adecuada, las toallas pueden retener suciedad y desarrollar olores persistentes incluso después de pasar por la lavadora.

Aunque los programas templados pueden parecer una opción cómoda, no siempre ofrecen los resultados esperados. Ajustar la temperatura del lavado según el tejido permite mantener la suavidad, la absorción y la limpieza de las toallas durante más tiempo, evitando que la rutina diaria comprometa su durabilidad y funcionalidad.

Por qué no se recomienda lavar las toallas con agua templada

Lavar las toallas con agua templada, entre 30 y 40 °C, no elimina completamente la suciedad ni los microorganismos presentes en las fibras. Estas temperaturas son suficientes para prendas delicadas o de poco uso, pero resultan insuficientes para un textil que retiene humedad y está en contacto constante con la piel. Como resultado, las bacterias, los hongos y los olores desagradables pueden proliferar incluso después del lavado.

Además, los restos de jabón, cremas o aceites corporales no se disuelven por completo a temperaturas templadas. Con el tiempo, esta acumulación endurece las fibras, reduce la capacidad de absorción y genera un olor persistente que no desaparece con ciclos cortos de lavado. El detergente tampoco alcanza su máximo rendimiento, por lo que no limpia en profundidad el tejido.

En resumen, lavar con agua templada puede parecer una solución práctica, pero no garantiza una higiene real ni protege la calidad de la toalla. Mantener la temperatura demasiado baja impide que el lavado cumpla su función principal: eliminar suciedad y microorganismos, dejando el textil con menor eficacia y durabilidad.

Temperatura idónea para lavarlas

La temperatura más adecuada para el lavado de toallas se sitúa alrededor de los 60 °C. Este nivel de calor permite eliminar residuos corporales y restos de jabón sin dañar el tejido. La mayoría de las toallas de algodón y microfibra soportan esta temperatura sin perder suavidad ni color, lo que garantiza una limpieza más efectiva.

Lavar a 60 °C también ayuda a conservar la capacidad de absorción del material. El calor facilita que los detergentes actúen de manera más eficaz, desprendiendo la suciedad incrustada y devolviendo a las fibras su textura original. Además, se reduce la humedad residual, lo que previene la aparición de moho y malos olores. Es una temperatura que combina higiene y cuidado, sin ser agresiva para prendas de uso diario.

El secado posterior es igualmente importante. Las toallas deben secarse completamente, ya sea al aire libre o en secadora a temperatura media, para evitar que la humedad favorezca la proliferación de bacterias y la degradación del tejido. También conviene evitar suavizantes, que recubren las fibras y disminuyen la absorción. Con un aclarado completo y una buena ventilación se mantiene la suavidad natural del textil y se prolonga su vida útil.