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Tarta de tres tazas: el postre rico y sencillo que preparas en media hora y sin manchar la cocina

Edu Molina

15 de octubre de 2025 17:00 h

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En la rutina diaria, la cocina se convierte a menudo en un espacio de decisiones rápidas donde el tiempo y la practicidad pesan tanto como el sabor. Las recetas que requieren largas elaboraciones, múltiples utensilios y una posterior limpieza exhaustiva suelen quedar relegadas a ocasiones puntuales, mientras que ganan terreno aquellas fórmulas que ofrecen resultados rápidos sin renunciar a la calidad. En este contexto, proliferan preparaciones que priorizan lo accesible y lo doméstico, especialmente en lo que respecta a la repostería casera.

Entre esas alternativas destaca una propuesta que ha comenzado a circular con fuerza en medios y foros gastronómicos: la tarta de tres tazas. Se trata de un bizcocho que debe su nombre a la medida empleada en sus ingredientes —una taza para cada uno de los principales— y que ha captado la atención de quienes buscan postres fáciles de preparar. La clave de su éxito reside en la ausencia de complejidad técnica y en la escasa necesidad de utensilios, lo que facilita su elaboración en cualquier cocina.

Este postre no requiere de pesajes exactos ni de electrodomésticos sofisticados. Con un bol, una cuchara o espátula y un molde de tamaño medio se puede obtener en aproximadamente media hora una tarta casera lista para servir. Esa combinación de sencillez y rapidez explica que se presente como una solución recurrente para meriendas improvisadas, reuniones informales o simplemente para quienes desean un dulce casero sin dedicar demasiado tiempo ni esfuerzo.

Preparación de la tarta de tres tazas

La elaboración de la tarta de tres tazas se caracteriza por la utilización de medidas simples y por una secuencia corta de pasos. Los ingredientes básicos son: una taza de harina de trigo, una de azúcar, una de nata líquida para montar, un huevo, una cucharadita de levadura en polvo y unas gotas de esencia de vainilla. Estos productos se encuentran con facilidad en cualquier supermercado y no exigen una preparación previa elaborada.

  • El primer paso comienza batiendo el huevo con el azúcar hasta lograr una mezcla espumosa y homogénea. A continuación se incorpora la nata líquida junto con la esencia de vainilla, removiendo suavemente para mantener la textura aireada. En un paso posterior, se añade la harina tamizada junto a la levadura, integrándolas poco a poco con movimientos envolventes.
  • Una vez obtenida la masa, se vierte en un molde previamente engrasado y se introduce en el horno a 180 grados centígrados durante un tiempo aproximado de 30 a 35 minutos. El punto de cocción se comprueba introduciendo un palillo en el centro de la tarta: si sale limpio, el bizcocho está listo.

El resultado es un postre esponjoso y de sabor equilibrado que puede servirse tal cual o con un acabado sencillo, como espolvorear azúcar glas sobre la superficie. Al tratarse de una receta base, admite variaciones según las preferencias de cada persona. Es posible añadir ralladura de limón para un toque cítrico, incorporar canela o cacao en polvo para un perfil distinto de sabor, o incluir frutos secos picados para aumentar la textura.

Una recomendación habitual para garantizar el éxito de la receta es utilizar un molde de aproximadamente 20 centímetros de diámetro, lo que favorece una cocción uniforme. Asimismo, se aconseja no abrir el horno durante los primeros 25 minutos, ya que esa acción puede provocar que la masa pierda volumen y no adquiera la esponjosidad deseada. Estos detalles influyen de forma decisiva en el resultado final, pese a que el procedimiento general se mantiene como uno de los más simples dentro de la repostería casera.

La tarta de tres tazas se ha posicionado como una alternativa accesible y funcional dentro del repertorio doméstico. Su principal atractivo radica en el equilibrio entre facilidad de preparación y resultado final, lo que explica que se haya popularizado como un recurso habitual en entornos familiares. Al requerir poco tiempo, utensilios mínimos y una limpieza posterior reducida, se consolida como un ejemplo de cómo la repostería casera puede adaptarse a los ritmos actuales sin perder atractivo ni sabor.