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La pasión amorosa de Virginia Woolf por Vita Sackeville a la luz de sus cartas

EFE

Madrid —

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Estuvo casada hasta su trágico suicidio en 1941, pero Virginia Woolf mantuvo durante toda su vida relaciones con mujeres, y fue con la aristócrata Vita Sackville-West con quien “culminó” sus deseos y fantasmas, un romance que la española Pilar Bellver recrea en el relato epistolar “A Virginia le gustaba Vita”.

Virginia Woolf, la escritora “feminista por excelencia”, y Vita Sackville-West, “casi como la lesbiana oficial de la aristocracia inglesa”, fueron revolucionarias y pioneras de la élite londinense del siglo XX, dos escritoras casadas que, a pesar de ello, ya se habían enamorado anteriormente de mujeres, unas experiencias que no evitaron que el romance que mantuvieron las “transformase” radicalmente.

“Lo tenían las dos muy claro”, explica a Efe Pilar Bellver, autora de “A Virginia le gustaba Vita”, un relato epistolar en el que la “imaginación” rellena los íntimos momentos que mantuvieron la escritora Virginia Woolf (1882-1941) y la aristócrata Vita Sackviller-West (1892-1960), y de los que no hay material explícito que los documente.

Son muchas las cartas y los diarios que dan cuenta de la relación romántica que vivieron las dos escritoras desde que se conociesen el 14 de diciembre de 1922, pero Bellver hace de esta obra ficticia, con base biográfica, una “aportación” de aquellos detalles que no se conocen.

“He contado lo que, después de tantas páginas de diario, no está contado. La noche de amor entre ellas, esas noches que nos faltan, la fantasía, lo que no llegaron a decir”, asegura la escritora.

Así, “A Virginia le gustaba Vita” (Dos Bigotes) toma como punto de partida el momento en que Woolf asume, en una carta destinada a Sackville-West, que el romance que han mantenido durante más de un año por correspondencia había de desembocar, inevitablemente, en una relación íntima y sexual.

Algo que, en el fondo, “le daba miedo” a ambas mujeres: “A Vita le daba miedo tener una relación muy intensa con ella”, explica Bellver, porque “todo el mundo” temía que Woolf se “desmoronase” a la mínima de cambio por sus antecedentes depresivos.

Para Bellver, Woolf era mucho más fuerte de lo que el resto pensaba, aunque admite que la autora de títulos como “Orlando” -un “regalo” destinado precisamente a Sackville-West, para que su mansión familiar, Knole, fuera “eternamente suya” ya que no podría heredarla por ser hija única-, también temía dar el siguiente paso en su relación.

“Virginia tenía también miedo, en mi opinión, de dónde pudiera llevarle todo eso. Ella ya se había enamorado de mujeres antes que de Vita, pero nunca había tenido relaciones con ellas”, explica sobre esta mujer que se sentía “muy insegura en el aspecto físico”.

A pesar de los temores, Woolf consiguió “culminar” el juego de seducción que Sackville-West había iniciado desde la noche en la que se conocieron, que les llevaría a una relación en la que mediaron los celos -la aristócrata no dejó de tener amantes-, pero construida sobre un sólido amor y respeto intelectual que consiguió que nunca “se enfadaran en serio” y que supuso una auténtica transformación para ambas.

“Vita le dio a Virginia alegría de vivir, entusiasmo, y se siente mucho más segura como mujer, como persona sexual. Y Virginia le dio a Vita solidez ética e intelectual”, resalta Bellver, que se lamenta de que no haya material íntimo sobre su relación porque Woolf fue parca en palabras al respecto en sus diarios para evitar que su marido, Leonard Woolf, conociese los detalles.

Aunque su esposo, uno de los fundadores del Partido Laborista, sí estaba al tanto de la relación entre las mujeres, al igual que el marido de Sackville-West, el diplomático, también homosexual, Harold Nicolson.

Es precisamente en una carta entre la aristócrata y su marido donde se revela la fecha exacta en la que Woolf y Sackville-West mantuvieron su primera relación sexual, en la noche del 17 al 18 de diciembre de 1925.

“A Virginia le gustaba Vita”, que en un principio fue un capítulo de la antología “Ábreme con cuidado” (Dos Bigotes) y se convirtió finalmente en una novela con voz propia, pretende, explica Bellver, “ser una guía casi pedagógica” a través de sus numerosas notas.

“Tiene dos planos: para la gente que sí conoce la historia y les falta algo, y para la gente que no la conoce y que disfruta aprendiendo”, apostilla Bellver sobre esta historia de amor que la actriz Eileen Atkins escribió para teatro en 1992 con la obra “Vita y Virginia” y que la directora Chanya Button está adaptando en la gran pantalla.