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Ángel Vallecillo exhuma en “Akúside” el horror y tragedia del terrorismo de ETA

EFE

Valladolid —

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Un sociedad como territorio de ficción y espacio de reflexión ha levantado el escritor y fotógrafo Ángel Vallecillo en “Akúside” (Difacil), su última novela, una reflexión sobre el terrorismo de ETA, la tragedia de las víctimas y el horror que proyectó a un país durante cerca de medio siglo.

Siete años después del anuncio del cese de atentados por parte de la banda asesina, Vallecillo (Valladolid, 1968) ha afrontado en “Akúside” -anagrama de Euskadi- el reto de “un testimonio para las generaciones futuras, para que sepan lo que realmente ocurrió en los 'años de plomo'” con secuestros, extorsiones, amenazas y asesinatos.

Uno de sus objetivos es el de combatir “el intento durante los últimos años de blanquear las cosas que hicieron los terroristas” y que dejaron en la sociedad, especialmente en las familias de las víctimas, “un dolor inmenso, un vacío y la sensación de que nada ha servido para nada”, ha dicho en una entrevista con la Agencia Efe.

De sus años de adolescencia, a través de la radio y televisión, le ha quedado marcado el drama de los padres de los asesinados, “que en su lamento siempre decían lo mismo, que ojalá el de su hijo fuera el último asesinato y que su muerte sirviera al menos para algo, gente que incluso se ocultaba para enterrar a los suyos”.

“Nací en 1968 y la nuestra fue la generación de ETA durante años de plomo permanente con sangre y cadáveres en los telediarios y palabras que resonaban como 'gudaris', 'parabellum' y 'kale borroka'”, ha añadido Vallecillo, autor de una novela dotada de una compleja estructura narrativa, en clave de ficción, donde profundiza en la raíz del terrorismo de tinte nacionalista.

Akúside, en clara alusión al País Vasco, es una república que con el concurso esencial del terrorismo logra la independencia de sus vecinos del sur, y que aplica las leyes viejas de sus antepasados, el regreso al medievo, a una estructura agraria y ganadera que rechazan los habitantes de Megara, una de las ciudades más industrializada del nuevo estado escindido.

Burkina Fasso y Mali son algunos de los países que ha visitado Ángel Vallecillo para nutrir su ficción, países de raíces milenarias y culturas ancestrales donde la sangre y la estirpe ordenan jerárquicamente la sociedad, en la misma línea que algunos políticos nacionalistas esgrimieron en esos años ochenta, ha matizado.

“Era tan grande entonces el apoyo social a ETA que parecía imposible que fuera a acabar, que nunca desaparecía y que luego utilizaron para forzar las negociaciones que sí se hicieron”, a pesar de que la banda asesina “podía haber parado en cualquier momento y el Estado haber sido generoso con ella, pero apostaron por el terrorismo puro”, ha apostillado.

Desde su nacimiento en 1958, como respuesta a la dictadura franquista y en defensa de los derechos y libertades, hasta 1968 en que comenzó a asesinar, según la cronología establecida por este escritor, ETA “ha durado tanto que incluso hemos tratado de comprenderla”.

No obstante, pese a la llegada de la democracia, a partir de 1975, “redobló su fuerza y sus crímenes con el apoyo tácito del nacionalismo no violento en el País Vasco”, lo que fraguó en un caldo de cultivo “donde a los jóvenes les resultaba muy fácil radicalizarse por haber vivido en su ambiente familiar y social un clima de opresión y de odio”, ha agregado.

Vallecillo, autor entre otras novelas de “Hay un millón de razas” (2008), “Colapsos” (2005) y “La sombra de una sombra” (2002), no se explica cómo con tantas variables y derivaciones como ha tenido “un tema tan grave”, haya suscitado “tan pocas cosas en los artistas, muy poquito en ficción, literatura, pintura o música”, ha lamentado.