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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

“La narrativa se ha ido a planteamientos estéticamente más conservadores”

Después de dos años, Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967) regresa a las librerías con Limbo (Alfaguara). Atrás queda el proyecto Nocilla y El hacedor (de Borges). Remake, que le llevó a un conflicto con la viuda del escritor argentino, María Kodama, que logró retirar el libro del mercado.

Precisamente, en Limbo, Mallo, que no ha olvidado sus obsesiones de la búsqueda poética en el lenguaje y la investigación científica –al fin y al cabo es físico–, hace una reflexión sobre la copia, a la que considera un producto tan novedoso como el original.

El escritor nos envuelve en una historia, atención, menos fragmentada que sus novelas anteriores, en la que aparecen varios personajes que buscan su lugar en un mundo extraño. En esta entrevista comienza hablando de su libro y termina con una disertación sobre la cultura pop actual, Miley Cyrus y la nueva narrativa. Aquí cabe todo.

Enrique Bunbury dice en su último disco 'despierta', y usted titula su libro como Limbo. ¿Hemos estado en estos tiempos en ese territorio transitorio, adormilados?Limbo

Lo que plantea Limbo es que la importancia está en los procesos. No en el punto final o el principio, sino en el camino, y en esos lugares impuros, de frontera, que son de espera de algo. Los personajes del libro parece que están siempre en tránsito y su relación con el mundo es un poco extrañada.

Se les presenta desenfocado y les hace ver que las cosas no son como creían. Pero no es una cuestión surreal ni onírica ni psicodélica. No tiene nada que ver con eso. Es como cuando te dices ‘esto por qué es así’, y eso es algo que te hace estar en un estado de espera.

¿Y eso es porque durante todo este tiempo, desde que publicó su última novela, El hacedor (de Borges). Remake, en 2011, ha estado en ese ‘estado de espera’, desenfocado? O porque el mundo está desenfocado.El hacedor (de Borges). Remake,

No, eso es porque esta es mi manera de relacionarme con el mundo. Para mí el acto creativo es un estado de extrañamiento con respecto al mundo. Tanto en las artes como en las ciencias. Un científico se pregunta por qué una manzana cae. Y eso significa que está mirando la manzana como nadie la había visto hasta ese momento.

Pero se lo pregunto porque en los últimos cuatro años hay una extrañeza más general y nos preguntamos ¿qué está pasando?

Yo no comparto esa opinión. Estamos en este mundo y, por tanto, nos afecta, pero el mundo siempre es extraño. No creo que haya una época que no sea extraña. Lo que yo hablo no tiene que ver con los momentos coyunturales que vivimos. Ese extrañamiento también existía en las cuevas de Altamira para empezar a pintar unos corzos. Estos personajes están en tránsito y están con una mirada de investigación poética de la realidad.

Este libro me ha parecido menos fragmentado que otros anteriores suyos. ¿Ve la realidad más compacta? ¿Con más sentido? ¿Más uniforme?

No. La veo fragmentada pero coherente. Pero, respecto a la forma de la novela, sencillamente es que en las otras novelas era más un mosaico visto desde lejos de otros personajes en los que no me interesaba tanto la psique o el yo. Eran fotografías que se iban enlazando.

En esta ocasión prefería meterme en la cabeza del personaje y por eso está todo en primera persona, excepto la parte final. Por eso necesitaba personajes más estables para darle continuidad al flujo de conciencia. Si no, hubiera sido una cosa tartamuda, sin sentido. Es verdad que la forma es de menos fragmentación, pero los discursos de cada uno son superfragmentados, pero no incoherentes, porque todos buscan una coherencia en el mundo.

Vayamos a los personajes, como esa mexicana que es secuestrada. Usted estuvo viajando por la zona, por Guatemala. ¿Esta historia partió de alguna experiencia vivida allí? Además, en este relato le da mucha importancia a lo corpóreo. Habla de la psique, pero el cuerpo y su significado están muy presentes.

El libro empezó estando en Guatemala, donde vi un Nuevo Testamento y vi que había una potencia enorme en el libro, como forma y concepto, no como contenido. Y en ese viaje vi en la televisión una noticia de un secuestro de una chica, y me pregunté por qué nunca oigo hablar de la relación de un secuestrado con su propio cuerpo, porque alguna tendrá que haber.

Cuando te despojan de todo lo que tienes, al final lo que te queda es tu cuerpo y esa relación con él tiene que cambiar. Tiene que ser una relación más matérica y trascendental. Me planteé eso, pero es un relato meramente novelístico.

¿Somos cuerpo o somos mente?

Somos las dos cosas. Uno de los grandes errores históricos es pensar en esa separación. Yo creo que ya sabemos que la realidad es un sistema complejo y que el cuerpo es otro sistema complejo. La mente y el cuerpo están en simbiosis y se están retroalimentando. No puede existir el uno sin el otro.

Las personas que se quedan inválidas pero mantienen su mente en orden quieren seguir viviendo, y es lógico, porque la mente establece una relación nueva con esa realidad. Separarlo es tanto como separar ciencias o letras.

Vivimos en un mundo dual: o eres esto o lo otro; o te gusta esto o lo otro.

Sí, muy dual. Nos gusta simplificar, pero nos hemos dado cuenta de que la realidad es compleja. Y en este sentido, lo que teje esta novela con estos personajes es cómo viven en un mundo complejo y cómo todo tipo de informaciones y hechos van a confluir en cada uno, y cómo procesan toda esa información para tejer su propia realidad y mundo.

¿Usted escribe para asir su realidad?

Supongo que sí. Es buena esta pregunta porque yo escribo sólo para mí. No escribo para hablar de mi tiempo ni para nadie. Nunca pienso en el lector, porque el mayor acto de respeto hacia el lector es ignorarlo. Si piensas en el lector, ya sería algo falso porque no estarías haciendo lo que quieres. Yo escribo para mí, pero supongo que es para construir e investigar mi propio mundo poético y material.

Esto no quiere decir, porque lo ha comentado en alguna otra ocasión, que sus novelas o poemas no sean políticos.

La palabra política se confunde con ideología o con los partidos políticos. Hay que tener mucho cuidado. Cuando yo digo que son políticas, quiero decir que son miradas que hablan de mi mundo, y eso significa que hablan del mundo, y hablar del mundo es una postura moral. Y como postura moral, es política.

Ahora, no son ni ideológicas ni moralizantes ni moralizadoras. Yo no soy asesor político de nadie ni creo que sea mi función. Son políticas porque están comprometidas con mi realidad, que es compleja e intento hablar de ella. Eso sí, no intento aleccionar a nadie.

En la novela también aparece la música, como ocurre en otros libros suyos. Y habla del ‘sonido sin fin’, que no sé muy bien qué es. ¿Por qué le da esta importancia a la música? ¿Cuándo escribe está escuchando siempre algo?

Yo tampoco sé lo que es el sonido sin fin. La música suele colarse en las novelas, pero no puedo escribir con música, y menos con música que me gusta porque se me va la cabeza. Pero sí puedo escribir con ruido. Puede haber obras en la calle. A mí con tal de que no me hable nadie, que no me comunique un mensaje, ya me va bien.

En los demás libros hablaba de grupos musicales que podían interesar a personajes, pero en este libro hablo más del sonido. Y me interesaba investigar eso porque no recuerdo que haya muchas novelas que traten el sonido como un personaje.

Y en el sonido se incluye todo, el ruido, la música… Y me interesaba que estos músicos que aparecen en el libro elucubraran acerca de cómo el sonido cambia su relación con los demás y crea su propia identidad. Y cómo incluso la literatura, ya desde el Nuevo Testamento, carece de sonidos porque no se habla de ello. Toda la literatura ha obviado el sonido.

Se ha reflexionado mucho más sobre el silencio, y lo cierto es que estamos envueltos en el ruido. Eso me lleva a Aldous Huxley, que hablaba del exceso de ruido como forma de atontarnos. ¿Estamos ahora en esas?

Estoy de acuerdo hasta un punto. Estoy de acuerdo en el hecho, pero no en el diagnóstico. Que el ruido atonta es un discurso clásico que viene de la Ilustración, y es verdad, pero en qué época no ha habido ruido. Luego está la educación para corregir los excesos del ruido. Y lo que falta es una educación adecuada al nivel de ruido que tenemos ahora, para decodificar ese ruido y extraer lo que tiene de interés.

También toca en la novela el tema de la copia. ¿Hay originalidad en ella?

Toda copia es a la vez un original porque no puede haber una copia igual a otra. Eso viene del mito romántico de que hay una originalidad absoluta en el genio y que todo lo que se derive de él es una copia. Y no. Todos somos originales. Lo que pasa es que este mito se repite hasta en el pop, que es la ideología estética que legitima la existencia de las copias: lo popular que se puede reproducir en cadena, desde Warhol.

Uno de los grandes mitos del pop es que existe la copia perfecta. Ese es el horizonte metafísico del pop. Pero para mí, no. La base de la evolución humana, tanto biología como cultural, es la copia más un error. Hemos evolucionado copiando e introduciendo un error que, cuando fructifica, aparece algo interesante. Satanizar la copia es antiantropológico, no tiene ningún sentido. El bebé lo que hace nada más nacer es copiar a la madre.

Es el aprendizaje por imitación.

Sí, y la creatividad es esa copia a la que le introduces una pequeña mutación. Luego está hasta qué punto esa pequeña mutación es un plagio. Pero yo creo que satanizar la copia es no haberse enterado de por qué estamos aquí.

Por cierto, hablando de copias y cultura pop, en 2013 todo el mundo ha hablado de Miley Cyrus. ¿Le parece algo realmente nuevo, creativo, o es una ‘mala’ copia de lo que ya ha hecho antes Madonna o incluso Lady Gaga?

Sí, en este sentido, el error que introduce Miley Cyrus no es demasiado original. Me parecen mucho más interesantes las mutaciones que hizo Lady Gaga sobre Madonna. Pero de cualquier manera, no hay que desdeñar a Cyrus porque de ahí surgirá otra persona y, aunque se desprecie el ejemplo de Cyrus, aparecerá otro que la mute a ella. La propia vida es eso.

El proyecto Nocilla se acabó, la Generación Nocilla ya no está en los medios… ¿Esto es una nueva etapa para usted?

No, una cosa es la Generación Nocilla, que es una cosa del periodismo cultural y que nunca existió. No es que lo haya dejado atrás sino que nunca me sentí ahí. Lo que sí que es verdad es que ha habido una corriente literaria nueva en España y que sigue ahí. Hay una nueva forma de narrar, y eso sigue.

Con respecto a mi obra, el proyecto Nocilla está terminado desde hace muchos años, pero ha sido una trilogía importantísima a la que debo muchísimo y que ha sido parte de toda mi evolución como escritor, pero desde que publiqué mi primer poemario. Yo no hago una distinción tan clara como podéis hacer vosotros. Desde mi primer poemario hasta Limbo es un continuum. Tampoco planteo ahora un cambio absoluto.

¿Y ve algo nuevo en la literatura actual?

La poesía está tomando caminos muy interesantes, muy arriesgados, con apuestas estéticas interesantes. La narrativa se ha ido a planteamientos estéticamente más conservadores, que es muy lógico porque en tiempos de crisis nos replegamos a lo conocido. Y eso se ve en todo, en la política, en la publicidad…

Y, claro, ese repliegue a esta estética más conservadora, tampoco es que me interese mucho, pero hay que leerla y, aun así, hay hallazgos porque por conservadora que sea lleva el gen de lo que otros hemos hecho antes. Es una evolución interesante.