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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Previsión educativa

Ricardo Arana

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Sabemos que para volver a llenar los bares, las playas, o las calles debemos vaciar previamente los hospitales, pero ¿qué hay que abordar con antelación para poder volver a llenar las aulas nuevamente? El Ministerio de Educación y Formación Profesional y las CCAA han acordado diseñar las medidas necesarias para afrontar el nuevo curso escolar, algo que exige además de la voluntad clara de los implicados, capacidad y acierto.

Para ello debemos conocer muy bien lo ocurrido en este período extraordinario. Es necesaria una investigación exhaustiva que (suponiendo la mínima carga burocrática posible) aporte información suficiente. Ni todos los centros ni en todos ellos se está actuando de igual manera, y seguramente eso tiene que ver con múltiples variables. Hemos de analizar lo hace el profesorado en este momento, su distinta gestión del tiempo y los espacios, de las herramientas que utiliza para la enseñanza a distancia y sus resultados, y de la relación que mantiene con el alumnado y sus familias.

En su vuelta masiva a las aulas, nuestros estudiantes necesitarán asumir nuevas normas respecto a la distancia posible o la higiene necesaria, pero también aprender a gestionar mejor emociones desbordadas. La educación siempre atenta a sentimientos y valores, debe tener en cuenta que han podido atravesar por una situación trágica, o sufrir situaciones de aislamiento, estrés o angustia por el efecto del Covid-19 que pueden ser revividas en sus primeros días de reencuentro en las aulas.

El retorno al centro formativo se hará atendiendo a nuevas pautas, desde limpieza, desinfección y utilización de instalaciones hasta horarios y ratios. Y puede ocurrir que excepcionalmente haya que volver al confinamiento, con carácter general o local, y suspender la educación presencial. Cada centro precisa conocer con antelación el plan de contingencia aplicable en circunstancias de emergencia, incluidas las fórmulas de detección temprana y tardía de un contagio, el mecanismo de alarma, la gestión del cierre y el consiguiente modelo de enseñanza a distancia en el que algunos roles del personal serán necesariamente distintos. Ello exige mayor flexibilidad en la gestión de recursos y capacidad avalada de decisión de los equipos directivos. Resulta imprescindible un diálogo multilateral que establezca ese marco.

Para buena parte de la comunidad educativa los currículos actuales son muy extensos, prolíficos en temas y difíciles de manejar a distancia. El cierre abrupto del curso nos obliga a una reformulación curricular que no debemos interpretar como una imposición para la recuperación de 'materia'. Constituye una oportunidad para distinguir lo que es posible enseñar a distancia así como para resolver el problema de unos estudios acumulativos, sin hacer caso a apriorismos ni modas, sino a una profunda reflexión necesariamente compartida entre el Ministerio y las CCAA.

El aula es el espacio social más igualitario que conocemos. En ella, el alumnado dispone del mismo sitio, la misma tecnología, los mismos profesores y profesoras. La enseñanza a distancia no cuenta con parámetros equivalentes. Es necesario superar esa brecha, asegurando a cada estudiante y a cada docente tecnología suficiente, asesoramiento didáctico que permita un uso eficaz de la misma y respaldo técnico ante cualquier eventualidad.

Hay que promover asimismo plataformas adaptadas y materiales formativos de máxima calidad, con posibilidades de interacción y seguimiento de la respuesta del alumnado, creando redes que permitan una utilización valorativa y colaborativa del mismo. Las herramientas y contenidos de la enseñanza a distancia tienen una especificidad propia que el profesorado no tiene por qué conocer previamente. Igualmente, habrá alumnado que aun dotado de los mismos recursos, no pueda seguir a distancia por falta de autonomía, por no disponer de un entorno social suficiente o por necesidades educativas especiales. También él tiene que tener su propio plan de contingencia (no exclusivamente escolar) que garantice su derecho pleno a la educación en situación extraordinaria.

No contamos con grandes recursos. Toda nuestra economía está gravemente perturbada por la restricción de la movilidad. No sólo han sido dañados el turismo o la hostelería. Ámbitos como la automoción o la aeronáutica, la construcción, o el sector primario que alimenta a millones de turistas son algunos otros sectores afectados. Todo el gasto formativo extraordinario que debemos realizar será gracias a dinero prestado o donado, lo que obliga a un plus de transparencia, equidad y eficiencia.

Nuestro sistema educativo es articulado, con competencias compartidas entre la Administración central y las CCAA que son quienes las gestionan. También es un sistema integrado por centros de titularidad pública o privada. Y participado, por sus trabajadores, los estudiantes, las familias o las instituciones locales. Todo él necesita disponer de un plan de previsión amplio, acordado y suficiente ante una posible nueva crisis.

*Ricardo Arana, profesor

Sabemos que para volver a llenar los bares, las playas, o las calles debemos vaciar previamente los hospitales, pero ¿qué hay que abordar con antelación para poder volver a llenar las aulas nuevamente? El Ministerio de Educación y Formación Profesional y las CCAA han acordado diseñar las medidas necesarias para afrontar el nuevo curso escolar, algo que exige además de la voluntad clara de los implicados, capacidad y acierto.

Para ello debemos conocer muy bien lo ocurrido en este período extraordinario. Es necesaria una investigación exhaustiva que (suponiendo la mínima carga burocrática posible) aporte información suficiente. Ni todos los centros ni en todos ellos se está actuando de igual manera, y seguramente eso tiene que ver con múltiples variables. Hemos de analizar lo hace el profesorado en este momento, su distinta gestión del tiempo y los espacios, de las herramientas que utiliza para la enseñanza a distancia y sus resultados, y de la relación que mantiene con el alumnado y sus familias.